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— México, tus estados ya no son unos bebés, son adultos ya que pueden cuidarse y saber estar solos

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— México, tus estados ya no son unos bebés, son adultos ya que pueden cuidarse y saber estar solos. Debes de entender que no siempre vas a estar ahí con ellos para protegerlos, les estás quitando parte de su autonomía al hacer todo por ellos. — le explicaron al mexicano en una pequeña sesión de terapia.

Fuera por los grandes ventanales veía a algunos estados jugando en aquella sección de juegos, persiguiendose, tirándose al suelo y revolcándose en el mismo, solo jugando como siempre en lo que su padre salía de esa sala. No tenían ni idea de lo que estaban hablando, pero no les importaba.

— Todavía no puedo verlos como adultos, para mí siguen siendo mis bebés. — explicó, viendo cómo jugaban y reían juntos. — pase mucho tiempo siendo un mounstro para ellos, durante esos momentos y después cuando estaba en proceso de que me perdonen.

— Bien. Hay que trabajar un poco en eso. — suspiró al final. — Quisiera hablar con tus estados por separado en una semana, más con Yucatán.

México asintió. No podía negarle la ayuda a sus estados así que obvio que iba a hacer que vayan. Era parte también de sus rehabilitaciones con pastillas, así que era necesario.

— Lamento por lo que sea que vaya a escuchar de ellos. — se disculpó primero, puesto que los estados a pesar de que habían perdonado a su padre, los recuerdos no se borraban, no había forma de borrar el pasado.

Aunque ellos querían olvidarlo por completo, las cicatrices externas e internas seguían ahí. No podían olvidar todo lo que su padre les había hecho. En ocasiones seguían teniendo miedo, y cada que México iba a acariciarles la cabecita se hacían pequeños en su propio espacio por miedo.

— Tengo entendido también que cuidas de las provincias de Argentina. — México de inmediato miró al otro. — ¿Por qué, México? Esa no es tu responsabilidad, es de Argentina.

México se puso nervioso. — Yo... No sé, tal vez siento una necesidad de hacerlo. Argentina no lo hace, me ha dicho que no le importaba porque ellos ya eran adultos, Incluso mayores que él. — explicaba, mirando hacia abajo. — pero yo no puedo ver eso, veo niños pequeños que necesito proteger y cuidar.

— ¿Proteger de qué? — preguntó. — ¿De Argentina?

No podía responder.

México no quería aceptar que cuando veía a las provincias de Argentina, veía a los estados cuando eran pequeños niños, por lo que sentía una enorme necesidad de cargarlos, abrazarlos, jugar con ellos y darles todo el cariño que nunca le dió a sus estados cuando tenían esa estatura.

La mirada llena de cariño que le daban las provincias cuando los tenía en brazos, cómo se quedaban dormidos en ocasiones incluso al sentirse en un espacio seguro para bajar la guardia, causaban un leve dolor en el pecho de México.

El deseo de México de volver a ver a sus estados; pequeños, inocentes, felices niños corriendo por todos lados, sintiéndose seguros con él cómo para ir a sus brazos cuando querían dormir o solo estar con él eran inmesas.

Pero ya era demasiado tarde, ¿Verdad?

𝐇𝐈𝐉𝐎𝐒 ! estados de México.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora