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AAA, antes de empezar solo tengo un pequeño aviso: como muchos sabrán ya empecé mi primer semestre en la universidad hace dos meses, y obvio por lo mismo no me da la mente para actualizar, pero intentaré ir escribiendo los fines de semana. 。⁠.゚⁠+⁠ ⁠⟵⁠(⁠。⁠・⁠ω⁠・⁠)

Ahora sí, disfruten leyendo de los bebecitos de México.

Era el día de llevar a las capitales a una junta especial para hablar de sus situaciones del territorio que poseían

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Era el día de llevar a las capitales a una junta especial para hablar de sus situaciones del territorio que poseían. México despertó temprano a CDMX para que puedan irse, le dió su tiempo para arreglarse mientras que le preparaba su desayuno y también su pequeña loncherita para que coma en la junta en caso de que le diera hambre. Siempre se daba el tiempo de arreglar todo para esos días, quería que CDMX este cómodo.

CDMX había vuelto de rehabilitación hacía meses atrás, y parecía estar tranquilo, la medicación que le habían otorgado funcionaba a la perfección, lo mantenía en paz. México se alegraba mucho que su pequeño estuviera en casa otra vez, era una parte de él después de todo.

—¿Estás listo, mi amor? —preguntó México cuando lo vio entrar a la cocina para desayunar rápido. Sonriéndole, se acercó a el para arreglar su cabello mientras comía, peinandolo con cuidado y echando todos sus cabellos hacia atrás como siempre. Le gustaba que sus hijos fueran presentables, aunque ellos mismos arruinen su peinado unos segundos después de salir de casa.

—¿Cuánto tiempo estaremos ahí? —preguntó.

—Gran parte del día hasta que sea tu turno. Todas las capitales estarán presentes, así que compórtate y serás educado con las que son mayores que tú —le recordó, escuchando el suspiro molesto de su pequeño —, termina de comer, por favor.

La capital lo hizo, terminando con ello, bostezando mientras volvía a su habitación a terminar con su rutina, sintiéndose cansado todavía. Eran las seis de la mañana, debían de estar ahí en una hora. Con pereza terminó de vestirse y salió de su habitación, viendo cómo su padre entraba a despertar a los otros estados para que vayan a desayunar.

Siempre era lo mismo con México, entraba con cuidado a las habitaciones de sus hijos para despertarlos, besando sus frentes mientras les decía 'buenos dias' era una rutina de la que ya estaban acostumbrados ellos también. Se negaba a irse sin primero ver qué todos sus pequeños estén comiendo, y así fue.

—Yo me iré unas horas con su hermanito, les dejé su desayuno en la cocina. Llegaré antes del almuerzo —avisó mientras arreglaba la camisa de CDMX —recuerden tomar sus pastillas después de comer, por favor.

Despidiéndose de ellos una vez más, salió de casa en camino al edificio principal donde iban a juntarse todos. CDMX parecía dormirse en el camino, sabiendo que iba a ser un largo trayecto. Al llegar, despertó con cuidado a la capital, saliendo del auto con él para que puedan ingresar al edificio. En el camino habían varios países arreglando a sus capitales para la junta, entre ellas obvio estaba China con su capital. CDMX suspiró, intentando no hacer contacto visual con él.

No quería verlo, ni mucho menos atraer su atención.

Más que nada porque México le estaba agarrando la mano como si fuera un niño que se podría perder en cualquier momento.

CDMX no quería verse como un niño de papá, sin embargo, lo era. Aunque lo niegue todo el tiempo y se moleste cada que se lo dijeran, pero al final del día si iba esconderse detrás de su papá en busca de protección. Era diferente la relación que tenían los países con sus territorios, la gran mayoría no los veían como sus hijos, pero como sus trabajadores.

México nunca entendió porque no los veían como sus hijos. Algo dentro de él se activó al momento en el que le entregaron a su primer estado en sus brazos décadas atrás, ese sentimiento de extrañeza, pero de cierta paternidad creciendo en su pecho. Viendo a su bebé cómo su pequeño pedazo de cielo, el tesoro más grande de su vida.

—¿Tienes sueño, mi vida? —México preguntó al ver cómo CDMX recostaba su cabeza en la mesa una vez más para intentar dormir. La capital solo asintió, bostezando después, estirando sus brazos cuando se alejó de la mesa.  Todavía faltaba para que ellos pasarán, así que lo cargó en sus brazos, así dejando que duerma un momento.

Para el resto de países que no consideraban a sus territorios como sus hijos, se les hacía extraño la forma en la que México trataba a sus estados; con ese cariño tan particular, dejando que duerman en sus brazos, trayendo consigo una mochilita donde tenía la comida de su estado. No lograban entender esa necesidad de México de tratarlos como si fueran sus hijos y no como un trabajador más.

Las capitales miraban a México: ¿Por qué sus países no los trataban con ese mismo cariño? ¿Por qué no ellos? ¿Por qué a ellos no les tocaba sentir ese amor paternal de parte del país al que pertenecían?

Ver a CDMX ser tratado con tanto amor entre los brazos de su padre quien lo dejaba descansar hasta que sea su turno, le acariciaba el cabello o daba palmaditas suaves a su espalda para mantenerlo dormido. Les tocaba ver cómo México trataba con tanto cariño y amor a su capital, sabiendo que nunca estarían así en los brazos de lo que ellos creían que era su padre.

Les daba celos. Odiaban no entender porque a ellos no los querían de la misma forma.

Incluso la manera en la que se refería a CDMX:
mi pequeño, mi bebé, mi hijo, mi niño.

Porque tal vez todos sus problemas se resolverían si estuvieran en los brazos de México de la misma forma. Solo tal vez.

𝐇𝐈𝐉𝐎𝐒 ! estados de México.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora