CAPÍTULO 52

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Llegamos a un hermoso restaurante a lado del Río Támesis en el contado de Gloucestershire.

—Espero te gusten las ostras, aquí sirven las mejores —mi atención vuelve de inmediato al hombre que está a mi lado: Damián Kendall II, el hombre más importante y poderoso de Inglaterra y podría jurar que de toda Europa, sin duda alguna supera y por mucho al mafioso Nikolay Maksimov.

Es que no sé cómo describir a Damián, él... es como un dios. No solo es un diez de diez en sensualidad sino en inteligencia, posee las empresas más grandes y millonarias de todos los tiempos, viene de una descendencia de líderes innatos, su historial es tan impresionante y ha vencido grandes records mundiales, ha enfrentado a mafias enteras y ha destruido una de las redes de trata más grandes, no por nada tiene títulos honoríficos que le hacen honor no solo aquí sino en todos los países del mundo.

—Andrea, seré honesto contigo —se coloca con sumo cuidado la servilleta de tela sobre su regazo antes de verme con detenimiento.

«¿Ya les había dicho lo sexy que se ve con rosa?»

—Quiero que seas honesto —coincido y de pronto me siento chiquita.

—Tory es mi hija, es la primer mujer Kendall que ha nacido después de veinte generaciones —asiento despacio, eso ya lo sabía, el gen Kendall ha engendrado puro barón en demasiado tiempo, cuando nació Tory todo mundo se volvió loco— me siento mal por sentir atracción por su amiga, sé que ella te quiere y no quiero que lo de ustedes acabe y mucho menos quiero que me odie.

Entiendo por dónde va ¿quiere que tengamos una relación de contrabando?

—Es importante que entiendas que pase lo que pase siempre la voy a elegir a ella sobre todas las cosas —su mano pasa atrás de mi cuello sujetándome— Me gustas, Andrea —dejo de respirar por un segundo.

Me emociono.

«¡Le gusto!»

Dios, se siente tan bien.

Mis mejillas rápido se colorean y de pronto me siento bochornosa.

—Usted también me gusta mucho —miro hacia otro lado, pero su mano hace que vuelva a mirarlo.

Y sin creerlo de nuevo, me besa en público sin importarle quien pueda estar mirando.

«¿Oficialmente me he convertido en la amante del padre de mi mejor amiga?»

***

Mi brazo se envuelve alrededor del suyo mientras caminamos con tranquilidad por las calles alumbradas de este pequeño barrio utilizado comúnmente para juegos de casino, la mayoría aquí son señores adinerados, de todas las edades y mujeres jóvenes y esbeltas los acompañan.

—¡Damián! —un hombre levanta la mano para llamar la atención del ministro, rápido nos encaminamos a él que esta junto a otros tres hombres y varias mujeres, un poco mayor que yo, claro—. Que gusto me da verte de nuevo.

—Lo mismo dio, Eliot —el ministro estrecha la mano del rubio.

—¿Quién es esta bella señorita? —sin mi permiso, Eliot toma mi mano y la besa, muestro una sonrisa.

Estoy nerviosa, no logro sentirme cómoda del todo entre tanta gente conocida del ministro, apuesto que todos me ven como su amante, es algo obvio ya que todos conocen a la señora Kendall... oh, esa dulce señora que me trata como una hija más. Soy una basura.

—Ella es Andrea —el ministro me toma de la mano presentándome, pero no sin antes echarles una mirada de: es mía.

Mi sonrisa se ensancha, las personas comienzan a saludarme con una sonrisa un tanto falsa, pero no me importa, he estado acostumbrada a la falsedad desde que era pequeña. Me gusta estar con el ministro, él nunca me hace a un lado o me ignora sino todo lo contrario, me hace sentir querida e importante, algo que nunca me ha pasado.

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