CAPÍTULO 77

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Ambos se miraron por unos instantes. En realidad, Sofía no fue capaz de sostener la mirada a William por mucho tiempo. El silencio reinó la habitación por unos segundos, hasta que él empezó a avanzar paso a paso hacia la muchacha, muy lentamente y con mucha cautela.

Por su lado, Sofía al verlo allí parado tan imponente, quiso dar marcha atrás. Se cuestionó el estar allí. Tragó fuerte al recrear como esos ojos la miraron segundos atrás, eran los mismos que la miraban en sus peores pesadillas, muy severos.

William no sabía qué hacer ni bien llegó a estar parado enfrente a ella. Toda la seguridad se había evaporado. Se tomó unos segundos más para examinarla. Lucía diferente, el pelo suelto y peinado fue lo primero que notó. Ella no solía peinarse y siempre lo llevaba atado. Su atuendo seguía siendo sumamente simple, pero ahora llevaba jeans de un azul muy claro que, si bien no iban pegados a su cuerpo, le daban un aspecto juvenil y fresco; la camiseta negra de mangas cortas hacía resaltar el color sumamente níveo de su piel. Estaba prolija.

- Pensé que no ibas a venir-. Habló él, rompiendo el hielo.

- Yo tampoco-. Explicó ella algo incómoda por tenerlo ahí tan cerca. - creo que ha sido una mala idea venir, yo...-. dijo negando muchas veces con la cabeza y girándose para abrir la puerta.

- No, por favor. No te vayas-. Suplicó angustiado mientras le tomaba un brazo para detenerla. - déjame explicarte.

- Realmente no se que debes explicarme. Nada de lo que digas hará que te perdone-. Sofía dijo enojada a mientras tiraba del brazo que William le había agarrado, pero este no la soltaba.

- Si hay alguien que tiene claro que nunca vas a perdonarme, ese soy yo

- ¿Entonces para qué quieres hablar conmigo? Esto no tiene sentido.

- Si lo tiene. Los dos necesitamos esto para poder seguir adelante-. explicó él con determinación. -y no lo niegues, por algo estás aquí.

Sofía agachó su cabeza, algo abatida. Él tenía razón, por algo había ido. No tenía planeado hacerlo. Ese día se tomó el trabajo de lucir más presentable para hacer la visita a su psiquiatra. Este le había dado la orden de empezar a arreglarse más. No le pedía que se maquillara y demás, solo le pedía que, aunque sea tomara el tiempo de peinarse y no lucir como recién levantada. Había días que se levantaba con el ánimo de hacerlo y había días en que no, pero se esforzaba un poco más el día que le tocaba ir con el profesional.

Ir a la oficina fue algo espontáneo, justo se estaba dirigiendo a su casa cuando sin pensarlo empezó a conducir hacia otro lado, hasta que se encontró frente a la compañía de los Worrington. Sabía que no la iban a dejar entrar al piso de William, pero el trabajar allí la llevó a conocer algunos secretos sobre cómo se manejaba el edificio. Se metió para mezclarse entre la multitud que allí había y se metió en el elevador personal del jefe. Agradecía que el código para acceder al aparato, era el mismo. Ya allí solo le tocó llegar al último piso. Ahí la recibió Rebecka que se alegró muchísimo al verla. Y la dejó entrar a ver a William sin ni siquiera anunciarle.

Sofía se permitió levantar la cabeza y ver más allá de William. La oficina había cambiado un poco. Pudo observar que sobre el escritorio había varios portarretratos y en un rinconcito había una mesa pequeñita con sillitas de varios colores. A aquel mobiliario se sumaba lo que parecía ser un corralito infantil y varias cajas también de colores y por el piso se encontraban algunos juguetes. William giró su cuerpo para dirigir su mirada hacia donde ella lo hacía.

- Son los juguetes de Sofía, mi hija más pequeña. A veces la traigo conmigo y ese es su rincón mientras yo trabajo-. Expresó contento al hablar de su hija.

Destrucción (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora