CAPÍTULO 17

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ANDREA

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ANDREA.

Inhalo aire de forma pesada después de colocarme bálsamo.

«¿Por qué me siento así? ¡debo de controlarme! Un beso no significa nada»

—Date prisa, Andrea —mi madre entra a mi alcoba—, tu padre nos espera, no debemos de llegar tarde si queremos darle una buena impresión a la asamblea —su entusiasmo y emoción no se me contagia como en otras ocasiones, en maldito beso de Nick no me deja pensar con claridad—. No te olvides de tus modales, una señorita siempre debe lucir bien, nada de vulgaridades ni descortesías —me recuerda lo que lleva repitiendo todo el día—, te irás mañana. Te extrañaré mucho —acuna mi cara en sus manos dándome un besa en la frente.

Odio verla así de nostálgica, me ama igual que yo a ella, no quiero decirle adiós pero es algo que me dejara con muchas puertas abiertas si cumplo la misión.

—El auto nos espera —Sasha se hace presente rompiendo el momento mágico.

Salimos juntas de la casa, mi padre nos está esperando en la limosina, no quiero verlo, temo a romper a llorar ¿cuánto tiempo estaré afuera?

La noticia de ser elegida para ir a una misión me tomó por sorpresa, no dudé en aceptar pero después de que me enteré que no podía contactarme con nadie por el tiempo que este afuera me hizo dudar, mis padres lo son todo para mi, no puedo irme así como así. Pensé en desistir pero papá me dijo que eso era lo que yo quería y que no debía renunciar a nada por ellos.

Llegamos al lugar estipulado después de unos minutos, el lugar es enorme, parece como si hubiera viajado unas décadas atrás. La enorme mansión a base de piedras nos da la bienvenida. En la parte superior de la estructura se puede leer: Centro de Convenciones Kendall. 

El chófer nos ayuda a bajar de la limosina negra. Nos adentramos a la sala iluminada, los candelabros cuelgan, las paredes siguen siendo de piedra con adornos de fotos y pinturas.

Se puede respirar clase por todos lados.

La asamblea general de la INTERPOL está reunida al igual que sus familiares, la fiesta de cada año donde se celebra un aniversario más, papá está apunto de ser parte de esta gran organización, aún me pregunto ¿cómo es que un expresidente de Washington puede formar parte de la organización policiaca más grande del mundo?

—Señor, madame —un mesero nos da la bienvenida inclinándose mientras nos saluda—. Por favor, síganme.

No rechistamos, lo seguimos por el enorme salón, no reconozco a nadie de aquí, la mayoría son vejetes estirados con su ropa oscura y formal que dicta el protocolo.

Todas las mujeres traemos sombrero, guantes y vestidos, algunas más cortos que otras pero nadie, nadie tiene escote y me incluyo, aún así no deja de ser hermoso y más con los colores crema.

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