44. JULIAN

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Odio mi casa. Odio estar aquí, pero sé que este es el único sitio en esta ciudad que es mínimamente seguro para un grupo de siete personas.

Todo está lleno de fotos mías y de mis padres, todos los rincones llenos de fotos en papel. Recuerdos que me abruman demasiado, porque miro esas fotos y pienso que todo era una mentira. Fotos en las que me veo feliz viviendo en una mentira. Fotos de mi madre. El piano blanco que descansa en la habitación de mis padres.

Recuerdo a mi madre enseñándome a tocar el piano con sus manos delicadas que habrían cometido atrocidades por el hecho de ser agente. Ella no se libraba de cometer asesinatos porque era para lo que servían los agentes en esencial.

Ese mundo no está directamente relacionado con el Ejército de la República, como si se tratase de otra organización del país.

Y mi padre está de lleno en el mundo del Ejército si es un general en Alejandría, temido. Un hombre conocido por los castigos que por las nuevas leyes ha tenido que implantar sin mucho miedo en la ciudad que lleva. En esta casa recuerdo las fiestas.

Kimberley también estaba.

La maté.

Recuerdo los besos que me he dado con una compañera de la Academia cuando estábamos borrachos. La manera en la que al día siguiente lo ignorábamos. Puede que esa chica esté muerta. Max ni siquiera se presentaba a algunas materias porque tenía mucha resaca. Esos eran los días antes de irnos de misiones en el Ejército, metidos de lleno.

Simplemente era eso antes de todo esto.

Antes.

Cuando te quitan todo lo que conocías, de repente no sabes ni quién eres. Me lo habían quitado todo y no me había dado cuenta. He crecido entre mentiras y todas esas mentiras me las han ido desvelando, entre Alexia y los rebeldes.

Es cierto, he estado con otras mujeres antes que Alexia, puros besos sin más entre mis fiestas, pero no llegué jamás a algo tan serio con alguna de ellas, probablemente no fuese serio si no hay un anillo de compromiso de por medio. Alexia es una auténtica primera vez, y no solo por el tema de la virginidad, sino por todo lo demás que es más importante. El sexo al final lo puedes conseguir donde quieras, pero el amor no. Siempre hay una primera vez para todo. Nos imaginamos nuestra vida, nuestras cosas y cuando pasan nunca acaban siendo como imaginábamos.

Hay fotos de mis padres por toda la casa. No sé si era un modo de mi padre para que yo viera ese parecido que tengo con mi madre.

Loret Bianchi está muerta y enterrada en la ciudad donde nació: Milán. Mi madre decidió adoptar el apellido Bianchi cuando se casaron. No es obligatorio, la gran mayoría de mujeres se quedan con su nombre de soltera.

Al principio no lo comprendí, pero después de saber que no tengo genes de mi padre, es compresible que ella quisiera dejar claro que ese niño era de Augusto y no de nadie más. Y no hay mayor prueba que adoptar el apellido de tu marido, aunque esto solo es válido cuando ese apellido tiene más poder. Si el de la mujer tiene más poder en el país que el de su marido, el marido podrá adoptar el apellido de su mujer. Iorizzi no tiene el mismo peso que Bianchi, por lo que mi madre acogió el de mi padre.

Alexia duerme relajada, lo que me parece bien. Me aseguro de que todo esté bien y cuando puedo, me relajo y cierro los ojos. Me sumo en la oscuridad de nuevo.

Cierro los ojos y acomodo de nuevo a Alexia sobre mí, poniéndome más cómodo.

Recuerdo el beso que le di a Charline por rabia en la Ciudadela, despechado, harto, lleno de ira. Pensé en Alexia y me dejé llevar como un completo idiota hasta el punto de susurrar ese nombre que me causó una merecida bofetada. No sé qué habrá podido soñar Alexia para hacerme todas esas preguntas antes, pero sé que Charline entra en ese sueño y yo también. No me gusta que piense en cosas imposibles.

La Marca del Ejército (#LMDLR2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora