CAPÍTULO 35

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TORY.
 
Maldigo una y otra vez a quien me hizo esta tontería, en vez de encontrar cartas de los estudiantes ¡encontré una maldita cabeza de venado! Estoy muy furiosa, ya es la segunda vez que recibo la misma tarjeta:
 
A.W.S
 
Pienso que Jackson tiene algo que ver pero algo dentro de mi me dice que no es él.
 
—Solo da la orden y los sacaremos —insiste el pelinegro de Thomas— ¡ya van más de mil veces que intentan pasar sobre nosotros! —se enoja y toda la pandilla comparte su sentimiento.
 
—Odio tener que decir esto pero Thomas tiene razón —lo apoya la rubia de Lola, sorprendiéndome por que ambos luchan por el poder del líder— Serpiente tiene que entender de una vez por todas que nosotros mandamos ¡¡¡LOS NUDILLOS ARDIENTES!!! —grita y todos los del bar levantan sus cervezas gritando.
 
Más de ochenta personas están reunidas hoy, no importa sus edades, todos y cada uno de los que están aquí son tan letales como el veneno mismo.
 
—No quiero que haya una guerra… aún no —ordeno callando a todos que se enojan con mi decisión— solo podrán atacar si yo se los ordeno —aclaro— aún así tienen permiso para vender su mercancía, no tan cerca de la capital —sonríen con esa noticia celebrando.
 
Vender significa ganar dinero y si ganan dinero podrán tener más poder pero lo que ellos no saben es que yo les daré el poder que a mi me convenga.
 
—Gracias, Tory —me sonríe Emmy.
 
—No hay porque —se aleja dándole lugar a Yanet, una chica empobrecida, no más de veinte años, castaña de ojos grandes, delgada, tiene un trabajo mediocre atendiendo no sé que en una delegación pero lo que no saben es que es un haz para fabricar drogas con medicamento.
 
—¿Qué tal todo? —me pregunta dándome una cerveza— ¿aún quieres que te ayude a mover mercancía? —pregunta, ella más que nadie está interesada en esto.
 
—Por su puesto, si sigues asiendo bien tu trabajo tal vez hable con el dueño y te consigo el trabajo fijo, pero tienes que controlar tus adicciones —asiente.
 
«No me hará caso»
 
—Por su puesto —me sonríe.
 
—En la noche, ya sabes donde, Felipe te instruirá. No quiero robos.
 
—¿Por qué dudas así de mi? ¡somos amigas, hombre! —le doy un trago a mi bebida y salgo del bar, a pesar de que son pandilleros; les gusta tener sus lugares bien y bonitos.
 

Tory.
La chica del otro día se encargará del transporte de las sustancias químicas y farmacéuticas.
 

Nick.
¿Yanet? ¿La ladrona con expediente infinito por robar medicamentos? ¿Enserio?
 

Tory.
No hay nadie mejor que ella.
 

Nick.
Muy bien, si tengo una sola pastilla extraviada te culparé a ti.
 

Tory.
Oki.
 

Guardo el teléfono. Bayer es una empresa farmacéutica que manejan los Jefferson, es conocida a nivel mundial pero ellos sólo cuentan con el 50% de las acciones a causa de la mala administración del fallecido abuelo de Nick, y ahora es él quien se encarga de las acciones, está dispuesto a recuperar el 100% de todo.
 
Enciendo un cigarrillo recargándome en la pared de pedazos de árbol, no he sabido nada de John en los últimos días y lo odio por dejarme con esta incertidumbre de lo que puede estar haciendo en este momento con cierta modelito sueca, por otro lado esta el empalagoso de Ian que no me deja ni a sol ni a sombra.
 
«No debí habérmelo cogido»
 
Me reprocho una y otra vez, Ricardo Bosio no deja de taladrar mi teléfono con sus llamadas constantes las cuales no atiendo por estar pensando en cierto madurito pelinegro de ojos color miel.
 
Me retiro del lugar, hoy si iré a trabajar a Corp Kendall, la tarde apenas esta empezando, me apresuraré a hacer mis deberes para quedar con un chico en la noche… debo atender mi apetito sexual.
 
Entro al edificio que tiene más ventanales que paredes, subo al último piso donde Felipe y Tony me están esperando.
 
—Tardo más de lo acordado ¿algo de lo que debamos preocuparnos? —pregunta el pelicorto de Felipe.
 
—No, todo bien —asiente regresando la vista a su ordenador.
 
—¿Café? —me ofrece Tony y lo tomo.
 
—Ya me hacia falta —respondo sacudiendo la pelusa invisible de mi falda negra.
 
Ambos son mis guardaespaldas personales, me han protegido desde que tengo memoria, sé que puedo confiar en ellos, papá tiene a Anders y yo los tengo a ellos.
 
 Empiezo a trabajar cerciorándome de que todo este bien en el área administrativa. Me dirijo a la máquina expendedora de dulces donde saco una barra de chocolate y una botella de agua mineral.
 
—¡Tory! —volteo a mi llamado encontrándome con el fastidioso castaño que corre hacia mi tomándome entre sus brazos— ¡te extrañé mucho hoy! —deja un rápido beso en mis labios pero rápido lo alejo.
 
—¿Quién te dejó entrar?
 
—Tranquila, le pedí un pase de visita a tu mayordomo y me lo dio con gusto —su sonrisa se ensancha y adivino su intensión de volver a abrazarme así que retrocedo.
 
«Anders ha de estar mofándose de risa»
 
—Lárgate —ordeno pasando de largo pero el muy idiota decide seguirme adentrándose conmigo en la oficina— Ian, llamaré a seguridad si no obedeces.
 
—Prometo no molestar, lo juro, no me niegues el placer de venerar tu hermosura solo un poco más.
 
Decido ignorarlo y sigo trabajando tras el escritorio, siento su mirada aceitunada sobre mi.
 
—¿Puedes dejar de hacer eso? —me malhumoro.
 
—¿Hacer qué? —recarga su cara en su mano cuando sonríe mostrando tres hoyuelos en cada una de sus mejillas.
 
—Mirarme, me molesta.
 
—Oh, es que es imposible no hacerlo —niego y vuelvo a mi trabajo.
 
Me concentro a tal grado que me exalto cuando siento unas frías manos en mis muslos.
 
—¿Qué haces? Sal de ahí —lo regaño al verlo de rodillas bajo el escritorio.
 
—Has trabajado mucho… deja que te ayude con el estrés —aprieta mis muslos sacándome un suspiro ahogado—, déjame complacerte —suelta pequeños besos húmedos por mis largas piernas blancas hasta adentrarse bajo mi falda.
 
—I…Ian —suelto un gemido involuntario al sentir sus labios sobre mi monte de Venus aún cubierto por la tela de mis bragas.
 
—Solo relájate, cariño, yo haré todo por ti —murmura.
 
Mis uñas se entierran en el colchón de la silla giratoria, mi respiración se acelera más cuando el castaño aparta mis bragas para tener contacto directo con mi vulva la cual entra en contacto con los labios y lengua cálida del ojiverde… ¡Dios!
 
Los dedos de mis pies se retuercen ante la placentera sensación que te brinda un oral ¡joder! ¡esto es caliente!
 
Ian acaricia la piel suave de mis muslos y mi cadera, echo la cabeza hacia atrás dejando caer mi cabellera por el respaldar del asiento, cierro fuertemente los ojos, no logro controlar mi respiración y menos cuando su lengua entra y sale un sinfín de veces acelerando, lame y succiona dando origen a un sonido de chapoteo, soy incapaz de detenerlo.
 
—¡Aahh!
 
Mi cadera se mueve en busca de más velocidad, ¡Ian me está devorando completa!
 
—¡Espera! —trato de detenerlo— ¡me voy a venir! —apenas escucha mis palabras y acelera con la intención de que me corra— ¡Joder!
 
Todas las sensaciones se acumulan en ese punto rojo lleno de terminaciones nerviosas el cual el pelinegro no deja de lengüetear.
 
Abren la puerta abruptamente interrumpiendo.
 
—Lo siento, señorita Kendall, intenté detener al señor pero él solo entró —se disculpa la secretaria aterrada.
 
Mi vista viaja a John que me mira raro.
 
«¡Carajo, carajo!»
 
¿Qué diablos hace él aquí?
 
—Tory —me llama con una sonrisa intentando acercarse. Abro la boca para evitar que avance más pero lo que sale de mi es algo completamente diferente:
 
—Ah —mi intento por detenerlo queda opacado por el pequeño gemido que emito.
 
—Señor, por favor váyase —le ruega la secretaria sin nombre.
 
—¿Qué es este escándalo? —Felipe aparece por la puerta izquierda donde está su oficina con doble entrada.
 
Me llevo la mano a la cara para evitar que vean los gestos que hago cuando estoy apunto de sufrir un orgasmo.
 
Miro de reojo a Felipe que rápido llega a John para que no avance más.
 
—Le pediré de la manera más atenta que abandone el lugar, general Chales —le pide mi guardaespaldas con la tremenda voz de asesino que se carga.
 
—Tory, tenemos que hablar —ignora al fortachón viéndome pero desvío la mirada viendo como Ian me sonríe con malicia.
 
«Joder, la comprometedora situación solo lo hace más excitante»
 
—General, no lo repetiré dos veces —no digo nada… tanto tiempo estuve esperando su regreso pero ahora que esta aquí ¡soy incapaz de detenerlo!
 
—Bien —acepta resignado.
 
Mis muslos se aprietan con las corrientes que se dispersan por todo mi cuerpo, soy inconsciente de cuando la puerta se cierra al mismo tiempo que tengo un orgasmo olímpico.
 
Me dejo caer rendida en la silla, Ian se limpia el borde de los labios antes de volver a colocar mis bragas en su lugar y recargar su cabeza en mis muslos viéndome, en esa posición parece un indefenso bebé.
 
—Joder —digo después de regular mi respiración— por poco nos descubren.
 
—Creo que tu guardaespaldas se dio cuenta, pero el señor y la chica no, gracias al metal que cubre la parte de debajo de este escritorio —golpea el inmueble causando el sonido cuando el metal es golpeado— ¿Ves? Nadie nos vio, eres una gran actriz, disfrazaste muy bien tus muecas —sonríe.
 
Recargo mi cabeza en el mueble dejando que el castaño se acerque a besarme con un pico, intenta profundizar el beso pero no lo dejo.
 
«¿Ahora cómo rayos veré a John?»
 
 

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