0 9 5

701 61 8
                                    

𝐈𝐌𝐏𝐄𝐑𝐈𝐎 𝐌𝐄𝐗𝐈𝐂𝐀𝐍𝐎 1821

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


𝐈𝐌𝐏𝐄𝐑𝐈𝐎 𝐌𝐄𝐗𝐈𝐂𝐀𝐍𝐎
1821.

Los estados todavía eran pequeños, viviendo con su padre y haciendo travesuras, corriendo en todos lados de la casa a pesar de las insistencias de México que no lo hagan porque podrían caerse y lastimarse. Incluso en esos momentos la vida como padre era estresante, tenía que ir tras ellos para sentarlos a comer, bañarlos, vestirlos e incluso llevarlos a la cama para que duerman una siesta en lo que él trabajaba. Porque la hora de la siesta era el único momento donde podía estar en paz por media hora, en total silencio y relajándose.

Amaba a sus hijos a pesar de todo. Había pasado por los horrores de la vida y lo último que quería era perder a sus pequeños. No sabía que iba a hacer si le quitan a uno de ellos, como iba a reaccionar en tal caso, por lo que evitaba hacerse ese tipo de escenarios que sabía que nunca iban a ocurrir.

No podían quitarle a sus hijos.

¿Qué clase de mounstro arrebataría a sus bebés de él?

—Texas, ¿Qué estás haciendo ahí, corazón? ¿No puedes dormir, mi vida? —preguntó con una sonrisa, extendiendo sus brazos a su hijo quien corrió directo a él, escondiéndose entre los cálidos brazos de su padre, riendo y dejando que lo carguen.

Lo dejó descansar en su regazo como de costumbre mientras terminaba su trabajo. Algunos de sus pequeños no podían dormir la siesta a menos que sea entre sus brazos, era un lugar cálido y cómodo, sabiendo que ahí estaban a salvo de cualquier peligro inminente. Texas por lo menos dormía tranquilo, acurrucado contra el pecho de su padre, aferrado con su pequeña mano al uniforme del mayor.

Porque México nunca dejaría que le hagan daño a sus bebés ni que lo alejen de él. Ahí estaban bien, estando a su lado bajo su protección todo iba a salir a la perfección. México tenía la esperanza de que la situación iba a mejorar en el futuro. Todo iba a finalizar algún día y él podría descansar con sus hijos, tener una agradable vida con ellos, cuidando y amando a cada uno.

Después del asesinato de su padre, prometió que iba a ser el mejor padre del mundo para sus hijos.

...

1846, México y Estados Unidos entraron en guerra, años después en 1848, el estadounidense llegó a tierras mexicanas con un tratado muy especial, dónde le pedía a México mitad de su territorio y de esa manera la intervención acabaría: California, Arizona, Nevada, Utah, así como parte de Colorado, Nuevo México y Wyoming estaban escritos en aquel tratado que México leía una y otra vez.

Sus hijos, debía ceder a sus hijos a cambio de paz.

—Pero son mis hijos... —fue lo que México susurró mientras miraba hacia abajo al escrito que mantenía en sus manos —¡Me estás pidiendo que te dé a mis hijos! ¡No puedes pedirme algo como eso, ellos son mi vida! —exclamó, escondiendo a sus pequeños detrás de él quienes lo miraban con extrañeza por lo que decía.

Para México todo eso era irreal, ¿Con qué cara invadía su territorio para llevarse a sus hijos? México miró lentamente hacia abajo a sus pequeños quienes se sostenían de su camisa, mirándolo con ojos brillosos. No había de otra. Si no le daba a sus hijos, iba a tornarse en algo peor.

—¿Q-qué planeas hacer con mis niños? ¿No te bastó, verdad? ¡¿No fue suficiente con robarte a mi pequeño Texas?! —atacó mientras sostenía entre sus brazos a sus hijos, lágrimas saliendo de sus ojos y deslizándose por sus mejillas.

—Texas offered himself to me! (¡Texas se ofreció a mi!) —exclamó el estadounidense, acercándose a paso apresurado y firme a México, agarrando el brazo del pequeño California, arrancandolo de los brazos de su padre, quien le sostuvo de su otro bracito.

...

Cuando se acercaba la fecha de aquel evento, México solía tener pesadillas que le recordaban una y otra vez lo que pasó ese día. Despertaba asustado, agitado y casi llorando, la respiración fuerte mientras sentía el corazón a punto de salir disparado de su pecho. El cuerpo temblando, a penas y logrando salir de la cama. No sabía bien porque seguía soñando con eso cuando ya se había arreglado todo con Estados Unidos acerca de las visitas de sus hijos.

Después de una pesadilla como esa, iba cuarto por cuarto de sus actuales estados, revisando que estén durmiendo tranquilos, entrando con cuidado para taparlos en caso de que estén descubiertos y les daba un pequeño beso en la frente. Algo dentro de él le decía que revise a sus pequeños que dormían plácidamente en sus camas, algo le pedía y exigía que viera por su seguridad dentro de la casa.

Era un ardor y dolor en su pecho, como si le estuvieran abriendo el cuerpo en dos para sacar y apretar su corazón para hacerlo explotar. No le agradaba para nada, era una sensación horrible en todo el cuerpo.

Entraba al cuarto de Yucatán al final, le pedía perdón otra vez mientras le acariciaba el cabello y se aseguraba de que las sábanas estuvieran cubriéndolo para que no pasara frío en la noche. Porque los estados tenían razón acerca de la preferencia de su padre hacia Yucatán, por el miedo a que lo abandone otra vez. Todo lo que hacía para que su hijo no tuviera problemas de violencia, para que ninguna de esas organizaciones entren al territorio de su pequeño a destruirlo.

Prefería ocultar los crímenes de Yucatán, hacer pactos con personas para que protegieran el territorio de su hijo, de todo para mantenerlo sano y a salvo más que nada.

𝐇𝐈𝐉𝐎𝐒 ! estados de México.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora