0 8 8

764 71 8
                                    

Los estados se reunieron con su padre al día siguiente; 16 de septiembre, para así celebrar el cumpleaños de su padre durante todo el día

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Los estados se reunieron con su padre al día siguiente; 16 de septiembre, para así celebrar el cumpleaños de su padre durante todo el día. Sabían que su padre iba a recibir visitas de Argentina, o por lo menos ese año parecía que su esposo no iba a llegar por culpa del trabajo dentro de su territorio, así que no iba a llegar para la celebración del cumpleaños. México no se molestó con él, puesto que entendía que estuviera ocupado, de todas formas tenía a sus pequeños quienes parecían estar alrededor de él todo el día.

México sabía que otros países tenían una fiesta para ese día para celebrarlo a él y sus 213 años, pero primero eran sus hijos en cualquier cosa.

—Saldré por la noche, así que por favor quédense dentro de la casita a dormir. No salgan a la calle como lo hicieron el año pasado. —avisó mientras cepillaba el cabello de Sinaloa con cuidado —Se los digo en serio, no quiero que anden en la calle a esa hora de la noche, es peligroso y además tienen un horario para dormir.

La mañana continuaba con normalidad, los estados haciendo lo de siempre para ayudar a su padre en las tareas de la casa, escuchando como su padre contaba en ocasiones algunas cosas de su vida pasada con el abuelo; Tenochtitlan/Imperio Azteca. El padre de México había sido un hombre estricto, de mano fuerte cuando venía a la educación de su hijo, pero también era un padre amoroso, atento y cariñoso fuera de eso, dejando de lado los castigos que México recibió en varias ocasiones.

México en ese momento tenía otro hombre que su propio padre le dió días después de su nacimiento.

—¿Entonces usted si comió pozole hecho con humanos? —Puebla preguntó de la nada, mirando a su padre con grandes ojitos de duda. México solo rió con su pregunta.

—Eeh... Si, de hecho sí lo hice. Su abuelo decía que era bueno para mí crecimiento y que era necesario conversar la receta original. —explicó mientras le enseñaba a sus pequeños a hacer un pozole. —Obviamente no haremos un sacrificio en este momento, Puebla.

—¿O sea que si lo haremos pero más tarde? —CDMX preguntó.

—No, mi amor. No vamos a sacrificar personas en nombre de su abuelo.

—¿Usted cree que el abuelo nos odiaría? —volvió a preguntar Puebla.

—¿Por qué esa pregunta, corazón? Claro que no, su abuelo los amaría muchísimo. Ustedes son mis hijos después de todo, para él sus hijos eran su vida entera, y para mí ustedes son eso también —explicó, acariciandole el cabello al poblano. —Aunque... Si, tal vez no le agradaría que anden siendo grosero y maleducados hacia la gente mayor. Su abuelo era muy estricto con eso.

Los estados no llegaron a conocer al abuelo Tenochtitlan, pero podían imaginarse como era. Si se ponían a pensarlo mucho, llegaban a la parte donde su padre presenció el asesinato de su figura paterna al ser forzado por aquella gente que lo agarró y colocó frente a su padre para que viera como moría lentamente desangrado sin poder hacer nada para salvarlo.

México tenía sueños recurrentes por esas fechas con lo que pasó aquel día. Tenía una cosa por seguro, y es que no iba a dejar que sus hijos pasen por lo mismo. Sin darse cuenta se había quedado recordando el momento exacto dónde atraparon a su padre al intentar ocultarlo a él para que no le hagan daño.

Todavía no entendía cómo llegaron, ¿Con ayuda de quien?

Fue un genocidio, una matanza llena de gritos de dolor, gente corriendo para salvarse, agarrando a sus hijos para ocultarlos de la gente extraña que llegaba al territorio. México, en este momento; pequeño e indefenso, miraba de rodillas el cuerpo inerte de su padre con los ojos bien abiertos, sin poder procesar todo lo que estaba pasando a su alrededor y frente a sus ojos todavía.

A su lado se encontraba una mujer de largos cabellos oscuros, lamentando la perdida de sus hijos, llorando con tanto dolor que podía sentirlo él mismo en su propia garganta, en su pecho y su ser. Aquella mujer lo agarró con mucho cuidado, tapándolo con sus brazos y llevándolo a un lugar seguro donde pudiera esconderse.

—Papá, ¿Está bien? —Nuevo León lo sacó de sus recuerdos. México salió de ellos, asintiendo varias veces e intenando sacar todo eso de su mente, no queriendo que sus hijos lo vean mal otra vez. —Puede irse a descansar si se siente cansado, nosotros nos haremos cargo.

—¿Nosotros? —Chihuahua preguntó a la defensiva.

—Si, nosotros, culero. —EDOMEX respondió.

México decidió ir a sentarse un momento, tratando de relajarse y olvidar lo que pasaba por su cabeza, viendo cómo sus hijos estaban en la cocina siguiendo las instrucciones que le había dado y otros en frente de él jugando o viendo la televisión las caricaturas que se reproducían alucivas a aquella festividad.

—Que pongan CoCo, ¿No? —Nuevo León dijo.

—Ese es para Día de Muertos, pendejete. —Jalisco recordó, dandole un zape en la cabeza para que deje de decir estupideces.

—¿Podemos ver la de Las Leyendas? —preguntó Puebla con una sonrisa.

—No. —EDOMEX respondió. Puebla miró a su padre con un puchero.

—Ponganle su caricatura a su hermanito, por favor. Él quiere verla, después ponen algo cada uno de ustedes. —México les recordó, acariciando el cabello de Oaxaca con mucho cuidado.

—Nomás te gusta esa porque el protagonista es poblano, ¿Verdad? —CDMX preguntó, cruzando sus brazos. Puebla asintió varias veces con una gran sonrisa. Ah, a los estados les gustaba cuando en las películas los mencionaban a ellos.

Cada que hacían mención de ellos o de una parte de su territorio, volteaban a ver a su padre para ver si él también lo había escuchado. Se emocionaban tanto que parecían pequeños niños intentando que su padre viera lo que acababan de presenciar.

—Dice Guanajuato que pongan su película de las momias, por favor. —México habló por parte de su hijo que estaba sentado a su lado con los brazos cruzados y deslizado levemente en el sillón con las piernas abiertas. Hasta Guanajuato que era un estado violento y rudo tenía un lado suave cuando se encontraba con su padre.

Hoy iba a ser un día agradable para México, pasarla con sus hijos todo el día e irse a una fiesta por la noche con otros países para celebrar sus 213 años.

𝐇𝐈𝐉𝐎𝐒 ! estados de México.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora