Capítulo 41

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LILITH

Despertar abrazada por la persona que acaba de verte, tocarte, besarte y sentir la desnudez de tu piel junto a la suya..., es realmente la mejor respuesta que podrías recibir del hombre con el que acabas de compartir tu primera experiencia sexual como mujer.

¿Suena tonto?

No, la verdad es que no.

Estoy muy atrasada en esas clases de temas, pero a Levi no parecen molestarle mis sosos movimientos en la cama, es más, me doy cuenta de que le gusta mi inexperiencia. Dice que quiere instruirme, enseñarme, mostrarme cómo le gusta hacer el amor o jugar un poco antes de tumbarnos en una misma cama.

Y estoy más que encantada por aprender.

No he parado de sonreír como una estúpida desde mi despertar junto a él, de verlo dormir mientras espero con ansias a que sus bonitos ojos me miren con ese inexplicable brillo que los caracteriza por las mañanas. Quiero verlo a él, volver a besarlo o que él me bese a mí.

¿Saben cuál es la mejor parte de todo esto? Que ya no escucho más a LiLith. Ha desaparecido de mi cerebro, y quiero que siga así mientras la felicidad perdure a mi alrededor. Por mí que siga perdida dentro del laberinto que es mi cabeza.

Mis dedos viajan con cuidado hacia la cicatriz de diez centímetros que empieza desde su hombro y termina en su antebrazo izquierdo. Dibujo el patrón, sin atreverme a posar por completo mi tacto en su piel, temiendo incomodarlo si llegara a despertarse conmigo inspeccionándolo. No sé cómo se lo tome.

De seguro va a pensar que soy una rarita. Bueno, ha leído mi diario y descubierto uno que otro secreto sobre mí, y no piensa nada de eso... Bueno, digo yo. Pero, para estar segura, dejo las manos quietas y cierro los ojos nuevamente intentando dormirme, como no lo consigo, giro mi cuerpo en dirección a la ventana y observo el inicio de un nuevo amanecer.

La suave brisa que sopla allá afuera levanta con ligereza las cortinas. Va a ser un día precioso, lo presiento. Sonriente, desprendo las sábanas de mi cuerpo y amago con levantarme de la cama, pero la sujeción de Levi en mi muñeca me impide mover músculo alguno. Miro el apego de sus dedos a mi piel, y el cosquilleo que sentí antes de acostarnos nubla mis sentidos.

Lo veo a él, y un tenue sentimiento de angustia opaca el brillo de sus ojos.

¿Qué le pasa?

—¿Qué haces?

—Impidiendo que te vayas.

—No iba a hacerlo.

Afloja su agarre, pero la duda no desaparece de sus ojos, —¿Entonces por qué te levantas tan temprano de la cama?

—Porque quiero mi ropa. Y porque aunque me apetezca quedarme todo el día tumbada a tu lado sabes que no podemos hacerlo. Mi madre llegará en cualquier momento para llevarme al hospital; quiere conservar una cadena de rezos para Juan.

Mi respuesta lo convence, y tranquiliza su pequeño ataque de histeria con un suspiro contenido de alivio, soltando mi muñeca y recostando la espalda en el colchón.

—¿Puedo saber qué pasa? —le pregunto, volviendo a su lado y apoyándome en uno de mis codos.

—Una tontería.

¿Se pueden querer a dos personas al mismo tiempo? [POLIAMOR #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora