Los días estaban transcurriendo demasiado lento, quizás se debía al hecho de dormir casi nada. Madre ya estaba preocupada por mi estado, las ojeras eran cada vez más oscuras y profundas. William se veía de la misma manera.
Con respecto a William desde aquel día del masaje, solo nos dedicábamos pocas palabras. El único contacto cercano que teníamos es que todas las noches siempre me acercaba una taza de té para tomar y aunque él pensaba que yo no me daba cuenta, por momentos sentía que estaba más pendiente de lo que yo hacía que buscar lo que le pedía, porque a esa altura me daba la sensación de que él no sabía bien qué hacer.
Llevábamos en la búsqueda de pruebas unos diez días, era jueves. Habíamos incluso ido a buscar pruebas los fines de semana. Lo peor de todo es que en la universidad me habían dado más trabajos que hacer que nunca. Me sentía agotada. Lo bueno es que ya teníamos todo lo que necesitábamos. Ahora era cuestión de ponerse a hacer cuentas.
Como eran solo las doce y media de la noche, el señor Worrington, creyó que sería conveniente seguir con el trabajo a su oficina ya que ahí estaríamos más cómodos.
El se sentó en su escritorio, mientras que yo me senté en la mesa con varias sillas que había en la estancia. El silencio, el sonido de lápices y bolígrafos sonar contra las superficies duras de apoyo, más el teclear en las calculadoras hizo que me diera una paz que hacía tiempo no sentía. De a poco, todas las letras y números se empezaron a ver borrosos, y la superficie fría del vidrio de la mesa se sintió en mi mejilla.
Narra William:
El silencio del lugar hacía que el sonido de los lápices y bolígrafos al escribir y hacer cálculos se sintieran con mayor claridad. Me estaba poniendo nervioso. Toda esta situación hacía varios días que me tenía así, me gustaría poder decir que se debía a la situación del robo en mi propia compañía, pero no, había algo más.
Ya no sabía cómo hacer, intentaba llegar a ella, pero ella se alejaba. Sé que no he hecho las cosas bien, pero pensé que en este último tiempo todo había mejorado. Tampoco me ayudaba en nada tener a una mujer cerca de mí sin poder tocarla. Desde que ella me había hecho el anuncio de sus sospechas y que nos pusiéramos a trabajar en ello, no había tenido sexo con nadie. Si me ponía a pensar, desde que había perdido la virginidad a los quince años, no había pasado tanto tiempo sin sexo, y eso que solo habían pasado poco más de diez días.
El pensar en ella, me llevó a girar mi cabeza hacia donde estaba sentada. Me sorprendió verla dormida, estando tan cerca de mi ella nunca bajaba la guardia, siempre la veía pendiente de cuan cerca de ella andaba y si me acercaba demasiado, ella se alejaba, y así todo el tiempo.
Dejé lo que estaba haciendo, me acerqué, corrí la silla que gracias a dios era con ruedas y la arrastré hasta el sillón grande que tenía allí. Con cuidado tomé su cuerpo y la acosté. Pensé que iba a despertarse, pero no lo hizo. Fui hasta la habitación que tenía en mi oficina y busqué una frazada, para poder taparla. Pero antes saqué su calzado y abrí un poco la cremallera de la sudadera que llevaba puesta ya que estaba muy arriba y podría lastimarse, incluso ahorcarse. Debajo me encontré con una camiseta sin mangas algo escotada, de ahí sobresalían unos pechos que aunque quisiera no me entrarían en la mano, eran grandes, carnosos, blancos y adornados por algunos lunares. Se me hizo agua en la boca. Bajé un poco la camiseta y debajo solo había una ropa interior blanca de algodón, nada de encaje o seda, que era a lo que estaba acostumbrado. Con cuidado acerqué mi mano a uno de ellos y lo tomé para estrujarlo aunque sea un poco. Era blando, nada que ver con los pechos de otras mujeres con las que había estado, los pechos operados por lo general eran duros al tacto y muy tersos.
Miré su rostro, ese rostro tan aniñado que poseía se veía demacrado por las enormes ojeras que resaltaban demasiado. La estaba forzando demasiado, podría decir que apenas estaba durmiendo. Reflexioné sobre cómo sería su día: de mañana trabajo, de tarde universidad y a las diez durante estos últimos días ya estaba de nuevo conmigo. Podría afirmar que no dormía. Estaba siendo un hijo de puta. A veces era tan eficiente con todo lo que hacía que me olvidaba de que era un ser humano y no una máquina.
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Destrucción (en edición)
RomanceSINOPSIS: La joven introvertida y tímida Sofía Zafra se enfrenta a sus pasantías universitarias, pero lo que no sabe es que se va a enfrentar a el hombre que comenzó a destruirla desde que tenía diez años y que no parara hasta destruida por completo...