Al otro día al despertarme, me encontré con otra nota de él diciéndome que se encontraba en Mónaco y que más tarde me escribiría por el tema de la cena con el señor Arafat. Hice lo mismo que el día de ayer, tomé un coche. Esta vez, pensé que sería ideal ir hasta el límite de Francia con Italia, así que decidí que mejor que ir a Italia con una Ferrari. Aproveché a comprar unos regalos para mamá, para John y Rebecka. Me di el lujo de comer pasta en un lindo restaurant a las orilla del mar. El auto al igual que ayer llamaba mucho la atención.
Decidí volver cuando el odioso me mandó un mensaje comunicándome que me pasaría la dirección del hotel donde se realizaría la cena. El estaba ocupado con unos temas y que no podía pasar por mi, se cambiaría en el mismo hotel.
Aquello me daba tranquilidad, iba a tener la casa para mi sola para peinarme y maquillarme. Ambas tareas me estresaban, tenía miedo de que no me saliera lo que mi madre me enseñó.
Puse música que se escuchaba en toda la casa, abrí el gran ventanal de la habitación para sentir la brisa marina y me puse manos a la obra. Primeramente pinte mis uñas de negro, luego me metí a bañar y depilé un poco mis piernas. Al terminar preparé mi cara con algunas cremas hidratantes para que el maquillaje quedara bien. Sequé mi cabello con ese trasto del demonio que se llamaba secador de pelo que pocas veces en mi vida había utilizado. Menos mal que la ventana estaba abierta porque me daba mucho calor. Cuando estuvo algo seco pasé a utilizar una plancha y alisar un poco. Y así lo deje. No quería un peinado elaborado, quería algo cómodo.
Luego me maquillé, sentía que me faltaba práctica para aquello, a medida de que iba pasando ciertos productos me temblaba la mano. Pero como casi todo iba difuminado no importaba ser tan precisa. Y era cierto, me hacía ver más mayor.
Se me dio por mirar la hora y se me estaba haciendo tarde y yo no era de llegar tarde. Me apuré a ponerme el vestido y los zapatos. En realidad me puse algo más cómodo en los pies, pues no sabía conducir con aquellos tacones. No sé porque, pero no me atreví a mirarme en el espejo. Cada vez que bajaba la mirada podía ver como mis pechos querían salir de aquel vestido, pero mi madre me dio unos consejos para que aquello no ocurriera. En un pequeño bolso que me regaló John guarde el lápiz labial, mi móvil, dinero y la tarjeta de crédito.
Estaba por salir, pero en la mesa que había en el recibidor se encontraba un paquete. Me acerqué a el, tenía una nota muy elegante que procedí a leer.
"Cuando las vi esta mañana, pensé en lo bien que te quedarían. Espero vértelas puestas hoy en la noche"
El paquete era elegante, alcance a distinguir la leyenda Cartier. Se trataba de joyas. Al abrir el delicado estuche me encontré con un par de aros y una gargantilla a juego. Ambas piezas eran muy delicadas, finas, sencillas dentro de lo que cabía y el color plateado destacaba en ellas. De todas maneras se veía todo muy costoso. La verdad es que no quería usarlas, sentía que todo era ya como mucho. ¿Qué estaba planeando con todo aquello?. Una angustia inundó mi pecho en ese momento. Sacudí mi cabeza y sin pensarlo mucho más me las coloque sin siquiera fijarme bien si quedaban con lo que llevaba puesto.
Tomé al azar las llaves de otro de los autos que descansaban allí, esperando por alguien que los use. Me sorprendió encontrarme con un Pagani Zonda, pero me pareció demasiado ir con ese coche, demasiado exclusivo y caro. Así que me decidí por el Porsche 918, llamaba la atención pero no tanto como el anterior.
Ya era de noche y me arrepentí de no haber comprado un abrigo a juego. Menos mal que el viaje hasta el hotel en Mónaco no era muy largo. Al llegar al hotel más exclusivo del principado, un valet parking me ayudó a estacionar. Antes de salir del coche, me calcé los zapatos y caminé hasta la recepción para que me informaran en donde se encontraba el señor Worrington. El empleado que se encontraba allí, muy amable me acompañó hasta la sala donde el señor Worrington esperaba.
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Destrucción (en edición)
RomanceSINOPSIS: La joven introvertida y tímida Sofía Zafra se enfrenta a sus pasantías universitarias, pero lo que no sabe es que se va a enfrentar a el hombre que comenzó a destruirla desde que tenía diez años y que no parara hasta destruida por completo...