Forbidden love pt. II

510 39 11
                                    

Luego de un momento se separaron, Charles notablemente más confundido que el otro.

Pero Max tomó el manejo de la situación, y para no dejar que Charles piense mal, acunó su mejilla y lo miró a los ojos.

"Me encantaría huir contigo."

Charles de a poco empezó a relajar su expresión, hasta que se volvió una sonrisa. Grande, feliz y resplandeciente. Max sintió su estómago apretarse y evitó suspirar de lo hermoso que Charles se veía en ese momento, levemente reposado junto a él, en su bata azul apenas iluminada por el fuego que irradiaba la salamandra.

"Puedo besarte de nuevo?" Preguntó acariciando su rostro y luego su labio inferior. Charles se sonrojó y desvió la mirada.

"Max... No seas cursi. Solo hazlo." El mencionado sonrió y se inclinó para volver a besarse, esta vez con más confianza y aventurándose a experimentar el creciente deseo que empezaban a surgir en ellos.

Pronto los besos se volvieron más apasionados, así como tambien la desesperación por -finalmente- hacer lo que sentían, sin nadie viéndolos, sin nadie juzgándolos.

Pronto la bata azul terminó en el suelo bajo el sillón en el que los dos jóvenes se amaron por primera vez.

Y pronto Charles y Max se dieron cuenta de que luego de eso, ya no podrían vivir sin el otro.

Se pasaron la tormentosa noche pensando cómo y cuando huir. Si debían hacerlo en ese preciso momento, si debían esperar a que la tormenta termine, o si debían darse la oportunidad de despedirse implícitamente de sus familias, viéndolos una última vez.

Se decidieron por la última opción, pero pronto vieron sus planes tambalear con un acontecimiento de lo más inoportuno.

El día después que la tormenta acabó,  los Verstappen volvieron. Charles y Max habían ido a cabalgar y cuando el rubio volvió a su casa notó que ya no estaba solo.

Y el primer interrogante que tuvo que enfrentar fue el por qué había ropa roja en sus canastos.

Se excusó hábilmente diciendo que era una de sus bromas,  que encontró la ropa de Charles en el establo y pensaba desteñirla.

Sus padres le creyeron, su hermana no. Pero eso no fue lo grave.

Lo grave fue lo que su padre le comentó en la cena del mismo día.

"Es una lástima que no nos hayas acompañado al cumpleaños del joven Ocon. A que no sabes a quien vimos allí."

"A los Ocon, tal vez?" Su madre rió, pero su padre ignoó el chista y sonrió con suficiencia.

"No. Al Marqués Norris, y su encantadora prima, pronto a ser duquesa de las tierras vecinas."

"Ah. Que bueno, supongo."

"Y supones bien, ambos pensamos que un compromiso entre ustedes dado la buena posición de ambos sería ideal. Podrías extender tu dominio sin hacer nada y ella finalmente podría formar parte del consejo de la Reina."

"Espera qué?"

"Se que no la conoces y entiendo tu disgusto hijo pero piensa en el futuro. Si de aquí a unos años no te casas y consigues un heredero las cosas podrían ponerse feas para nosotros."

"Pero no podríamos esperar un poco más? Es una decisión apresurada!" Replicaba un Max cada vez más tenso.

"No hijo. No creo que se te presente mejor oportunidad que una duquesa. Además, no es que debes casarte ahora. Pueden comprometerse ahora y casarse en unos cuantos meses, quizá en otoño, más familias vendrían." Dijo su madre, a lo que su padre asintió.

"Exacto. Así que descuida Max. Tendrás tiempo para procesarlo."

"Cuando será el compromiso?"

"La semana entrante, invitamos al Marqués y a la duquesa aquí y piensan llegar el lunes." Max asintió y tragó en seco.

Y se fue a dormir esa noche con un nudo en el estómago y una opresión en su corazón.

El hecho de que no pudo ver a Charles nuevamente hasta el día anterior solo hizo las cosas más difíciles.

En el momento que se vieron Max no pudo ni hablar que se vio acorralado en el fondo del establo y besado apasionadamente por Charles. 

Era real, que no pensaban poder volver atrás luego de toda la intimidad física y emocional que habían compartido. De poder olvidar lo que había pasado.

Y pronto el compromiso que ideó su familia vino a su mente y se paralizó.

"Max? Ocurre algo?"

"Pues... Sí."

"Te arrepentiste, verdad?" Los ojos del otro se apagaron y Max se apresuró a consolarlo y llenarlo de besos para que creyera que no fue así.

"No. No es eso. Al contrario. Debemos apresurar nuestros planes."

"Para cuando?"

"Esta misma noche, o a más tardar mañana por la mañana."

"Qué? Por qué tanta prisa?"

"Mañana la familia Norris vendrá aquí. Quieren que me comprometa con la prima del Marqués."

"Oh... Si. Supuse que pasaría algún día."

"Charles yo no quiero casarme con ella. Por un demonio yo no quiero seguir aquí. Cada cosa que te dije aquel día, es verdad."

"Todo?"

"Cada palabra." Charles lo besó una vez más.

"Esta noche. Después de las doce pasaré cabalgando por tu ventana. Dame la llave para aprontar el tuyo y apenas me oigas vendrás a pie hasta el camino. Desde allí partiremos juntos." Max asintió, completamente de acuerdo.

"Hasta entonces, mi príncipe." Charles rió e hizo una pequeña reverencia.

"Hasta entonces, mi Lord."

"La partida es... la pena más dulce." Respondió Max respondiendo a la reverencia.

"Ya callate." Dijo para luego irse.

Sin darse cuenta que alguien estaba espiándolos.

Alguien  que le fue a comentar inmediatamente a otra persona, y esa otra persona, ardida en furia llamó a la guardia policial.

Llegaron a la casona Leclerc cuando estos estaban terminando de cenar.

Irrumpieron a golpes y portazos, y entre forcejeos y violentos sacudones, se llevaron atado a Charles Leclerc.

Todo ante la impasible mirada de la madre e hija de la familia rival.

Quienes habían hecho lo que tenían que hacer para proteger el futuro de su hijo y hermano.

Un hijo que no dio cuenta de la situación y se quedó esperando hasta la madrugada el sonido de dos caballos galopantes.

Un sonido que nunca llegó.

Y cuando se enteró del fatídico destino de Charles, tenía a una doncella a su lado, un anillo en su dedo, y lágrimas corriendo por su rostro.

Porque ese día, sintió que lo había perdido todo.


Racing Drivers Gay ShitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora