EPÍLOGO

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Narra William:

Me desperté abruptamente debido a una pesadilla. Había soñado que Sofía se marchaba mientras dormíamos, sin despedirse. Sentí que el alma me volvió al cuerpo ni bien la vi dormida a mi lado. Uno de sus brazos descansaba en la almohada. Noté unas líneas en su muñeca que llamaron la atención. Con uno de mis dedos las repasé, eran cicatrices. Ya sabia como se las había hecho. Mi toque la despertó, me miró a los ojos mientras aún seguía pasando mis dedos por aquellos surcos.

- ¿Por qué nunca me dijiste por lo que habías pasado? -. la cuestioné.

- No confiaba en ti, para nada. - ella comentó.

- Pensé que cuando comenzamos a pasar tanto tiempo juntos...

- Eso no hizo que cambiara nada-. Llevó un mano a su cara. - más bien, cuanto más tiempo pasábamos juntos, más miedo te tenía. vivía angustiada a tu lado, tus cambios de humor con respecto a mi...-. negó con su cabeza. - temía que hicieras lo mismo que ellos, casi lo hiciste.

- Me siento tan hijo de puta, en el fondo sabía que algo no estaba bien en ti, pero no sabía qué hacer para que me contaras. - le dije mientras la envolvía entre mis brazos.

- ¿Cómo...? -. preguntó ella sin saber bien qué preguntar.

- ¿Cómo lo supe? -. terminé por ella. - en realidad no sabía nada hasta que Harry nos contó, pero tenía mis sospechas. Aunque no lo quieras creer, te observaba, mucho. Tu forma de ser, no era normal-. le confesé.

- ¿Qué quieres decir con eso?

- Tu aspecto descuidado, las distancias que siempre ponías entre ti y cualquier otra persona, incluso tus padres. Nunca comías nada frente a los demás. Tu mirada baja, tus escasas palabras-. Hice una pausa para acariciar su mejilla, levantar su rostro para que me mirara. - revisé tu teléfono y lo que encontré no me gustó nada.

- ¿Qué encontraste? -. preguntó incómoda, volviendo a bajar su mirada.

- Nada y ese fue el problema. ¿Por qué una chica de 20 años no tendría nada en su teléfono? Ahí me di cuenta de lo solitaria que eras, quería cambiar eso, pero no supe como... quería ser algo para ti, un amigo, una pareja, pero me lo hacías cada día más difícil. En fin, más allá de todo, nunca pensé que lo que te ocurrió fuera tan grave. ¿Cómo estás con eso? -. le pregunté, sabía que aquello no debería ser fácil para nada.

- Estoy bien, trato de no pensar sobre ello.

- Sabes que puedes contar conmigo, si algo pasa ¿no?

- Gracias, pero todo va bien-. Me sonrió.

Aquella sonrisa fue todo lo que necesité para besarla. Avancé hacia su rostro de manera lenta y delicada, cabía la posibilidad de que me rechazara, pero no lo hizo. Era un beso lento e inocente. Eran sus primeros besos, no quería asustarla. Tampoco quería ir más allá de un beso. Conforme iba besándola, comencé a tocar, más bien rozar ciertas partes de su cuerpo con mis manos. Con sus manos iba corriendo las mías cuando tocaba alguna parte de su anatomía con la cual no se sentía cómoda. Metí mi mano por dentro de su camiseta, para posarla lentamente en su cintura. Aquel toque, hizo que su cuerpo se sacudiera un poco y soltara una risa.

- ¿Con que tienes cosquillas? -. le pregunté con una sonrisa.

- Supongo, ni yo lo sabía-. Explicó risueña.

- Me gusta verte reír, muchas veces soñé con verte así, aunque sea sonreír, siempre estabas tan tensa a mi lado-. Le dije para volver a besarla. - me gustaría que vuelvas a trabajar para la compañía, sé que ya no trabajas con los Arafat.

Destrucción (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora