34. ALEXIA

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Abro los ojos poco a poco, y frunzo el ceño levemente por la luz que se cuela entre las rendijas de la persiana. No me he acostumbrado de nuevo a sentir el sol de la mañana después de tanto tiempo estando bajo tierra. La habitación está ligeramente iluminada por los rayos solares debido a que este refugio no es subterráneo.

Julian sigue con su cabeza sobre mi pecho, tal y como se durmió anoche. No me molesta demasiado, estoy muy cómoda en realidad. Julian sería incapaz de molestarme. La única cosa que cubre nuestros cuerpos es una sábana blanca arrugada que nos cubre a los dos por igual. Mi pierna rodea su cadera. Nuestros cuerpos se siguen tocando casi por completo. Y, ahora mismo, sí que siento algo de vergüenza.

Él tiene el pelo despeinado, los labios rojizos y marcas sobre el cuello y en la espalda que anoche no estaban. Me estoy poniendo roja por segundos y la adolescente escondida en mí durante mucho tiempo hoy está gritándome: te has acostado anoche con tu novio ex soldado de la República. Constantemente. Supongo que algo dentro de mí ha vuelto a la normalidad, a descansar, a como se supone que piensa una chica de mi edad. Cielos.

Me he acostado con Julian.

Realmente estoy en un estado casi eufórico. ¿Por qué pensaba que me iba a hundir entre malos recuerdos? Es Julian. Me ha hecho volar, nada de hundirme. Me muevo un poco. Él se queja, pero no se despierta.

Dejo a Julian tumbado boca abajo en la cama, dormido como un tronco y con una satisfacción en su rostro que creo que nunca había visto. La sonrisa sigue en su cara, y suspira como si realmente fuese el más feliz de este mundo. Se mueve un poco, puede que buscándome. Pero, por suerte, por mucho que ahora se mueva, la sábana sigue cubriendo su cuerpo. Quiero decir, no es que me dé vergüenza ver el cuerpo de un chico, y menos de Julian, es simplemente que, si no estamos haciendo nada, me resulta un poco incómoda la situación.

Me visto unas ropas limpias y salgo de la habitación.

Los rebeldes de Túnez me tratan con bastante respeto, y no deja de sorprenderme. Si lo sé le hubiese dicho a Patrick que en la urgencia de abandonar Roma, hubiese optado antes por Túnez que por Atenas. Algunos me conocen del barrio y se acuerdan de mí. Alguna que otra mujer me comenta que es comprensible que terminase asesinando, teniendo en cuenta que me he tenido que ganar las cosas por mí misma y que se me educó con violencia. No le falta razón.

Me tratan como si yo fuera una especie de leyenda, y no soy nada de eso. La mujer tiene razón: me educó un monstruo y usé eso para poder matar a soldados y robarles. Me asegura que Allah me perdonará, lo que cuestiono internamente. Él nunca podría perdonar todos mis pecados. Sobreviví en un entorno violento y por mis medios. Alguien como yo no se merece ser tratado como una leyenda.

Llego a la sala principal, que es una especie de comedor lleno de pantallas por todas las paredes y las mesas, tanto de trabajo como para poder comer algo. Mueven armas, pero se ve un ambiente relajado y no tan tenso, con mapas del avance rebelde y el peligro con el que han marcado Roma.

Rider está allí, comiendo un poco, y me sorprende ver a Max tomando un café a su lado. Ambos me miran, me miran como si de verdad leyeran en mi mente que he hecho algo con Julian. Porque Rider asoma una sonrisa y Max parece sorprendido. Max ha adelgazado, se le ve más cansado, con ojeras y con el pelo algo más largo. En estas semanas es como si hubieran pasado años sobre sus hombros. Ya no es aquel chico al que siempre acababa amenazando o haciendo daño, como la vez que hurgué en su herida de la pierna.

Quise matarle desde que supe que era el soldado que mantenía un lío tonto con Rose. Pensaba que solo la estaba utilizando, como suelen hacer los soldados con las rebeldes. A pesar de ello, le saludo con un pequeño abrazo, caminando lentamente. Hoy he decidido dejar atrás la muleta. Aunque siga coja, por lo menos no dependeré de eso. Él se sorprende un poco, pero también me devuelve el abrazo. Un abrazo de pequeño consuelo. Los dos estamos peor que la primera vez que nos vimos. Cada uno a su modo, pero peor.

La Marca del Ejército (#LMDLR2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora