El deseo de vivir (Sebchal AU)

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Nunca pensé que escribiría Sebchal inspirado en una película de Sandro... pero aquí estamos. Ah quizá deba advertirles que se tocan superficialmente temas algo delicados como la infidelidad, el suicidio y el homicidio. Por las dudas.

Charles era un joven al que muchos, por no decir todos, creían afortunado. Tenía un patrimonio tan grande que no le alcanzaría la vida para gastar, tenía amigos, que lo querían por como era, y el beneficio de ser joven, atractivo y determinado, lo que quería, lo obtenía.

Pero así y todo, Charles no era feliz.

Su vida se sentía artificial, y vacía.

Que deseaba él, mas que enamorarse de verdad? Había tenido novias, ninguna de ellas había durado, por sentirse tratadas como amigas, mas que como amantes. Y Charles no podía culparlas.

Pero ese día, el destino tenía planeado algo diferente.

Iba por la ruta con sus amigos a la playa, al límite de la velocidad y riéndose de las tonterías que la chica a su lado decía.

Había una camioneta en frente suyo que lo retrasaba, y colmaba su corta paciencia, por lo que intentó adelantarla, pero justo antes de que pudiera cambiar de carril, un fuerte bocinazo lo descolocó, justo antes que dos autos pasaran velozmente por donde él iba a hacer el sobrepaso.

Lamentablemente, perdió el control del volante y se salió de la ruta, dándose contra un árbol pero a baja velocidad, sin hacerse mucho daño.

—Mierda, casi morimos.

Dijo alguien en el coche, sin ver quien, estaba conmocionado. Él se bajó inmediatamente, viendo que otro auto había frenado tras él.

De ese bonito porche, bajaron dos hombres rubios. Uno se acercaba a paso lento mientras el otro corría en su dirección.

Frente a él, ahora estaba el hombre más apuesto que había visto en su vida.

Su piel estaba bronceada, resaltando ese cabello rubio cuyos cortos rizos se movían con el viento.

—Hola.

—Hola.

El rubio le sonrió.

—Te hiciste daño?

Charles negó con la cabeza, sus ojos sin despegarse de los de aquel desconocido.

—No, creo que no.

Entonces el otro sujeto, que se dirigió primero a la otra joven que vino con él, se acercó a él con el sueño fruncido.

—Escuche joven, no vuelva a conducir así, es un peligro para sus amigos y para otros.

Dijo el hombre. Era también rubio, algo mayor que Sebastian, y denotaba más madurez y experiencia.

—Oh, el es mi pareja, Nico Rosberg. Es médico, trabaja frente a la playa. Si se sienten mal o quiere revisar que el choque no les haya hecho nada, pásense.  Yo me llamo Sebastian, fue un placer!

Dijo a lo ultimo, mientras un impaciente doctor le codeaba para volver al auto y seguir su camino.

Charles ni siquiera había respondido, solo se quedaba ahí, quieto, mirándolos irse.

—Charles? Estas bien? Hay que volver.

Le insistió su acompañante.

En su mente, solo permanecía ese bello y gentil muchacho.

Sebastian.

***

Cayendo el atardecer, sus amigos insistieron en ir a la playa.

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