CAPÍTULO 25

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ANDREA

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ANDREA.

 
—Aviana, ya sabes para quién es esto —me dice Adam, el bar tender con una sonrisa coqueta la cual correspondo tomando la charola.
 
Camino hacia los hombres de negro que festejan quien sabe que cosas.
 
—Henry Kendall está muy enojado —celebra un tipo regordete.
 
Que mencionen al hermano de Tory me hace ponerme a la defensiva.
 
—Señores —los saludo posando la bandeja de plata con líneas de cocaína sobre ellos.
 
Paso por cada uno, son tres hombres que reciben gustosos aspirando con esmero los alucinógenos.
 
«Cocaína de calidad»
 
Al ver sus vasos vacíos me apresuro a servirles más coñac.
 
—Están tomando represalias rápidamente, más ese Kendall —gruñe otro tipo—, pronto el Grande estará aquí y los haremos pagar —deja caer su puño sobre la mesa con una sonrisa—, no saben con quién se están metiendo ¡los mataremos a todos!
 
Hago como si los comentarios no me afectarán en lo absoluto pero es difícil.
 
—Preciosa ¿Por qué no nos traes otra botella? —me sonríe el tipo regordete—, y más polvos mágicos.
 
—Por supuesto que sí, guapo —le guiño un ojo antes de alejarme.
 
La música sensual se toma el lugar, música en vivo, cantantes esplendorosos, todo este lugar detona elegancia y ostentosidad.
 
—¡Niña! —grita Dark Mom llegando a mi— ¡Dios! Necesito que te pongas más labial, debes de estar perfecta en todo momento —exagera acomodándome la peluca y sacudiendo mis hombros.
 
Saca un labial rojo cabaret antes de pasarlo sobre mis labios.
 
—¿Tengo que hacer algo en especial?
 
—Claro que sí niña —casi todos sus comentarios parecen un regaño si no es que todos— ¿recuerdas el hombre fornido y entintado que vino hace unas noches? El ruso —asiento.
 
¿Cómo no recordarlo? Toda esa noche no dejaba de mirarme haciéndome sentir peligro.
 
—De ahora en adelante vendrá mucho más y necesito que él tenga lo mejor de lo mejor… y eso no te incluye a ti —mi entrecejo se frunce ante su confección— pero acabo de trasladar a mis mejores camareras a Rusia así que no me queda otra opción que asignarte el cargo —esparce perfume por mi cuerpo.
 
El olor es muy meloso sacándome una mueca de desagrado.
 
—¡Gloria! —llama a Fanny que llega enseguida— Ve a la mesa veinte y no te muevas de ahí —ordena.
 
—Ya mismo —asiente obediente la morena pero en vez de hacer lo que Dark Mom le ha ordenado se desvía llenado hacia el pasillo que te lleva a los baños, me mira de reojo, entiendo de inmediato lo que quiere así que digo:
 
—Iré a retocar mi maquillaje —la mujer curvilínea asiente soltándome.
 
En el baño me encuentro a la morena que se coloca iluminador en los pómulos.
 
—Estate muy atenta —indica sin dejar de ver su reflejo, me remuevo incomoda—, descuida, no hay nadie —me relajo un poco— si contamos con suerte puede que Shadow venga hoy, en los pasillos se murmura algo sobre una reunión de cabecillas importantes alrededor del mundo, aún no estoy segura donde será esa supuesta reunión pero de algo sí; Shadow estará presente —asiento ante su comentario.
 
—Abriré bien los ojos.
 
—Muy bien —me mira a través del espejo guardando sus cosas para después salir.
 
Respiro profundo mentalizándome que estoy lista para enfrentarme a Shadow, alguien que nunca antes nadie ha visto pero que es una persona sumamente poderosa y mala.
 
Pasan dos horas donde no hay nada fuera de lo común, Adam y yo coqueteamos de ratos, aún me es útil para sacarle información sobre el negocio.
 
—¿Piensas quedarte aquí toda la vida? —le pregunto al ojiverde mientras sirve tragos.
 
Me llevo una cereza dulce a los labios de forma sensual, cosa que él capta, su manzana de Adán se mueve cuando traga en seco.
 
—No lo sé, la paga es buena —me pasa una mimosa la cual tomo saboreando mis labios.
 
—Aviana… —sus mejillas se enrojecen, el castaño es muy tierno.
 
—Adam… —respondo del mismo modo.
 
—¡Dejen de holgazanear! —el sonido de los tacones se detiene en seco— ¡Aviana, no estés de zorra y ve a atender a los clientes!
 
Los gritos agudos de la pelinegra me hacen moverme rápido, atiendo a los mismos hombres de hace unas horas. Están muy ebrios y drogados.
 
—Acompáñame abajo, preciosa —pide el hombre regordete abrazándome.
 
—Puedo traerle una lista de nuestras mejores prostitutas —actúo como una profesional aunque me esté muriendo del asco al tener sus manos sobre mi.
 
—Yo te quiero a ti ¿cuánto cuesta una noche entera estar contigo?
 
—Me halaga pero ese no es mi trabajo —insisto evitando soltarle una cachetada por tratarme como una puta—, déjeme recomendarle a Briana —niega aferrándose más a mi.
 
Odio tener que lidiar con borrachos pervertidos.
 
Sus amigos ríen codeándose mientras manosean a las chicas que tienen a un lado.
 
—Vamos, no sé que te haces la difícil sino eres más que una pequeña puta —el tono en que lo dice comienza a darme miedo.
 
Trato de alejarlo como puedo pero sus manos se adentran a mi falda tocándome los muslos internos, el miedo me invade.
 
—Por favor —suplico pataleando pero es inútil.  
 
Se levanta tratando de llevarme con él mientras me manosea el culo, una impotencia horrible se apodera de mi alma, trato de mirar a todos lados para que alguien venga a socorrerme pero todos están metidos es sus asuntos como para ponerme atención.
 
—Te va a gustar —su aliento nauseabundo se mezcla con el mío.
 
Se supone que soy una chica dulce y frágil, podría quitármelo de encima justo y como me enseñaron en los entrenamientos pero eso me dejaría en evidencia.
 
—Te voy a romper este culo redondo que tienes… —las palabras del pervertido quedan en el aire al recibir un puñetazo limpio en la nariz que lo hace soltarme al mismo tiempo que cae al suelo.
 
Retrocedo petrificada con pasos lentos pero mi espalda choca contra el torso de un hombre.
 
Mi bellos se ponen de punta al percibir el peligro dándome saber de quién se trata.
 
—Lenin, limpia esta porquería —demanda el ruso de manera imponente.
 
Volteo encarándolo, mis ojos quedan en su barbilla y tengo que alzar un poco la vista, ni porque tengo unos tacones de quince centímetros estoy a su altura.
 
—Gra…gracias, por quitármelo de encima —sus ojos aniquiladores conectan con los míos.
 
—Sírvenos unos tragos —ordena.
 
Asiento pero no me muevo de mi lugar detallando cada pulgada de su rostro, todo él es amenazante, su entrecejo fruncido se frunce más ordenando a mis piernas a moverse, paso por los otros dos sujetos que acompañaban al regordete, ahora están de pie temblando de miedo al ver al ruso ahí.
 
—Je…jefe, no creímos que llegaría tan pronto —titubea uno llevándose la ignorada del año.
 
Me apresuro a la barra donde el bar tender me recibe con una tierna sonrisa.
 
—Nikolay Maksimov está aquí —tiemblo—, dame una botellas.
 
Observo mi mano que se mueve con violencia a causa del miedo que aún no abandona mi sistema, trato de controlarme.
 
Adam me entrega una charola con alcohol y cigarrillos.
 
El ruso ahora viene acompañado de otros dos hombres enormes con cara de matones.
 
—¡Nikolay! —exclama Dark Mom dándole beso doble al castaño— mira lo que te guarde —Briana y Eimi la acompañan, ambas prostitutas se acercan al ruso tocando sus musculosos pectorales.
 
Les sirvo tragos a los rubios de pelo corto.
 
—¿Gustan un cigarro? —asienten ambos.
 
Coloco el cigarro entre sus labios antes de pasarle lumbre para que enciendan.
 
—¿Gusta? —le ofrezco al ruso que niega detallando la cigarrera.
 
Atiendo a los clientes pero sobre todo a esos rusos, los hombres que acompañaban a Nikolay se han ido con algunas mujeres de aquí mientras el castaño les come la boca a la rubia de Briana y a la pelinegra de Eimi, Fanny y otra chica le dan un show de calidad en el tubo frente a él.
 
«Pero que vida»
 
La misión se complica, estamos tardando demasiado en encontrar a una persona que nunca nadie antes ha visto, es como si buscáramos a un fantasma, él es tratante de blancas y este es uno de los clubs principales pero no hemos encontrado nada de nada.
 
Me voy al área de juegos donde los hombres apuestan sumas exorbitantes de dinero, es una especie de casino exclusivo, este club parece pequeño por fuera pero es enorme por dentro.
 
Son cerca de las cuatro de la mañana cuando estoy recogiendo y limpiando las mesas, el lugar está casi vacío.
 
—¿Cuándo llega la mercancía? —ruedo los ojos, Dark Mom ya va a empezar a discutir las entregas de drogas.
 
—Las traeré dentro de poco, tal vez en un par de semanas, son muy fácil de sacar de América —la voz del ruso llega a mi.
 
Están hablando en el pasillo iluminado, me acerco lentamente a la mesa más cercana limpiándola lentamente mientras paro bien la oreja.
 
—Me gusta, las latinas son las más deseadas en Europa —contesta la pelinegra.
 
«¿Qué rayos está pasando?»
 
—La interpol me está desmantelando clubes aquí, así que las enviaré a Asia, haya también se venderán a un alto costo.
 
—Más las niñas vírgenes, apuesto que me traerás muchas de ellas —la madrota se saborea las palabras.
 
«¿Niñas? ¡ese maldito es un tratante de blancas!»
 
—Shadow estará presente, yo tengo que atender otros asuntos así que no cometan ninguna estupidez —advierte.
 
Shadow estará aquí, eso es perfecto, me alejo escabulléndome entre las sombras hasta llegar al área de empleados donde me encuentro con Adam.
 
—¿Tu crees que… podríamos salir de nuevo? —se rasca la nuca y sus mejillas se enrojecen.
 
—Me encantaría ¿te parece bien el día de descanso? —sonrío, en este momento soy Aviana no Andrea.
 
—Sí —me despido de él y salgo adentrándome a un auto negro donde hay otras tres chicas.
 
El chófer nos dejan en nuestro edificio a cada una de nosotras, los choferes solo son exclusivo para las damas de compañía pero ahora que me gané la confianza de Dark Mom me da este pequeño privilegio.
 
Entro a mi pequeño cuadro donde caigo rendida en mi cama abrazando la almohada.
 
—Wof, wof —ladra Bug pero es más el peso de mis párpados que se cierran solos llevándome a los brazos de Morfeo.
 
 

***

 

Nick ¡por favor vamos a la tienda de helados! —suplico por cuarta vez haciendo un puchero.
 
—He dicho que no, ahora larguémonos —me aferro a su abrigo de diseñador tratando de llevarlo al local.
 
Nick quería verme así que lo cité en este lugar, quiero pasar más tiempo con él, siempre tenemos sexo y eso es todo, yo quiero hacer más cosas donde tener ropa sea lo primordial.
 
—¡No seas grosero! —suplico.
 
La gente que pasea en la plaza nos mira raro.
 
—Deja de hacer pataletas —me reprende.
 
Saco de más mi labio inferior curveando mis labios haciendo otro puchero.
 
—¡Por fis! —rueda los ojos resignado y nos echamos andar hacia la heladería.
 
Una sobre carga de felicidad invade mi pecho al compartir un helado gigante envuelto en algodón de azúcar con cierto ojigris.
 
—¡Pero que maravilla! —exclamo más que encantada.
 
Le da una mordida a su porción no solo llevándose mi atención por su atractivo sino también la atención de las chicas que están a nuestro alrededor.
 
De nuevo esa lava sale ardiendo por mis venas.
 
—Te has manchado aquí —tomo una servilleta, pongo mis manos en la mesa levantándome un poco antes de limpiarle el labio inferior donde había helado— Todo listo, amor.
 
Recalco la última palabra para que las arpías sepan que él está conmigo. Me mira con el ceño fruncido antes de beber su agua de frutas.
 
Salimos del local, camino a su lado aguantando las ganas de desgreñar a las chicas que le lanzan miradas coquetas. Sé que Nick es sumamente atractivo y eso me hace enojar sin saber porqué.
 
Un par de chicas se acercan seguras a él con su teléfono en mano, quieren su número, lo sé. Las escaneo rápido, son muy lindas y Nick tiene fama de mujeriego le dirá que sí a cualquier cosa que tenga piernas y una vagina.
 
Tomo su mano entrelazando nuestro dedos, voltea a verme confuso así que le sonrío recargando mi cabeza en su brazo.
 
—¿Me das un beso? —pestañeo pero niega.
 
—No hagamos esto en público —trata de alejar su mano pero se lo impido besándolo rápido, un beso fugaz donde apenas logre posar mis labios sobre los suyos.
 
Pasamos de largo a las chicas, al menos logré mi cometido. Me suelta poniéndose más serio de lo que ya es.
 
—¿Pasa algo? —no me responde— Nick, lo siento, ya no volveré a besarte en público.
 
 —Solo trata de controlar tus ataques de celos —trato de protestar para decirle que no eran celos pero me calla levantando su mano—. Tú y yo no somos novios ni nada por el estilo para que andes haciendo ese tipo de escenas.
 
Una mezcla de enfado, tristeza y decepción me invade.
 
—Bien —cambio de actitud rápidamente, no debo dejar que vea como sus comentarios me afectan—, démonos prisa.
 
Salimos de la plaza después de un rato llegando a su departamento, en el camino nadie dijo nada.
 
«Solo somos cama»
 
—Que lindo —comento al ver lo grande y limpio que está el lugar—, nunca antes había visto tu departamento.
 
—Perdimos mucho tiempo así que este es el lugar más rápido para hacerlo —jala mi muñeca haciendo que choque con él antes de devorarme la boca.
 
—Espera —pido pero mis labios demuestran otra cosa al no soltar los suyos.
 
—Ya hicimos lo que tú querías ahora hagamos lo que yo quiero —su voz sale más ronca calentándome.
 
Me acorrala contra la pared inmovilizándome, sujeta mis manos sobre mi nuca al mismo tiempo que su lengua recorre mi cuello dejando mordidas.
 
—¡Ah, Nick! —un jadeo sale de mis labios al sentir sus dientes enterándose en mi piel.
 
Mi pelvis se mueve contra su creciente erección buscando más fricción.
 
—Oh, nena, eres tan deliciosa —no sé si me prende más su voz o lo que dice.
 
Mi ropa interior debe de estar empapada por mi excitación, me levanta soltándome las manos. Mis piernas lo abrazan y su brazo rodea mi espalda baja mientras que el otro queda contra la pared.
 
—Me encanta que siempre lleves falta —manosea mi trasero debajo de la tela antes de arrancarme las bragas de un tirón.
 
Trato de quitarle el abrigo y la camisa pero es imposible así que rodeo su cuello con mis brazos volviéndolo a besar.
 
Escucho como baja su cremallera, la boca se me pone a salivar sabiendo lo que viene. Su grueso y duro falo se instala en mi interior de un solo golpe.
 
Mis uñas se entierran en sus hombros cubiertos por la tela, mis paredes más acostumbradas que nunca rápidamente se amoldan a su tamaño.
 
—¿Te gusta? —todo él es un pecado andante, vuelve arremeter con más fuerza sacándome más jadeos— no te escucho.
 
—¡Sí, me gusta mucho! —grito desesperada queriendo más de él.
 
Sonríe con satisfacción cogiéndome contra la pared, entra y sale una y otra vez, el placer es glorioso, exquisito, autentico, infinito.
 
Sus jadeos me prenden aún más si eso es posible, lo beso con urgencia mientras acaricio su cabello.
 
Me empala un sinfín de veces, las caricias son ardientes quemando mi piel en el proceso, podría acostumbrarme a estar con él a diario.
 
—Vamos, nena, córrete para mi —pide y es lo único que necesitaba para liberar toda la tensión acumulada de los últimos dos días.
 
Mis jugos lo mojan haciendo que se escuchen más chapoteadas las estocadas.
 
Mi cuerpo se desvanece entre sus brazos embriagada de placer mientras él sigue besando y succionando mi piel antes de venirse dentro de mi. Mis piernas que lo abrazan comienzan a temblar, este hombre es espléndido.

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