CAPÍTULO 55

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Con lo ocurrido, John había tenido que pensar una nueva dinámica para la rehabilitación de Sofía. La cosa estaba siendo más compleja de lo que él pensó. Ideó una dinámica junto al psiquiatra con una especialización en psicología, en ese momento había muy pocas certezas en cuanto a que pasaba por la cabeza de la joven que se había negado a hablar hasta el momento, pero estaban seguros de algo, Sofía no toleraba que la tocaran y eso creaba grandes interrogantes en los profesionales.

Las semanas pasaban y había buenas noticias, Sofía de a poco recuperaba la movilidad de su brazo, pero no de su pierna.

Ese día era especial, le daban el alta. Su madre le había dicho que se irían a vivir a la casa de John, ya que era más grande y se iba a poder mover con más facilidad, además de que tenía una habitación en la planta baja del inmueble. Todas sus cosas la esperaban allí.

Estaba nerviosa, no quería salir a la calle. No lo había hecho hasta el momento, casi no salía de la habitación del hospital. Ni siquiera dejaba que le abrieran las cortinas de la ventana.

A pesar de que la casa se le hacía cómoda, con el correr de los días, el estar en contacto con los diferentes médicos y que sus padres estén al pendiente de todo, le irritaba enormemente. Hasta la presencia de Thomas le molestaba. El joven pasaba tiempo con ella siempre que podía. Necesitaba estar sola. Siempre fue solitaria, y eso a ella le gustaba. Solo quería tirarse en la cama y mirar televisión.

Las noches, a pesar de que tomaba píldoras para dormir, eran de pesadillas. Constantemente los recuerdos de aquella noche en Mónaco se mezclaban con otros igual o más dolorosos, ocasionando que se despertara a cada rato muy sudada y llorando. Lo peor eran los dolores de cabeza que sentía por las mañanas por no dormir bien, y que muchas veces perduraban.

Últimamente lloraba mucho. Lloraba especialmente por las noches y en las sesiones de rehabilitación. El sentir tanto toqueteo en su cuerpo... simplemente no lo toleraba. Muchas veces terminaba aquellas sesiones vomitando lo poco que ingería.

La situación era exasperante, ya estaba cansada de todo y de todos. Aquel día, vio por las ventanas a Thomas estacionar su coche en la calle. No quería estar con él, quería estar sola. Escucho con atención cómo saludaba a su madre y juraba que podía oír cómo caminaban hacia su habitación, inmediatamente cerró con llave la puerta.

Escuchó como intentaban abrir la puerta, pero no podían.

- Sofía-. Gritó su madre desde afuera. - abre la puerta, Thomas ha venido a verte.

- No quiero-. Dijo la joven. - quiero estar sola-. Gritó.

- Vale, pero al menos sácale el seguro a la puerta... recuerda lo que dijo el psiquiatra.

- Bien, pero váyanse-. Volvió a hablar con un tono de irritación en su voz.

Inmediatamente Sofía sacó el seguro y escuchó los pasos que se alejaban. Como ahora sentía a su brazo mucho mejor, decidió que sería bueno jugar un rato a los videojuegos. Aquello la entretuvo por lo que parecieron ser horas. Cuando se sintió cansada, miró por la ventana para darse cuenta de que ya era de noche.

Se perdió mirando unos instantes por la ventana, cuando sintió que alguien entraba a su habitación. Suspiró profundamente, armándose de paciencia.

Se dio la vuelta y Thomas venía con una bandeja con comida en sus manos. La apoyó en el escritorio que la joven tenía.

- Me imagino que tienes hambre, has estado todo el día aquí metida-. Dijo él de manera amable.

- ¿Por qué sigues aquí? No entiendo de repente tanto interés de estar aquí ¿no te cansas? Porque yo si-. Le dijo la joven enojada y dolida.

Destrucción (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora