La Marca del Ejército (#LMDLR2)

45. ALEXIA

Karim es el típico hombre que te mira con una gran admiración simplemente por tener fama. Nunca he buscado la fama que tengo, esa fama de ser la asesina más buscada y el criminal más peligroso. Lo hice por pura necesidad.

Karim tiene un aspecto extraño si pienso que viene del lado formal del país. Tiene perforaciones en los labios, adornados con un par de aros, y pendientes en las orejas. Está prohibido por ley, pero pertenecía a ese lado. Supongo que tiene que ver eso de que sea un celebro con todos los ordenadores que encuentre.

No estaba de cara al público, daba igual su aspecto mientras fuese bueno y trabajase para ti. Alguien que diese igual eso de que se fuese por su lado mientras no se fuese al otro bando. Tiene los ojos levemente de distinto color, aunque se hace extraño. Dalton tiene una peca marrón en el ojo, pero lo de este chico es entero. Parece un mutante.

Me da envidia que conozca tan bien la tecnología, me dan ganas de saber tanto.

Rider me tiende uno de sus cigarros después de pedírselo, junto al mechero.

Salgo al jardín destrozado después de abrigarme con una chaqueta, el frío acecha. Enciendo el cigarro y lo consumo con calma. Lo fumo fuera por Astrid, básicamente tengo ese detalle. Yo puedo morirme, pero no quiero hacer daño al que va a ser mi futuro sobrino.

Suspiro al recordarlo y me llevo una mano a la cabeza. Me siento en la crecida hierba del barrio más caro de Roma, donde aquí todo era un lujo y ahora no queda nada. Noto a alguien que se sienta en mi lado izquierdo. Es Rider, que ahora se ha vestido y abrigado.

Hace frío ya.

He visto sus marcas, Jena no se ve demasiado contenta, pero él se ve normal. Me pide el mechero que me ha dado y se lo doy. Enciende su cigarro.

—Creo que estoy machacando demasiado a Julian—es lo que Rider me dice a mi lado tras ese rato de silencio. Eso es una sorpresa, que incluso Rider se haya dado cuenta de eso. Yo le miro—. Sé que todo esto es una mierda, pero no hay nada más que... Confusión en mi cabeza—eso me hace reír un poco. Rider me mira con sorpresa cuando me ve reír. Desde mi lado izquierdo solo puedo ver su ojo derecho. Es como si no tuviera ese parche—. Tiene un par de huevos bien puestos. Creo que ha aprendido de la mejor, porque amenaza que da miedo.

Por unos segundos es el Rider que conocí presentándose con elegancia, con una de esas miradas que se supone que te derriten, aunque no funcionó conmigo. Recuerdo esa melena alocada, así como él, como el Rider que no había sufrido torturas en el Parlamento ni había perdido a su hermana en un bombardeo. Ese Rider que no tiene todavía el cuerpo inerte de su hermana entre sus brazos.

Pero eso es solo por unos segundos. Unos meros segundos.

La tela que lleva como una diadema es más ancha que cuando lo conocí, tapa más su cabeza. Todas las cicatrices en las muñecas recuerdan a gritos que estuvo encadenado con dolor, uno de esos contante. Sin embargo, quiero pensar que es el mismo de siempre y por eso me doy el lujo de poder bromear.

—A veces te olvidas de que estás tratando con un soldado de una brigada excelente—entonces miro a Rider—. ¿Qué te pasa Rider? ¿Estás confundido? ¿Ahora ya ni siquiera sabes a qué mujer quieres en tu cama? —él me mira mal—. ¿O es que empiezas a darte cuenta de que todos estamos hechos una mierda? Porque no sabes cómo lo lleva Julian. No sabes que nada más llegar aquí se ha roto en pedazos. De eso me encargo, Rider—él suspira un poco mientras expulsa el humo. Me mira de nuevo.

—No eres la indicada para hablar, nena. Solo imagínate por un segundo que fuese tu hermano pequeño el que murió. Tú le arrancarías la cabeza al idiota que dio la orden—se queda un rato callado. No quiero decir nada porque es cierto. Rider me conoce demasiado bien y es una mierda—. No puedo tomarme a buenas que estés con el hombre que ordenó el bombardeo que terminó con la vida de mi hermana. Esa mierda no me la puedo tomar bien—vuelve a inhalar y después habla tras el silencio incómodo—. Mataría a Julian, no puedo mentir con eso, tirándolo a los perros—le doy un golpe—, o a balazos.