CAPÍTULO 5

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Ella abrió la puerta y me invitó a pasar y ahí estaba él, William James Worrington, apoyado en el borde de su escritorio, elegante y mucho mas musculoso de lo que lo recordaba. Siendo piloto de fórmula uno, uno de los mayores requisitos era permanecer los más delgado posible, él era un tipo de contextura grande, y sabia lo mucho que luchaba para mantenerse super delgado con su metro casi noventa de estatura. Ahora había engordado, pero por cómo le quedaba el traje de tres piezas que usaba, asumía que era todo musculo y nada de grasa. Su piel lucía bronceada como siempre, y con su cuarenta años era posible ver algunas arrugas alrededor de sus ojos que bien podrían ser verdes o azules. Era un autentico dios y él lo sabía y siempre supo cómo usarlo a su favor, las revistas de prensa siempre tenían la última novedad de su ultimo ligue y de los escándalos que provocaba. Fue una sorpresa para todo el mundo el día que anuncio su retiro para tomar el puesto de su padre en W.T.C, muchos dudaron que un tipo con la exposición pública que él tenía y sumando que era simplemente un piloto de coches pudiera llevar a cabo semejante tarea, pero más sorprendente fue saber que mientras era un piloto estrella se dedicó a estudiar economía en Oxford también y se había recibido con honores.

- Señorita Zafra, señorita Zafra ¿Se encuentra bien?-. otra vez me había distraído, no podía concentrarme la situación me estaba superando.

- Si, lo lo siento-. Balbucee, el cambiaba su mirada entre la señora Christersen y yo. Cuando me miraba a mi pude sentir desprecio, genial, ni yo me encontraba contenta de trabajar para él, ni él se encontraba contento con que yo trabajara para él.- bueno, si nada ocurre la dejo con el señor Worrington- no, por favor no me dejes a sola con él, quería tirarme al piso y llorar rogando que no me dejara sola.

- Señorita Zafra, tomé asiento por favor-. Fueron sus primeras palabras, trato de sonar simpático-. En un momento estoy con usted.

Acompaño a la señora Christersen a la puerta mientras yo me sentaba, pude ver como él la tomaba del brazo de forma cariñosa y se susurraban cosas al oído mientras se reían, era evidente de que se estaban riendo de mi. En ese momento mis ojos se empezaron a llenar de lagrimas y como siempre hago, hice todo el esfuerzo del mundo para no largarme a llorar. Salieron de la oficina y pasaron unos cuentos minutos, no sé qué estaba haciendo ahí, debería irme, ir con la señora Nowak y decirle lo mal que me estaban tratando y que por favor me diera otro lugar para trabajar.

Él volvió como a los 15 minutos, era evidente que había estado haciendo otra cosas con la gerente de recursos humanos, si bien yo era una persona que me costaba mucho sostener la mirada con otras personas, lo poco que vi cuando el entro era que sus labios lucían hinchados y su ropa algo desprolija. Se sentó en la silla frente al escritorio, soltó un gran suspiro para comenzar a hablar.

- Dado que me he quedado sin una de mis secretarias, hasta que consigamos otra desempeñaras ese papel. Espero que lo hagas bien ya que la señora Nowak me habló de tu excelencia, veamos si tal cosa es cierto-. Dijo con tono de burla.- ahora voy a llamar a la otra secretaria que te va a indicar tu lugar de trabajo y las cosas que debes hacer-. Seguidamente tomo el tubo del teléfono marcó un número y solo dijo "a mi oficina" y colgó.

A los pocos segundos apareció otra mujer con pinta de modelo, con una falda muy adherida a su cuerpo y una camisa blanca que tenía demasiados botones desprendidos dejando ver parte de su ropa interior.

- Señor Worrington, dime para que soy buena-. El tono de su voz era raro, ¿acaso estaba coqueteándole?-

- Señorita Gallagher, esta es la señorita Zafra-. Señaló al lugar donde estaba sentada.- será su nueva compañera, así que enséñele las cosas que debe hacer y el lugar para que ella trabaje.

- Ops, no la había visto señorita-. Pero que chica más tonta.- ven, acompáñame.

Me levanté de la silla y susurre un hasta luego que no me fue correspondió. Cuando la miss tonta me vio pude ver burla en sus ojos, ¿por qué a la gente le sorprende la gente gorda? Cada vez que me miraban de esa manera sentían como si me desnudaran y eso no es nada bonito.

La seguí sin decir una palabra, hasta que llegamos a un pasillo y caminamos por el hasta la última puerta que había en el lugar. Ella abrió y me hizo pasar. Era una oficina con todo lo necesario, hasta una máquina para hacer té o café.

A continuación me explicó varias cosas, me pasó la agenda del señor, me hizo varios encargos como leer todos los informes de todos los departamentos antes de presentarlos al jefe, y demás cosas que, a mi parecer para ser una simple pasante eran demasiada responsabilidad.

Llegados a este punto puse en duda si iba a poder con la universidad y lo que me tocaba hacer en el trabajo. En mi mente se me cruzo la idea de perder el año para poder realizarlo al siguiente en otra compañía, pero si hacia eso lo más probable es que perdiera mi beca y así no iba a poder continuar con mis estudios. Me sentía entre la espada y la pared.

Luego de toda la explicación, me senté en mi escritorio encendí la computadora que había en él y empecé a familiarizarme con todo y permitirme derramar un par de lagrimas. Hoy eran esos días que deseaba no haberme levantado. Era algo que me sucedía a menudo, pero siempre no terminaba por hacerlo, no lo hacía por mí, lo hacía por mi mamá.

El resto de la mañana se me paso revisando balances, viendo que reuniones había programadas para esta semana. Recibí un mail donde se me informaba los horarios que la compañía había acordado con la universidad. No me gusto saber que el jefe tenía todo el derecho de pedirme hacer horas extras, incluso de trabajar los sábados, pero sospechaba que él lo que menos quería era tenerme mucho tiempo por ahí, se lo notaba incomodo con mi presencia. Lo bueno es que a pesar de todo no se dio cuenta de quién era yo.

La hora del almuerzo era mi momento de marcharme, debía ir a la universidad y si no me apuraba llegaría tarde, caminé por el pasillo hasta el ascensor. Pasé por el puesto que ocupaba la señorita Gallagher a la que salude con un "hasta mañana" que no me respondió porque estaba muy ocupada tomándose selfies.

Justo cuando me metí en esa caja metálica llena de espejos y las puertas empezaron a cerrarse, una mano se mete entre ambas impidiendo que se cierren por completo, para poder entrar. Era él. Solo puso cara de disgusto y yo me ubique en un rincón, bajé mi vista, demasiados espejos, mi nariz empezó a picarme al oler el perfume que él desprendía y me eso produjo que empezara a estornudar. Ahí nomas saqué de mi mochila un paquete de pañuelos descartables para poder limpiarme. Escuché que él bufaba, como si le molestara estar encerrado con una persona que estornudaba. El ascensor llego a la planta baja y él salió disparado de ahí sin decir adiós o hasta luego.

Ahora solo me tocaba ir media jornada a la universidad, luego ir a mi casa, intentar dormir y volver a este lugar que viendo como era el trato de todos hacia mí, ya me veía pasando malos ratos día sí y día también.

Destrucción (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora