Capítulo 4

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LILITH

¡ESTOY EN ROPA INTERIOR CON UN MUCHACHO EN MI HABITACIÓN!

Jesús mío, ¡¿cómo se me ocurre salir así nada más?!, ¿pensando que a la habitación no puede entrar ni un alma, sólo porque me tocó un cuarto para mí solita? ¿Cómo se me ocurre? Pudo haber entrado cualquiera. Mis tíos, ¡los misóginos de mis primos! Pero... lo peor de todo es... ¡QUE ES UN EXTRAÑO!

Y...

¡UN MUCHACHO!

Cristo redentor.

Me apresuro a cubrirme —como puedo—, con la ropa en mis manos hasta que... descubro que la toalla está a mis pies. Dejo la ropa y, levanto la toalla del suelo a vuelo de pájaro, para cubrir cada parte inocente de mi persona..., entre otras cosas.

Me aclaro la garganta, y controlo mis exaltadas emociones.

—¿Qué está haciendo aquí? Y..., ¿quién es usted? —le pregunto al encapuchado despreocupado.

Se digna a mirarme —después de una eternidad—, y... su expresión no cambia ni para bien o para mal. O sea: no es ni lasciva ni juguetona. No expresa ninguna emoción. Y... menos cuando me ve envuelta en una toalla y, claramente sólo con la ropa interior puesta.

¿Quién rayos es él?

—Soy Leviatán. ¿Quién eres tú? —me pregunta.

«Una serpiente.»

Su nombre me recuerda al de una serpiente monstruosa de la mitología bíblica, que una vez leí en las puertas de la iglesia.

Oh. Dios. Mío.

Esto no acabará bien.

—¿Cómo rayos entró aquí? —pregunto, exigiendo una explicación. Ni siquiera es uno de mis primos o sobrinos, como para tomarse tantas libertades conmigo.

«¿Quién demontres es este sujeto?»

¿Será el novio de alguna de mis primas o, amigo de alguno de mis tíos? Se ve mayor de edad para ser amigo de uno de mis primos; ellos aún son adolescentes.

—Oye, cuando te hacen una pregunta, lo normal es responderla —dijo en respuesta—. Yo ya contesté a una de las tuyas.

Me muerdo el labio superior.

—Mi nombre no le concierne. Es un extraño e irrumpió en mi habitación. —Expongo los hechos, con demasiada confianza—. Quiero que se largue.

Nunca he sido una persona grosera o altanera. Mamá dice que esa clase de mujeres son quemadas en las calles y catalogadas como zorras. Pero, me temo que la ocasión lo requiere. Estar a solas con este tipo me está poniendo nerviosa pero, también muy a la defensiva. Y no sé cuál de las dos es buena actitud para adoptar y enfrentarlo.

Me mira de arriba abajo antes de lanzar su respuesta.

—No —contesta simple, y sin dar explicaciones.

—¿Disculpe? ¿Cómo se atreve? No ve que es un abuso de privacidad. Técnicamente está violando mis derechos, por lo que podría ir a prisión. —Intento meterle miedo, con lo poco que conozco gracias a mi carrera de Derecho—. Y..., sería juzgado como adulto, déjeme decirle —me defiendo, pero el encapuchado no muestra ninguna emoción temerosa o vengativa. Ni siquiera tiembla.

—¿Quieres dejar de hablarme como si fuera un puto pederasta, chula?

Frunzo el ceño, ante la mención del apodo o, el... ¿insulto?

¿Se pueden querer a dos personas al mismo tiempo? [POLIAMOR #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora