El mar me traga.
Estoy envuelta en él, entre estas olas turbulentas sin saber por qué estoy aquí. Solo sé que me hundo entre ellas. Intento alcanzar de algún modo la superficie. Parece muy cercana a mis manos cuando las alzo hacia allí. Siento el aire rozando la punta de mis yemas, pero por mucho que trate de subir, no soy capaz de llegar a la superficie. No importa el esfuerzo que haga, que mueva las piernas o los brazos. La superficie nunca está a mi alcance.
Las olas acarician mi rostro, lo siento, pero por mucho que me mueva, no puedo salir a tomar el aire de la superficie. La miel se ha puesto sobre mis labios. La bocanada de aire empieza a ser lo que más deseo en este mundo.
Es imposible salir de aquí.
Mis pobres habilidades como nadadora están entorpeciendo mi camino para poder llegar hasta la ansiada superficie. No poder respirar empieza a asustarme de verdad, siendo que voy a morirme. Todo a mi alrededor es de un color azul que se va degradando desde el azul más claro que me rodea, al más oscuro de ellos, rozando el negro. Me hace tener miedo. No sé qué hay allí abajo, pero algo debe de haber si no puedo alcanzar la superficie.
No soy capaz de ver un fondo, solo agua y agua hasta que esta no me deja ver más allá. No ver el fondo me altera todavía más. Nada es nítido y mis ojos no logran ver nada distinto a ese azul. La superficie sigue con sus olas, cada vez más suaves. Siento mis burbujas yendo hacia la superficie que tanto deseo mientras siento que... que me estoy hundiendo cada vez más y más. Cierro mis ojos, como si supiera que voy a morir.
Una parte de mí siempre lo ha tenido bastante asumido.
Tardo un poco en darme cuenta de que no me estoy ahogando porque soy una terrible nadadora... Lo que me hunde tampoco es expulsar el aire que me queda... Es algo, más bien alguien, que me está arrastrando hacia las tenebrosas profundidades. Es ahí cuando noto una mano que se cierne sobre mi tobillo.
Abro los ojos. Bajo la vista. El fondo ya no está vacío.
Los veo a todos. A todos ellos.
El fondo está lleno de gente, de personas que parecen ansiosa en recibirme entre ellos. Ahora, la nitidez regresa a mi vista y soy capaz de enfocar.
Todos ellos están muertos. Lo sé porque los conozco, incluso si fuese solo de una vez que los vi. Sé que están muertos porque algunos son gente a la que maté y que una parte de mi mente nunca podría borrar.
Kristine también está entre los cadáveres. No solo son personas que han muerto por mis manos, sino que también hay rebeldes que tuve la desgracia de ver morir. Es gente que conozco por los rebeldes o por la situación extrema a la que me ha llevado mi vida. Gente que no me quedó otra que matar para seguir viva, como un soldado de la República al que maté en el asalto de la Ciudadela de Santander, a principios de julio. De eso hace dos meses. De otras hace años. Y todas me atormentan por igual.
Miro a la persona que está sujetando mi tobillo para llevarme con ellos. Hay una mujer que se abraza a él, con complicidad, colaborando con él.
Son mis padres.
Es la peor de mis pesadillas: mi madre queriendo a mi padre a pesar de saber que es un monstruo con sus propios hijos. Los ojos azules como el cielo de ella miran a mi padre con amor mientras él me mantiene agarrada por el tobillo y me arrastra hacia ellos. La vista de mi madre cae en mí. La indiferencia está en el fondo de sus pozos de agua. Su cabello rubio se arremolina sobre su cabeza por el hundimiento en el mar. Ella pasa sus manos por el torso de mi padre y me pide que me vaya con ellos. Le quiere a pesar de que me está haciendo daño en el tobillo. A pesar de todo lo que nos hizo. A pesar de que casi me matara.
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La Marca del Ejército (#LMDLR2)
Science FictionSEGUNDA PARTE DE LA MUERTE DE LA REVOLUCIÓN. ¿Qué estarías dispuesto a sacrificar por lo que más deseas? Tras la ida al Imperio, Alexia cree encontrar las soluciones a sus problemas al encontrarse con sus hermanos, los cuales viven a salvo en el I...