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México siempre estaba atento a sus pequeños cuando salían con él

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México siempre estaba atento a sus pequeños cuando salían con él. Le recordaba mucho cuando los estados eran de verdad pequeños y tenían que ir de la mano con él a todos lados, era el recuerdo más adorable que podía tener en mente. En ese día, México estaba siendo acompañado por CDMX al trabajo, puesto que se le había pedido a varios países que trajeran consigo a sus capitales para hablar con ellos en privado.

México peinaba el cabello de CDMX nuevamente en el día al ver que otra vez se había revuelto todo. Le decía que tenía que comportarse y ser educado con la persona que le iba a entrevistar ese día, lo más común que le podía decir a su capital y que ya hasta CDMX se lo sabía de memoria de todas las veces que se lo decía. Iba a seguir, si no fuera porque escuchó un llanto que causó que se detuviera.

Escuchar un llanto activaba el lado más paternal de México de alguna manera.

—¿No va a ir a ver, verdad? —CDMX preguntó al ver que su padre se separaba y quitaba sus manos de su cabello —debe ser el chamaco ahí de un país, se le perdió o algo. —habló, sentandose en uno de los sillones fuera de la oficina donde estaban hablando con una capital.

México se iba a quedar sentado también, pero el llanto de aquel bebé lo estaba preocupando bastante, parecía que estaba perdido por la forma en la que llamaba por su papá. Suspirando, odiando su instinto paternal que le gritaba que fuera a ver qué ocurría.

Se levantó, mejor yendo a ver de dónde provenía aquel llanto. CDMX suspiró pesado, no creyendo que su padre estaba por meterse en asuntos que no le importaban. ¿Por qué tenía que estar cuidando de hijos ajenos? Era una mala costumbre de su padre al parecer. México había cambiado bastante desde rehabilitación, y era obvio por la forma en la que se preocupaba hasta por hijos que no eran suyos. Estaba mal, lo sabía, pero no podía evitarlo.

Doblando una esquina del lugar donde esperaban, encontró a un pequeño bebé caminando desorientado, confundido y asustado también, con una manita sosteniendo lo que parecía ser un oso de peluche, el cual abrazaba después al no saber dónde estaba. México lo miró, suspirando al reconocer de dónde provenía: Corea del Sur.

Sabía que Corea del Sur no era un buen padre, de hecho era uno de los peores cuidadores que había presenciado. Siempre tenía su territorio estresado, no le sorprendía que no se haya dado cuenta que se le había escapado uno de sus hijos. De hecho, odiaba admitirlo, pero fue una de las razones por las que terminó con él. Decidido, se acercó al pequeño, quien se asustó ante la presencia de México, casi saliendo corriendo, si no fuera porque se agachó para verlo con atención.

—Tu debes ser Sejong. —habló, aún sabiendo que el pequeño no lo iba entender. El bebé miró a todos lados, acercándose a México al reconocer el escudo que traía en medio del rostro. Sejong lo conocía por medio de su padre, así que confió en él, acercándose a pasito rápido de bebé hacia él, con los bracitos extendidos.

México sonrió, tomando al pequeño en sus brazos. —¿Dónde estará tu papá, mi amor? ¿Y qué haces aquí caminando, corazón? No puedes andar solito —le dijo en un tono suave. Sejong no entendía, pero presentía que le estaba diciendo algo serio.

—아빠.... (papá...) —pronunció mientras miraba a México, dandole golpecitos en el pecho en lo que caminaba en busca de Corea del Sur para hacerle entrega de su hijo. —아빠, 아빠 (Papá, papá) —repetía, riendo entre sus palabras, jalando de la camisa de México.

—No, corazón —México habló, riendo por lo tierno que era. —no soy tu papá, mi vida. —se apuntó así mismo, negando la suposición del pequeño. Sejong rió, siguiendo llamando a México de esa forma, puesto que de verdad creía que él era su padre. Era hasta común que bebés creyeran eso, por la forma en la que hasta se agarran de su pantalón para seguirlo o intentan sujetarse de su mano.

Al no poder encontrar a Corea del Sur, México volvió al principio donde estaba CDMX. Se sentó a un lado con el pequeño en sus piernas, quien al ver a la capital mexicana se asustó, escondiéndose entre los brazos de México, quien solo sonrió, dandole palmaditas en su espaldita.

—¿Y ese wey qué o qué? ¿No tiene papá o que pedo? —CDMX preguntó, molesto.

—No seas grosero, CDMX. Está perdido, se llama Sejong, es una ciudad de Corea del Sur, parece que se escapó de él y no lo encontró —habló, cuidando del bebé ajeno. El pequeño estaba más que cómodo en brazos de México, incluso apunto de quedarse dormido.

Para CDMX todo estaba bien, si no fuera porque su papá comenzó a hacer bailar al bebé con la típica tonada. Si, el tradicional: "tinguiriringui" Ah, como le estaba hirviendo la sangre a CDMX de celos. No podía creer lo que estaba viendo, eso iban a llegar a oídos de sus otros hermanos.

—Creo que le gusta —México dijo con una sonrisa, escuchando las risas tiernas del bebé quien solo pateaba hacia abajo y movía sus bracitos de arriba hacia abajo, divirtiéndose con el mexicano.  Mirando a su hijo, notando el ceño fruncido que traía. —No seas celoso, CDMX, yo hacia esto con ustedes cuando eran bebés también.

—Bueno, ya regrese a ese bebé dónde lo agarró, ¿No?

—CDMX, por favor.

𝐇𝐈𝐉𝐎𝐒 ! estados de México.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora