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Argentina seguía en casa de México con los estados, con el paso de los días comenzó a confiar más en ellos, cuidando de ellos en lo que México trabajaba, obviamente había veces en la que tenían que dejarlos solos ya que Argentina obvio tenía sus p...

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Argentina seguía en casa de México con los estados, con el paso de los días comenzó a confiar más en ellos, cuidando de ellos en lo que México trabajaba, obviamente había veces en la que tenían que dejarlos solos ya que Argentina obvio tenía sus propias responsabilidades como país, así que los dejaba solos por unas horas. Los estados se portaban bien, ahora asegurados de que iba a ser la última relación de su papá por fin, que ya no iba a haber más separaciones.

Ya estaban aceptando a Argentina, pero no a sus hijos, a esos pequeños demonios como los llamaban jamás los iban a aceptar en su vida, mucho menos considerarlos como sus hermanos. Nada de eso iba a pasar.

Había algo a lo que Argentina todavía no se acostumbraba, y eran las constantes peleas que los estados podrían tener. Los ruidos fuertes lo asustaban por lo que México tenía que Intervenir para que no se hagan daño y dejen de poner nervioso a Argentina por sus gritos.

Otra cosa que debía de aprender Argentina era el tocar la puerta antes de entrar. Ya había pasado varias veces que entraba sin saber que un estado estaba dentro y los atrapaba cambiándose de ropa. Obvio los estados se molestaban, cerrandole la puerta para que sepa que primero debe de tocar como lo hacía México.

Lo siguiente era acostumbrarse al tamaño de la casa, estaba hecha para la estatura de México y de sus estados los cuales eran bastante altos y grandes en cuerpo.
A pesar de eso, eran como pequeños niños corriendo y jugando en todos lados cuando ya no tenían responsabilidades. Argentina era el encargado de calmarlos.

Pero, ¿Como podía alguien tan pequeño calmar a estados que median casi dos metros?

—Nuevo León, ¿Podrías ayudarme?—Le preguntó el norteño quien solo se levantó del sillón en dónde estaba, siguiendo a Argentina para ayudarlo a bajar algunas cosas de las alacenas de hasta arriba.

—Aqui tiene.—Se lo entregó con una sonrisa.—Tenga cuidado, si necesita algo más puede decirme.

Había una cosa más pequeña a la que Argentina no estaba acostumbrado y es que se dirijan a él como "usted" No entendía bien porque los estados hablaban con él de esa forma, cuando no era necesario.
Para los estados era algo que debían de hacer.

Crecieron refiriéndose de usted a México y a toda figura mayor que ellos o de autoridad, no podían cambiar eso de ningúna forma, lo consideraban una falta de respeto y también extraño que alguien no se dirija hacia sus figuras de autoridad de usted.

Habían muchas cosas más que aprender con los estados.

𝐇𝐈𝐉𝐎𝐒 ! estados de México.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora