CAPÍTULO 49

153 17 3
                                    

Entro al colegio mas prestigiado del mundo entero: Cambridge

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Entro al colegio mas prestigiado del mundo entero: Cambridge.
 
Aliso mi uniforme subiendo las escaleras para así entrar a la enorme fortaleza donde recibo clases de estrategias pero por alguna extraña razón me siento muy ansiosa. Demasiado.
 
No dejo de golpear mis dedos contra la pequeña mesa que tengo enfrente.
 
—¿Ustedes que harían en el lugar del comandante Baldwin? —pregunta el profesor paseándose por los lugares de los estudiantes— ¿Señorita Kendall? —cruzamos miradas cuando pasa por mi lugar.
 
—Es obvio que la madre es la asesina —respondo señalando el video que se reproduce en el pizarrón tecnológico.
 
—¿Ah, sí? ¿Porqué? Por favor explíquenos —se aleja con las manos tras la espalda mostrando una pose erguida.
 
Suelto un bufido acomodándome en mi asiento.
 
—Las acusaciones del comandante Baldwin son verídicas. Como las pruebas lo muestran: el joven de veinte años que rapto a la pequeña no lo hizo con mala intención, bueno  no al menos desde el punto de vista psicológico que mostraría una persona con traumas severos —trato de explicar.
 
El profesor nos puso una vieja investigación muy compleja pero no tanto para mi.
 
—Su madre lo encubre, no quiere que la única persona que tiene en el mundo se aleje de ella. Yo diría que aquí la sociópata es la madre, como ya vimos: hay un caso que se complementa con este y es la desaparición de un niño de seis años que en la actualidad tendría alrededor de veinte —soy el centro de atención del aula completa— no soy experta en botánica pero cuando los oficiales revisaron la casa pude notar algo diferente en una porción del patio: pasto sintético. Es muy probable que algo esté enterrado ahí abajo tal vez sea…
 
—El niño que fue raptado —me interrumpe un compañero terminando la idea por mi.
 
—No —niego firme— la madre no enterró ahí al niño que se robo sino a su propio hijo —concluyo y toda la clase comienza a murmurar mientras el profesor me mira detenidamente tocando su mentón.
 
—¿Porqué haría algo así la mujer? —me pregunta una chica como si la loca aquí fuera yo.
 
—¿A caso están ciegos? La mujer presenta altos índices de violencia infantil, trastornos traumatológicos, sí la fuerzan a declarar bien podría decir dos cosas: primera; que el joven que está en la cárcel es su hijo y se aferraría a esa idea o segundo: declararía todo donde describirá como murió o incluso como ella mato a su propio hijo, confundida y llena de un dolor emocional, tomaría al primer pequeño que se pareciese a su hijo y lo criaría como si fuera de ella —la clase parece un mercado de muchedumbre por tanto alboroto.
 
—¡Eso es imposible! —mis compañeros se aferran a su estúpida idea de que una madre no haría algo así.
 
—¿Seguros? —me les burlo.
 
—¡Profesor, diga algo!
 
—Tory tiene razón —decide intervenir el profesor.
 
—¡¿Qué?!
 
—El comandante Baldwin se encargo de cavar bajo esa zona de pasto sintético y hallaron huesos de un infante, todos en el comando aseguraban que eran del pequeño extraviado pero en realidad eran los huesos del hijo de la mujer —toda la clase se vuelve a descontrolar haciéndome volcar los ojos— el joven salió de prisión pero fue enviado a un centro psiquiátrico junto con su madre o más bien dicho: su secuestradora.
 
El timbre suena y todos se quejan pero yo me pongo rápidamente de pie tomando todas mis cosas.
 
—Muy buena deducción, señorita Kendall —me felicita el profesor cuando paso a su lado.
 
Sigo de largo bajando las escaleras del tercer piso buscando a ese estúpido chico.
 
Mi malestar llega cuando pasan más de diez minutos y sigo sin encontrarlo. Recorro toda el área de estrategia pero no obtengo resultados.
 
«¿Y si le marco? No, no quisiera verme muy urgida»
 
A lo lejos visualizo a la perra de Jennifer Jones, era chica de cabello horrible, flacucha y sin chiste alguno.
 
Miro como camina hacia mi misma dirección rodeada de perdedoras como ella.
 
«Juro que si me vuelve a echar indirectas le partiré la cara y me valdrá un demonio la Academia y su reglamento de cero agresión»
 
Su horrible risita llega a mi tímpano. Quiero arrancármelo. Por suerte no me ve y sigue su camino junto a esa perdedoras, camino por donde venía ella, apuesto que comparte clases con el castaño.
 
Doy vuelta a la izquierda encontrando al chico blanco sonriendo como un idiota y actuando como un maldito escuintle de doce año junto a sus amigos.
 
«¿Realmente me urge tanto un orgasmo como para tener que sucumbir a esta humillación?»
 
Ya es una vergüenza total que todos sepan que me acuesto con Ian Wales pero ir directamente hacia él ya sería el colmo.
 
Lo miro detenidamente por un rato hasta ver como voltea inspeccionando todo para después ver mis ojos.
 
—Eh, ya vuelvo —escucho como se disculpa con sus amigos antes de venir hacia a mi.
 
Rápido giro y comienzo a andar hacia lo más lejano del área. Ian me sigue a pocos pasos pero a una distancia considerable. Entramos a zona restringida, miro a ambos lados para asegurar que no venga nadie y me meto al pequeño cuarto de mantenimiento donde el castaño entra poco después.
 
—¡Tory! Mi dulce amor —exclama con alegría antes de tomarme de la cara para besarme.
 
—¡Baja la voz! —le exijo molesta pero no dejo que despegue sus labios de los míos.
 
Estoy tan llena de ira y enojo en este preciso momento y la mejor forma de liberarlo es por medio de este chico que está dispuesto ha hacerlo sin preguntas ni compromisos de por medio.
 
—Tengo un condón en mi cartera —sus besos se tornar agresivos arrincóname contra los materiales domésticos.
 
—No, no. Hoy quiero tu lengua —dejo en claro.
 
Ian ya esta de una cierta forma entrenado. Yo fui quien lo desvirgo y casi todas sus primeras veces me las he comido yo, con el tiempo lo he adiestrado para que me haga una sesión de sexo oral perfecta.
 
Se pone de rodillas apretando mis muslos con fuerza, sé que está muy excitado y lo demuestra con la prisa en la que me despoja de mi ropa interior mientras coloca mi pierna sobre su hombro entrando en contacto con mi feminidad.
 
—Ungh —gimo al sentir su lengua caliente pasarse entre mis labios.
 
Me sostengo con fuerza del muro y de la cabeza de este patético chico que da lengüetazos como todo un pro.
 
No hay diálogo de por medio y eso es lo que me gusta. Entre menos sepamos el uno del otro mejor.
 
Mi mente se ve abrumada entre tanta excitación con los hechos ocurridos respecto al general Charles que al parecer tiene a otra jodida mujer.
 
—Ahaaah —mi ceño se frunce y mis labios se separan dejando escapar pequeños quejidos.
 
Presiono su cabeza contra mi vulva indicándole que lo haga con más fuerza y agresividad lo cual hace de inmediato comenzando a comerme con hambre.
 
El rostro de John llega a mi pero mi conciencia me traiciona y también veo a esa estúpida rubia que beso, lo sé todo gracias a Andrea así que me puse a investigar el tema. Es la misma mujer con la que salió en la revista Rolling Stone.
 
«Ese maldito. Me juró que nunca estuvo con ella»
 
Aprieto fuertemente los dientes volviéndome a concentrar en mi propia liberación pero simplemente no puedo.
 
La campana vuelve a sonar e Ian sale de entre mis piernas.
 
—¿Lo hice mal? —me mira un tanto asustado— Tory, te juro que lo hice tal y como te gusta. Lo volveré a intentar —trata de meterse otra vez entre mis piernas pero lo detengo.
 
—Es hora de que vayas a clases —digo bajando mi pierna de su hombro para después colocarme mi ropa interior— ya habrá más tiempo después —asiente un tanto confundido y yo salgo del cuarto de intendencia sintiéndome terriblemente molesta.
 
«Ese idiota de John me las pagará»
 

KRIPTONITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora