Capítulo 51

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LILITH

Y ahora ¿qué mierda...?

Nunca me han abofeteado sin razón. Es más, antes de hoy ni siquiera me habían golpeado o amenazado con hacerlo. Nadie. Nunca, en mis veintiún años de vida. Sandra ha sido la única que ha enterrado sus uñas en mis mejillas, y advertido con arrancarme los labios si me atrevía a contarle a alguien sobre sus problemas con las drogas o la comida.

Jamás he recibido una bofetada. Menos de algún familiar. Inimaginable de una mujer embarazada.

¡Vaya manita!

Entiendo que Patito esté con la angustia atorando el aliento de su garganta.

¡Pero esto es pasarse de la raya!

Nada justifica una agresión.

El impacto de su mano contra mi suave mejilla, hace que de mis ojos aparezcan lágrimas como por arte de magia. La calidez de mi mano asiste el disparo hacia mi cara. Mis oídos pitan, y el ruido provocado por su vulgar ataque resuena entre los presentes volviéndolos exaltados. Ellos tampoco entienden lo que está pasando, pero no demoran en levantarse para averiguarlo. Sólo quieren enterarse del chisme. No me ayudan a quitármela de encima, cuando su cachetada evoluciona y su mano se convierte en un puño que arremete contra cualquier parte de mi rostro, mientras me empuja hasta que mi espalda golpea la pared.

—¡HIJA DE PUTA! ¡HIJA DE PUTA! —grita y chilla como una loca, presa de la rabia que consume su alma.

No detengo sus golpes, sólo protejo mi cara. No quisiera utilizar la fuerza bruta y correr el riesgo de lastimarla. No debo olvidar que está embarazada. Aunque a ella parezca importarle muy poco la salud de su bebé con tal de seguir atacándome.

Patito no consigue continuar con su aporreo, porque las colosales manos de papá se interponen entre ambas, logrando —a duras penas— quitármela de encima, tomando con resistencia moderada sus huesudos puños, y haciendo que ésta retroceda en contra de su voluntad agresiva.

Pero ella no se mueve. Sus pies están plantados en el frío piso de este hospital. Echó raíces. Ni se inmuta.

—¡SUÉLTAME! —le exige, fuera de sí, mientras se zarandea como si estuviera bañándose en aceite—. ¡SUÉLTAME!

Y en ese momento. ¡Ahora sí! Mis tías y primos se interponen, cuando ven que papá hace hasta lo imposible por calmarla y guiarla al lugar más alejado de mí.

Todos se amontonan. Algunos de ellos. Otros ni siquiera presencian el comportamiento de Patricia. Pero están los suficientes para parecer una manada de cuerpos dándose calor con aberración. Unos encima de otros. No sé ni qué cara es cuál, o el cuerpo de quién intenta quitarse de encima al otro. Ni siquiera entiendo qué originó este drama.

Sólo distingo la voz iracunda de mi padre en pleno caos.

—¡NO VUELVAS A TOCAR A MI HIJA! —brama en su cara perfilada, mientras la arrastra fuera de mi espacio personal.

—¡Y TÚ DEJA DE TOCAR A LA MÍA! —exige tía Nancy, cuando corre a socorrer a su hija—. ¡Está embarazada o ¿qué no ves?!

Papá hace caso omiso a su orden, y sigue apartando su furia irracional de mí, para que yo esté a salvo.

Si tan solo pudiera eliminar también las muecas repulsivas y dañinas de mis primos.

En medio del caos visualizo el rostro de Patricia. Grave error. Sus facciones endurecidas me atraviesan.

—¡MALDITA PERRA! ¡MALDITA PERRA! —me grita como una maniática—. ¡PUTA! —chilla con una última mirada de odio.

No entiendo lo que pasa.

¿Se pueden querer a dos personas al mismo tiempo? [POLIAMOR #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora