CAPÍTULO 56

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Al llegar mi madre del trabajo se dio cuenta de que alguien me había visitado, ya que no había sido capaz de poder lavar las tazas. Por lo tanto, no es algo que iba a dejar pasar. Sabía que Thomas no era porque se encontraba de viaje.

Por el momento dejó que me fuera a bañar, mientras ella preparaba algo para la cena. Ahora mis duchas me tomaban un buen tiempo, podría durar menos, pero era algo que si o si quería hacer sola. Era hora del baño y también de hacer ejercicios, ya que me movía mucho y terminaba algo cansada.

Iba a utilizar el baño para pensar la propuesta del señor Arafat, pero el concentrarme en no caerme o algo por el estilo, hizo que dejara aquella tarea para antes de dormir, durante el tiempo que las pastillas tardaban en hacer efecto.

Cuando terminé por fin con mi hora de aseo, me dirigí nuevamente a la cocina. Allí ya se encontraba John abrazado a mi madre, especialmente a su vientre que comenzaba a notarse mientras ella revolvía algo en una olla.

Se separaron ni bien me vieron entrar, pero no del todo. John no era un tipo al que le diera vergüenza mostrarse cariñoso.

A continuación, él me paso todo para que pueda poner la mesa para la cena, mientras ellos charlaban de cómo había sido su día. No alcancé a escuchar mucho ya que estaba concentrada en que nada se me cayese.

- ¿Nos vas a contar quién ha venido por la tarde? -. preguntó curiosa mi madre ni bien empezamos a cenar.

- Ha venido el señor Arafat ¿lo recuerdas? -. ella asintió. - quiere que trabaje para él, al parecer hay problemas aparentemente graves en una de sus compañías-. Dije sin mucha importancia.

- ¿Y qué piensas hacer? -. preguntó curiosa.

- Le dije que lo pensaría, pero no creo.

- Te haría bien-. Comentó John. - aunque sea, deberías probar.

- No lo sé, no quiero volver a tener nada que ver con un entorno así-. Dije finalmente. - en realidad, nunca quise trabajar en lugares tan grandes.

- Quizás John tiene razón, deberías probar. Podrías hablarlo con el señor Arafat, quizás él pueda entender.

- ¿Y qué hay de la rehabilitación? -. estaba empezando a pensar cualquier excusa para que dejaran el tema.

- Podemos resolver ese tema, si te sientes más segura podemos consultar con tu psiquiatra.- Él será mejor guía que nosotros sobre qué podrías hacer o no. Pero piénsalo ¿sí? -. John dio por terminado el tema y medio como que se lo agradecía.

Las cosas con el psiquiatra no habían salido como yo lo esperaba. Confiaba en que me dijera que la idea de incorporarme a un trabajo en este momento era desacertada. Pero no. Me animó a ello. Pero si me recomendó que antes de aceptar que tuviera una charla con mi futuro empleador y que pusiera condiciones, según él, necesitaba comodidad, así el hecho de salir de mi casa no me resultaba tan traumático. Para él era fundamental que saliera de mi casa y dejara de lado los pijamas y andar descalza.

Luego de llegar a mi casa después de varias horas de rehabilitación, decidí que era momento de hacer un llamado del señor Arafat. No quería trabajar, al menos no en ese tipo de ambientes, pero me sentía obligada por todos a hacerlo. Mi vida ya no era mía, ya todos decidían por mí.

El teléfono que había en la elegante tarjeta que me había dado el señor Arafat, era de un móvil, me pareció muy raro aquello. Marqué aquel número en mi olvidado teléfono móvil al que le había cambiado la línea y esperé a que alguien atendiera.

- ¿Hola? - escuché la voz del señor Arafat.

- Hola, buenas tardes señor. Soy Sofía Zafra-. Dije algo nerviosa.

Destrucción (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora