Capítulo 11

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Katherine

El fin de semana pasó en un abrir y cerrar de ojos cuando menos lo espero estoy corriendo por toda la suite asegurándome que los niños lleven todo para el colegio, mientras Dom termina de hacerles el lonche. Extrañamente a pesar de que han pasado pocos días desde que es padre, hemos logrado complementarnos con los niños. Alana se fue la misma tarde el sábado después de haber recuperado sus horas de sueño y su cabeza ya no doliera.

-¡Lo tengo!- exclama cuando entra a la cocina, con dos bolsas marrones en sus manos-aquí tienen- se las entrega- sándwiches de mantequilla de maní con mermelada, salchichas fritas, un poco de fruta y un chocolate para cada uno-

Ana y Renzo sonríen a la mención del chocolate, ambos están a punto de abrir las bolsas pero su padre los detiene.

-Alto ahí, demonios- replica- nada de comerse el chocolate antes del lonche, ¿quedó claro?, me daré cuenta-

-Entendido- responden al unísono.

-¿Llevan todo?- les pregunto por milésima vez, mis hijos asienten- muy bien, vamos-

Salimos rápidamente del hotel para irnos al colegio, en el camino los niños van cantando alguna canción que sale en la radio y no puedo evitar pensar que realmente nos estamos convirtiendo en una verdadera familia, una sonrisa sale de mis labios al pensarlo. Después de unos veinticinco minutos llegamos al colegio, ayudo a bajar a Renzo mientras Dom lo hace con Ana, nos encaminamos a la entrada del lugar puedo sentir las miradas de las demás madres sobre nosotros pero no me importa.

-¿Vendrán a mi partido esta tarde?- me recuerda mi hijo.

-Por supuesto, cariño-

-¿Qué juegas, campeón?- le pregunta mi esposo.

-¡Fútbol!- exclama emocionado- soy el capitán del equipo-

-No podría esperar más de mi hijo, dame esos cinco- chocan sus palmas- ahí estaremos para echarte porras-

Los ojos de Renzo se iluminan ante la mención, antes de me lo espere enrolla sus brazos alrededor de Dominick en un abrazo que no duda en agacharse a su altura para responder al abrazo y la imagen me llena de ternura al verlos así, la campana de inicio de clases rompe el momento, vemos cómo los niños se van a sus clases, Renzo toma la mano de Ana para guiarla a su salón como cada mañana. Suelto un suspiro al verlos mi mirada se dirige a mi esposo que tiene los ojos ligeramente cristalizados.

-¿Estas llorando?-

Rápidamente se recompone para limpiar las esquinas de sus ojos, en cambio solo sonrío.

-Simplemente me entró una basurita al ojo-suelta bruscamente.

-Sí, claro- inquiero burlona- si te sirve de consuelo, lloré durante una hora completa cuando los dejé en su primer día en el kínder-

Nos miramos mutuamente para después sonreírnos, las miradas de la madres víboras metiches están sobre nosotros, el sonido de mi estómago gruñendo nos interrumpe, cierto, olvidé desayunar en la mañana con las prisas. Dom se ríe, rodea mi hombro con su brazo para empezar a caminar.

-Venga, te invito a desayunar-

-Eso suena fantástico, me muero de hambre-

Miro el menú de la cafetería a donde llegamos para desayunar, la mesera nos toma la orden en lo que nos la traen le doy un trago a mi capuccino de caramelo. Hay una pregunta que lleva carcomiéndome la cabeza.

-¿Lo hiciste?-

-¿El qué?-

-Lo de Colin-

-Ah, eso- responde- si, está hecho- me mira- ¿te molesta?-

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