CAPÍTULO 31

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Faltaban solo cinco días para las vacaciones de navidad, me sentía totalmente agotada. Había mucho que estudiar y a eso le debía añadir el trabajo extra que William me había encargado, un trabajo digno de un investigador privado, cuando me encontraba agobiada por todo me detenía a pensar de si yo era verdaderamente la única persona que se podía encargar de eso, es decir, la compañía contaba con un montón de profesionales más calificados que yo para poder semejante tarea. Solo pensaba y me quejaba de ellos por momentos, sabiendo cómo eran las cosas y el señor Worrington, más vale hacer todo lo que me pedía o adiós todo.

Aunque debía decir que con tantas cosas en la cabeza, tendía a hacer un montón de cosas de manera automática y no me percatarme mucho de lo que ocurría a mi alrededor, no podía evitar notar lo raro que estaba William, quizás de mi seria entendible que ande despistada o con la cabeza en otro lado, pero no en él. Hubo días en los que debía decirle más de una vez las cosas, o tenía que estar constantemente recordándole que debía de hacer. Todo empezó cuando su amigo y abogado personal lo visitó de urgencia. Mi hipótesis era que la presunta paternidad pasó de ser presunta a ser de verdad. Si bien le había dejado claro en que no me metiera en sus cosas, ya me había comentado que cosas le preocupan si todo era verdad.

Ese día lo había notado hasta más blanco, su piel era tostada, ahora lucía como enfermo. Su pelo también estaba algo despeinado, como si se hubiese pasado las manos por la cabeza varias veces al día, había notado que hacia eso cuando estaba preocupado nervioso por algo.

Me encontraba caminando hacia su oficina, me había llamado. Pasé por el lugar de Rebecka, ella estaba contenta porque había conocido a una chica y según ella era "la ideal", me daba la sensación de que era muy enamoradiza. En esos días, me había invitado un par de veces para salir con algunos amigos de ella, pero decliné porque de verdad no podía, además, la sola idea de salir con gente que no conocía me ponía nerviosa.

Toqué la puerta y como siempre, me gritó un "adelante" y pasé. Me sorprendió no verlo sentado en su silla, trabajando. Estaba tirado en el sillón de cuero, no tenía puesto sus zapatos, ni su saco, la camisa tenia botones desabrochados con las mangas arremangadas y tenía un brazo sobre sus ojos.

- ¿Se siente bien?-. pregunté ya que él no estaba dispuesto a hablar.

- No, quiero decir si...- en ese momento agarra y se sienta en el sillón, con los codos apoyados en su rodilla sosteniendo su cabeza.

- ¿Necesita que le traiga algo?-. por algo me había llamado.

- No-. Lo veía perdido en sus pensamientos. Me miró de reojo. Si no quería nada ¿para qué me llamaba?- quizás necesito un consejo.

- Deje que llame a algunos de sus amigos-. Me acerqué al teléfono de su escritorio.- ¿con cuál de ellos quiere hablar?-. hablé sosteniendo el tuvo en mi oreja.

- No quiero hablar con ninguno de ellos-. Dijo algo irritado.- Gemma es mi hija-. Punto para mi, sabía que eso era lo que lo tenía así de mal.- no sé como relacionarme con ella, se vienen las navidades y hay algo en mí que me dice que debo darle la noticia a mis padres y no sé que esperar de todo eso.

- No sé qué decirle, creo que sería buena idea que lo hablara con sus amigos.

- Ellos tampoco saben que tengo una hija excepto el que es mi abogado.

- Bueno, quizás empezar a contarle a ellos que tiene una hija sería un buen paso, quizás podría invitarlos a un lugar tranquilo y decirles, ellos son mayores y supongo que podrían guiarlo mejor que yo-. No quería que me volviera a meter en sus cosas, él era propenso a confundir todo.

- ¿Cómo es la relación con tu padre?-. me hizo un gesto con la mano para que me sentara en uno de los sillones. Le hice caso y me senté.

- No nos vemos mucho-. Comenté confiando en que con esa afirmación no iba a poder decir mucho mas, tampoco era que pudiera decir mucho más.

Destrucción (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora