CAPÍTULO 16

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*En la foto esta Brancati Demetrio*

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*En la foto esta Brancati Demetrio*

TORY.

—¡Megan preciosa! —exclama Brancati cuando me ve acercarme a él, le sonrío con coquetería.

—Hola, señor Demetrio —se levanta a recibirme dándome un beso en cada mejilla.

—Toma asiento por favor —recorre la silla esperando que yo me siente lo cual hago seguida de él.

—¿Cómo haz estado? ¿Qué tal Italia? —hago conversación.

Echo una rápida mirada al lujoso restaurante, puede detectar a sus hombres sentados en diferentes mesas, bien podrían pasar como unos comensales comunes y no como los matones que son.

«Este tipo es muy listo, debo de andarme con cuidado»

—Ya sabes, negocios acá y allá, en eso se basa mi vida —su liguero acento le da un cierto atractivo—, me gustaría llevarte a conocer mi país natal —sonríe coqueto— ¿te gustaría? —enarca la ceja esperando una respuesta.

—Claro que sí —bebo de mi copa de champagne—, he deseado visitar Italia toda mi vida.

—Tus deseos son órdenes para mi, bella Megan —toma mi mano y besa el dorso de esta, le doy una sonrisa en respuesta.

—Que encantador —pedimos nuestros platillos y poco tiempo después nos lo traen.

Empiezo a comer mi carpaccio con trufas negras y el filet mignon. Uno de los mejores restaurantes de Inglaterra con la mejor comida y los mejores sabores.

—Eres muy bella, Megan —alzo la mirada encontrándome con sus ojos cafés más oscuros de lo normal.

«Megan, el nombre que he usado durante años para darme una identidad falsa»

—Vayamos ahora mismo a Italia —propone entusiasmado.

—Me encantaría más que cualquier cosa, pero tengo que ir a la escuela —miento, tratando de soñar lo más inocente posible.

Debo meterme en el papel de Megan el cual ella es una chica encantadora y sobre todo simpática, nada de vulgaridades.

—Pide unos días.

—Sabes que a ti no podría negarte nada. Sé que esto sonará como una excusa absurda pero mi padre me tiene muy vigilada últimamente —no miento del todo, el Ministro está muy metidos en mis asuntos desde hace un mes—. Creo que he causado pequeños problemas y eso no le gustó.

—Lamento tanto escuchar eso —cubre mi pequeña mano con la suya que dobla el tamaño de la mía—. Por favor avísame cuando estés libre.

Asiento con una pequeña sonrisa torcida, ambos nos levantamos después de acabar y salimos del restaurante, el viento helado del atardecer se cuela por mi piel haciendo que me abrace a mi misma. Siento como pone su chaqueta sobre mis hombros.

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