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México constantemente tenía que recordarle a los estados que limpien sus habitaciones, tener treinta y dos hijos no era nada fácil, era una tarea difícil de todos los días estar atendiendo a cada uno de ellos

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México constantemente tenía que recordarle a los estados que limpien sus habitaciones, tener treinta y dos hijos no era nada fácil, era una tarea difícil de todos los días estar atendiendo a cada uno de ellos. No había descanso, tenía que ver por todos ellos y que además hagan sus trabajos como se los pedía, así que los juntaba a todos en una sala de estar para que lo hagan.

¿Que hacían? Se dormían, ya sea en el sillón hasta en el más pequeño o de plano en el suelo con su carpeta de trabajo como almohada. Poco les importaba y terminaban estresados a las dos de la mañana un día antes de la entrega haciendo un trabajo de dos semanas. Si, no eran responsables todavía.

México sabía que los estados apenas eran jóvenes adultos si se los comparaba con un ser humano normal. Muchísima gente se preguntaba porque los estados seguían viviendo con México como si fueran niños, que porqué no tienen una vivienda propia, y es que si la tenían. En el pasado, claro, después por diferentes motivos se le pidió a México mudarse a una nueva residencia con los treinta y dos, para tener una mejor organización de sus estados.

No solo eso, pero los estados en ese momento estaban por entrar al servicio militar el cual era obligatorio para ellos. Al ser la representación de un territorio tenían que atender para incentivar a los jóvenes de dieciocho años a qué finalicen su servicio militar.

¿Era divertido? Claro que no.

No era divertido cuando les dijeron que los iban a hacer calvitos. En ese momento se les apagó toda expectativa. Fueron casi arrastrados por México a las cinco de la mañana para dejarlos ahí.

El único que todavía no lo hacía era Quintana Roo, y su tiempo se acercaba. Quintana Roo estaba nervioso por ese día, no sabía que hacer en ese lugar, apenas y alcanzaba la estatura que sus hermanos tenían al ingresar a su servicio militar. Todavía era algo que le molestaba a pesar de que México le había dicho que no pasaba nada si no crecía.

México se quedó ese día en la sala de estar con ellos para ver qué hagan su trabajo todos como les pidió hace dos horas. Les trajo hasta comidita y juguitos por si les daba hambre.

Poco a poco fueron terminando con sus trabajos, mostrando así el cansancio en sus rostros. Querían irse a dormir pero México no se los permita hasta que revise cada uno de los trabajos.

—Quiero ir a dormir... —Puebla se quejó con su padre, intentando que lo deje irse a la cama. México suspiró, dandole palmaditas en la cabeza. —¿Por qué no podemos irnos?

—Está bien. —México suspiro. —pueden irse a dormir un rato, luego los despertaré para cenar.

Aceptaron, levantándose así para irse a sus habitaciones. Cada estado se fue a la cama, quedándose dormidos a los pocos segundos. México no tardó mucho en terminar de revisar los trabajos, yendo a inspeccionar que los estados andén durmiendo como pidieron. Para su sorpresa todos estaban profundamente dormidos, así que entró con cuidado para arroparlos, dándoles un beso en la frente.

Todavía había mucho que hacer, por lo que le pidió ayuda a Argentina para la cena, haciendo así ambos la misma. Los estados no tenían una dieta exactamente, pero México les daba de comer las porciones exactas que deberían de ingerir según su estatura y peso, por esa razón los estados habían crecido muy bien, además de mantener un físico adecuado.

—México. —Argentina llamó.

—Dime, mi amor.

—¿Has hablado con tus estados sobre el bebé?—preguntó, mirando hacia abajo con algo de pena. —Mmh, sobre que... Decidimos no tenerlo. —continuo hablando y también cocinando.

México suspiró. —No, no les he dicho nada. No creo que sea momento para decirles. —respondió, mirando a su pareja con una sonrisa después. —Tú decidiste no tenerlo, mi amor, y sabes que apoyo cualquier decisión que tomes sobre tí mismo, corazón. Simplemente no estabas listo para tener un bebé, lamento si te hice sentir presionado a tenerlo.

—No, no lo hiciste. —le sonrió pequeño a México. —Es solo que... Pensé que podría tener un bebé y hacerme cargo de un niño cuando... No soy un buen padre para mis propios hijos. —habló nervioso al final, prosiguiendo con su tarea.

—¿Quisieras ser un mejor padre para ellos? —cuestionó.

—Algo así. Se que no les agrado para nada, ni siquiera me ven como su padre, no soy nada más que un jefe para ellos. —comentó al mismo tiempo que se sentía devastado, triste de que nunca pudo tener una linda relación padre e hijo con sus provincias.

Argentina trataba de ser un buen padrastro para los estados, pero se olvidaba por completo el tipo de persona que era con sus provincias, sus propios hijos. Debía de arreglar eso.

—Podría ayudarte con eso si deseas. Si de verdad quieres mejorar como padre para tus pequeños, tienes que iniciar hablando con ellos por separado. —explicó. —pero las palabras no son suficientes, mi amor. Las acciones son más importantes. Ser un poco más paciente con ellos.

Argentina asintió, escuchando atento a lo que su pareja le decía. Debía de aprender de México, por lo menos algunas cosas que son necesarias para iniciar. En eso estaba hasta que a la cocina llegaron algunos estados, descansados y con hambre.

Había un aviso importante que dar esa noche.

𝐇𝐈𝐉𝐎𝐒 ! estados de México.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora