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México llevaba a sus estados más agresivos a un examen de sangre ya que parecía ser necesario ahora

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México llevaba a sus estados más agresivos a un examen de sangre ya que parecía ser necesario ahora.  Tuvo que llevar a algunos a base de engaños porque si no fuera por eso nunca irían. Ahora trataba de que Sinaloa entre al consultorio, casi jalandolo del cabello osea que entre de una vez, pero se sujetaba del marco de la puerta para no hacerlo.

—¡No, no, le prometo que ya me voy a portar bien! ¡Le prometo ya no causar desmadre y-y también dejar de molestar a Sonora!—Prometió con todas sus fuerzas mientras se agarraba más fuerte del marco de la puerta.

—¡Sinaloa, entra de una vez! Estoy siendo lo más cariñoso contigo como siempre, mi amor, pero ahora es necesario que te revisen, mi corazón, entra al consultorio.—Pidió, agarrando al sinaloense desde atrás para meterlo a la fuerza. Sinaloa se rindió, dejando que lo lleven.

Sinaloa fue sentado en la camilla para que le saquen sangre primero. México se quedó a un lado, tratando de calmar a su estado el cual estaba inquieto y nervioso por el exámen de sangre.

—¿Va a doler? ¿Cuánto dura? ¿Que pasa si me desmayo? ¿Puedo tener una galleta? ¿Puedo tener un juguito de uva? Quiero un juguito de uva, papá.—Hablaba nervioso, aferrándose a la camisa de México con su mano, apretando la tela. México le acarició el cabello, dándole un besito en la sien.

—Si, si, tendrás tus galletas y juguito cuando terminemos, ¿Si? Solo es un pequeño pinchazo, mi cielo, no lo vas a sentir, tranquilo.—Le agarró de la cabecita para apoyarlo, así Sinaloa escondió su rostro en el hombro de su padre, extendiendo el brazo para colocarlo sobre una mesita.

México hacia todo lo que podía para tranquilizarlo y que tenga el brazo relajado sobre todo. Acariciándole el cabello y dándole besitos en la frente también.
Sinaloa cerrando sus ojos con fuerza al sentir que le amarraban algo en el brazo y después de unos segundos algo adentrándose en su vena.

—¿Ya?

—Ya estuvo, corazón, solo mantén tu bracito de esta forma por unos minutos.—Lo ayudó a flexionar el brazo con un algodón, llevándolo fuera para que se siente. De igual forma le dió un empaque de galletas y un juguito de su favorito.

Le abrió el empaque con cuidado y también el juguito de cajita.
—No vayan a jugar rudo con Sinaloa, por favor. Tamaulipas, ven conmigo, mi vida.

Tamaulipas se levantó, yendo con su papá dentro del consultorio. Primero le dieron una revisión rápida a su ojo lastimado, quitándole el parche que siempre usaba, abriendo con cuidado para ver si estaba bien. Tamaulipas tenía el ojo rojo, algo infectado.

—¿Se ha puesto las gotas en el ojo en los últimos días? Se ve infectado; las gotas en los ojos son muy importantes para mantenerlo en un buen estado a  pesar de que perdió la visión.—Se le explicó, revisando más a detalle el ojo dañado.

Se le fue revisado también otras heridas que tenía para después prepararlo para la extracción de un poco de sangre. Tamaulipas suspiró nervioso, agarrado de la camisa de su papá sin darse cuenta, mirando también a otro lado mientras se seguía con el procedimiento.

—Ya está, corazón, ¿Ves que no es tan difícil? Eres muy valiente, mi pequeño.—Le dió un besito en la frente, llevándolo fuera y al igual que Sinaloa, le dió sus galletitas y su juguito.

—Pero a mí no me gusta el jugo de uva.—Se quejó.—Le dije que yo quería de mango.—Se quejó una vez más con eso. México estaba seguro de que le había traído su juguito a su niño.

—¿Era tuyo, wey? Me lo chingué hace un rato.—EDOMEX habló.

—¡Era mío, pendejo! ¿Ahora que voy a tomar? Me voy a desmayar por tu pinche culpa.—Tamaulipas dramatizó, molesto.

—Ya, ya, saliendo de aquí te compraré uno, corazón, pero mientras tómate este, es importante.—Explicó México, llevando después a otro de sus hijos dentro del consultorio a qué le hagan lo mismo.

México cada que era día de chequeo médico llevaba una mochilita dónde metía todo de sus estados, mayormente comidita pequeña como galletas, panes, todo tipo de comida dulce por si acaso. Era de cierta forma adorable como le cargaba todo a sus estados como si fueran bebés todavía.

Sus estados no eran pequeños, eso estaba más que claro, ninguno de ellos media menos de un metro con noventa. México era el más alto por supuesto, midiendo dos metros con quince.

Así era su vida después de todo, a parte tenía a las provincias de Argentina las cuales también tenía que llevar a chequeos médicos ya que pedían para que México vaya también.

𝐇𝐈𝐉𝐎𝐒 ! estados de México.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora