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1905Yucatán

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1905
Yucatán.

"1,033 coreanos que llegaron a la península de Yucatán en los primeros años del siglo xx."

Yucatán no se esperaba la llegada de gente a su territorio, de hecho no le habían dicho nada acerca de la avenida de extraños. Su padre le había avisado poco antes de la llegada, por lo que tuvo que prepararse rápido y salir con él a dar la bienvenida.  Tenía miedo, los nervios escalaban por su espalda al ver bajar a tanta gente de ese barco inglés. Escuchando a su padre hablar; al parecer llegaron por noticias de que habían mejores oportunidades de trabajo en las zonas henequenera en su territorio. Sin embargo, Yucatán no estaba tan seguro de eso.

Mirando a su padre, parecía interesado en platicar con aquel coreano quien se veía muy confundido. Era la representación de la gente que llegaba por lo que podía ver. Quedándose detrás de su padre, escondiéndose y viendo hacia abajo, luego arriba al extraño.

¿Porqué se reía con lo que decía su padre? ¿Porqué lo miraba así? Frunciendo el ceño, confundido de la interacción entre ambos adultos. Corea, era lo que entendió, y ese tal Corea parecía agarrarle mucha confianza a su padre de la nada. ¿Qué tramaba? No le agradaba.

—No tiene de que preocuparse. Su gente estará a salvo aquí en Yucatán, mi hijo es uno de los mejores estados de la república —México halagó mientras acaricaba el cabello de su hijo. Yucatán escondido todavía. —Ahora que está aquí, podría darle un recorrido si es lo que desea.

Tal vez no había sido la primera vez que su padre conocía a ese tal Corea, parecían ya haberse conocido tiempo atrás por la forma en la que su padre se comunicaba. Fue en ese momento dónde las cosas parecían cambiar para el coreano, quien seguía a México a todos lados, caminando a su lado y rozando su mano con la de él "accidentalmente"

marzo de 1968
Pabellón de la amistad en Chapultepec
México/Corea del Sur

Distrito Federal (actual CDMX), veía desde lejos como su padre andaba muy feliz de la mano de Corea del Sur andando por ahí después de la inauguración del pabellón de la amistad que Corea del Sur le había mandado a su padre, y como su nombre lo decía; amistad, y no parecía ser tan amistoso como su padre besaba al coreano en los labios de vez en cuando. Eso no era de amigos, ¿Desde cuándo las amistades se besaban en la boca?

Para ese punto, México había cambiado mucho como padre y pareja, después de su separación con China nunca pensó que lograría encontrar otra relación como la que tuvo en el pasado. Justo ahí estaba, de la mano de Corea del Sur, sonriendole mientras lo escuchaba hablar de lo feliz que estaba de mantener una relación no solo de amistad con él, pero algo que trascendía esa barrera.

—Ay, tu chamaco se está yendo. —México habló, caminando rápido detrás de la capital coreana que se estaba escapando por ahí detrás de una mariposa. Agarrándolo en sus brazos como si nada, lo regresó dónde su padre. Corea no hizo nada más que agradecerle por el rato que habían pasado, haciendo una reverencia hacia él y cargando a su capital en brazos quien hizo lo mismo en agradecimiento.

Corea iba a decir algo, cuando fue interrumpido por el estruendo repentino que se armó cerca de ellos. México cerró sus ojos un segundo, suspirando profundo para calmarse antes de dirigirse hacia sus dos hijos que estaban peleando.

Se andaban peleando por un elote.

—¡No, Distrito Federal, suelta a tu hermanito! —regañó el mexicano, separando a su hijo de su otro pequeño. Parecían dos gatos peleándose en la calle. Corea solo sonrió y rió levemente por la escena de un padre luchando para que sus hijos se separen. —¿Por qué se están peleando ahora? Díganme.

—¡Se robó mi elote, ese era mío! —el Estado de México atacó.

—¡Y tú te robaste mi torta, pinche rata! —El Distrito Federal habló de vuelta, retorciéndose en brazos de su padre para que lo suelte y vuelva al ataque contra su hermano. México suspiró, sentando a ambos en la banca para regañarlos por su actitud, sin darles de golpes de por medio, porque había aprendido a controlar esa parte de él.

—A ver, ¿Por qué te comiste la tortita de tu hermano, EDOMEX? Tu tenías la tuya, ¿A dónde se fue? —México comenzó a dialogar con ellos como le habían dicho en rehabilitación y terapia.

—Me la tragué.

—Lo que hiciste es incorrecto, mi amor. No puedes comerte la comida que le hice a tu hermanito, corazón. —se agachó para poder hablar con él, mostrando un lado más amable y comprensivo. —Si tenías más hambre solo tenías que venir conmigo y decirme, no pasaba nada, mi vida. Esto también va para ti, Distrito Federal, no le arrebates la comida a nadie, si querías un poco le podías preguntar si te invitaba a un pedazo.

—Lo hice y me dijo: compra. —frunció el ceño.

Ah, si. México todavía tenía mucho que trabajar con sus hijos incluso en años más actuales.

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