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Eran treinta y dos estados, hijos de México o al menos él mismo los consideraba eso, para él sus estados no eran más que sus hijos los cuales cuidó desde que eran pequeños, los crío a su manera y aunque cometió errores que para muchos eran imperdo...

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Eran treinta y dos estados, hijos de México o al menos él mismo los consideraba eso, para él sus estados no eran más que sus hijos los cuales cuidó desde que eran pequeños, los crío a su manera y aunque cometió errores que para muchos eran imperdonables, logró cambiar para bien por el bienestar de sus hijos. Fue un largo viaje hacía el perdón de sus retoños, quienes después de cuestionarse si era correcto o no, perdonaron a su padre.

Desde ese momento comenzaron a llamarlo papá, puesto que eso era para ellos. México era su papá, el padre que muchos veían estresado, constantemente intentando mantener la comunicación con todos para no explotar en contra de sus hijos. La paciencia era clave para la crianza de los estados; un exceso de paciencia porque no era tarea sencilla.

Los estados habían crecido, ahora ya eran adultos, o al menos eso parecían porque les faltaba madurez mental, muchísima de ella. Estaban bajo el cuidado de su padre todo el día, y muchos los comparaban con los pandas, porque no hacían más que comer e irse a dormir la siesta después de jugar un rato y haber molestado a su padre.

A pesar de los esfuerzos de México, parecía que había algo que a los estados no les agradaba, y eso era su relación con Argentina. Era complicado, no les agradaba la presencia del argentino en casa, creían que era innecesario que su padre tenga pareja, pero no podían hacer nada en contra de ello, más porque México se casó con el mismo Argentina hace años. Separarse no era algo que pensaban hacer.

—Solo les pido que sean respetuosos con él. Una noche se quedará, y una noche les pido que se guarden sus comentarios —México les pedía mientras se encargaba de hacer la cena. Sus estados estaban acomodados por ahí para escuchar lo que su padre tenía por decir. Esperaban su cena también —. Argentina no es malo, ustedes saben lo mucho que lo amo.

—A él lo soportamos, el pedo son los demonios que trae detrás de él —EDOMEX comentó de mala gana. CDMX le dió un golpe en la pierna para que no dijera nada. México solo se volteó, confundido por el comentario —Ya sabe, las provincias que trae con él a veces.

—Oh, pero esos son sus hijos, mi amor. No son demonios, solo son pequeños que apenas están intentando vivir sin él —México comentó —, y más respeto hacia ellos también, son mayores que ustedes. Deberían incluso referirse a ellos de "usted".

—Ni muerto —CDMX dijo de inmediato.

—Primero Nuevo León como capital del país antes de llamar a esas bestias de "usted" —bromeó Tamaulipas, ganándose la mirada de su hermano regio quien solo cruzó los brazos.

México suspiró. —Bien, si no quieren entonces no lo hagan, pero solo tengan respeto por Argentina y ellos. Nada de jugar rudo ni decirles chistes groseros, son pequeños y pueden lastimarlos —dijo, retomando su cocina.

—Usted también dígales a esos cabrones que no hagan mamadas y luego nos culpen —Sinaloa comentó, cruzando sus brazos mientras otros estados se acercaban para robarse una bola de quesillo para comérsela entre todos.

—¿Qué más van a hacer, Sinaloa? Apenas pueden subirse a ciertos lugares de aquí porque no están lo suficientemente altos para alcanzarlos —explicó sin mirarlo por estar concentrado en cocinar.

—¡Porque no los ha visto ayudarse entre ellos! —contestó, acercándose a sus hermanos para también comer de la bolita de queso Oaxaca/quesillo que se habían tomado sin permiso.

México solo suspiró, viendo la hora. Argentina llegaría en unas horas y aunque no lo diga en voz alta, la verdad era que el argentino tenía un poco de miedo de los hijos de su esposo. Argentina era un hombre alto, medía un metro ochenta. Sin embargo, los hijos de México superaban el metro noventa a excepción de tres de ellos, pero esos tres seguían siendo más altos que él.

El más pequeño era Quintana Roo midiendo un metro sesenta, debido a que era muy joven todavía. Yucatán media un metro ochenta y tres, mientras que Jalisco solo alcanzaba el metro ochenta y cinco. A pesar de eso, México los consideraba los más pequeños de todos aunque medían mas que el promedio de un hombre en México.

Su estado más alto era Nuevo Leon; casi dos metros con cinco.

Nadie sabía cómo es que eran tan altos, pero aunque era algo bastante atractivo a la vista, la verdad era que ser tan altos también llevaba a dolores en las rodillas debido a los espacios no tan apropiados para ellos que los obligaba a estar en posiciones no cómodas para sus cuerpos.

Y uno que otro golpe contra un marco de una puerta.

𝐇𝐈𝐉𝐎𝐒 ! estados de México.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora