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Michoacán

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Michoacán.

El estado entró cuando su padre le indicó, sentandose y esperando a que de inicio a las listas de crimines que había cometido en los últimos años, a pesar de ser ya un estado rehabilitado y el primero en mostrar una diferencia después de estar encerrado cinco años. El único estado que la rehabilitación le funcionó al poner de su parte para verlo. México estaba tan orgulloso de él, era tan diferente ahora que no lo reconocía.

—Sigue teniendo peleas con Jalisco, pero son mínimas. Su relación con otros estados es tranquila, y ya no se mete en problemas. Los medicamentos funcionaron junto con la rehabilitación. —México habló orgulloso mientras le acariciaba el cabello. —¿Verdad, corazón? —asintió.

—Es impresionante lo mucho que la rehabilitación lo ayudó. Es un nuevo estado. —se le felicitó como siempre, acercandose para darle una revisión rápida junto con una paleta por ser tan bueno. Michoacán no podía ser más feliz en ese momento, por un rato se sintió el favorito de su padre.

Michoacán era visto como un gran ejemplo para los estados que todavía no creían que la rehabilitación podía ayudarlos a cambiar sus actitudes y aprender a calmarse en situaciones de estrés, más no reprimirlas. Fue un camino largo y complicado al principio, con el tiempo se fue acostumbrando. Cinco años en un centro de rehabilitación era bastante para un estado mexicano, cuando duraban solo dos meses porque según ya estaban bien. Era como un castigo para ellos irse a rehabilitación, así que pensaban que podían hacer lo que quisieran si solo pasarían dos meses bajo ese hospital.

Ahora no. Las reglas habían cambiado al igual que México.

 Las reglas habían cambiado al igual que México

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Morelos.

—Morelos. —habló la organización al tener al estado sentado. México a su lado como con todos sus hijos, estando ahí como apoyo en caso que lo necesiten. Se notaba mucho que los algunos estados habían pasado de largo las reglas de México.

Una de ellas era no tener ningún tipo de perforación o tatuaje, cosa que no les importó y lo hicieron algunos. Morelos tenía ambros brazos tatuados por completo sin importarle lo que su padre tenga que decirle. Casi la causa un infarto a su padre cuando llegó a casa con sus primeros tatuajes, porque no era algo común entre ellos. México lo regañó como si hubiera cometido un crimen, y no era tan serio, solo un poco de tinta en su piel.

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