37. ALEXIA

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Han pasado dos horas y no sabemos qué ha pasado. Nos dicen que podemos quitarnos las mascarillas porque no hay peligro. Así que lo hacemos y bebo un poco de agua. Primero llaman a Max. Nos hemos quedado estáticos aquí. Nos dicen que solo puede entrar una persona, por eso es Max el que entra primero. Luego entraré yo para ver cómo está, aunque me dicen que estable, pero débil.

Roxan se acerca a mí, sigilosa. Se sienta a mi lado. Tiene un mechón de su pelo negro entre sus dedos. Con la camiseta azul de manga corta se ven gran parte de los tatuajes. Flores, símbolos, personajes... Incluso un dragón chino. Sus ojos grisáceos son impresionantes. Es una chica guapa, con demasiados secretos. Ella me mira después del rato de silencio.

—Ya sé que... Bueno, entiendo que en el Norte no está pasando lo que os está pasando a vosotros aquí en el Sur—empieza a hablar, pero con la voz baja. Se quita las gafas de plástico y me mira. En sus manos lleva puestos unos guantes de látex manchados con sangre—. Lo que dijo el chico, el novio de Rose... Él tiene razón. ¿Qué clase de consejos puedo darle si yo no he vivido esto? —la miro, pero tampoco quiero hacerle demasiado caso. Solo quiero que Rose esté bien—. Mi madre es lo que más me importa en este mundo y ella debe de pasarlo mal solo porque su hija ha decidido ir al Sur a ayudar.

—Dalton no me ha hablado de tu madre—ella se me queda mirando.

—Lo cuidó bien—pero yo eso tampoco lo sé—. Mi madre hace lo que puede en el Norte por mantenerse en contacto conmigo. Ella está convencida de que todas las llamadas son la última charla que tendremos—en eso a la mujer no le falta razón—. No quiero pensar qué es lo que os ha pasado a todos vosotros. Pero sé lo que es el Sur porque mi madre me tuvo en este país. Yo era muy pequeña para cuando huyó conmigo al Norte—eso sí que me sorprende. Aunque no sé por qué, si su apellido es español—. Nos largamos porque no se le ocurrió nada mejor. Se había enamorado de un hombre casado, incluso con hijos.

›› Él tenía dos vidas y me tuvieron a mí. Yo no tuve que haber nacido nunca—me sigue contando ella. Eso es muy duro—. Intentó que abortara, pero mi madre se negó. Le hacía ilusión ser madre. Ya había tenido problemas antes y lo sintió como un regalo. Ese hombre la destrozó, para que me perdiera, pero no fue así. Ella le dijo que no le reclamaría nada, pero no le importó. Se marchó al Imperio por las múltiples amenazas, incluso habiéndome tenido.

—¿Y cómo le fue en el Norte? —le pregunto.

—Tiene una vida plena. Se casó con un hombre, aunque no tuvieron más hijos porque mi madre no quería pasar por eso otra vez—cuenta ella, con bastante despreocupación—. Ese hombre también es padre, y no pasa nada. Todo está bien mientras estén juntos. Dalton vino cuando tenía catorce años. Él, bueno... Le recomendaron a mi madre. Ella dijo que se iba a quedar con nosotros, que sabía su historia y que ella se iba a hacer cargo de él. Dalton es un buen chico—nos quedamos mirando.

—¿Sabes lo de Roma?

—¿De verdad crees que Dalton sería capaz de eso?

—Él no, pero no conozco a Astrid—ella se queda callada—. Dalton fue el que mandó el bombardeo que me liberó. En ese proceso murieron personas. No sé si Dalton es el mismo chico que recuerdo—baja un poco la mirada—. ¿Cómo está Rose? —decido cambiar de tema.

—Siguen limpiándola por dentro. No sé lo que va a aguantar, pero espero que sea lo bastante como para mandarla a Estados Unidos—termina por decir ella.

—Ella lo es todo para ese chico, yo lo sé—ella no parece entenderlo—. Yo no sabría qué hacer si Julian estuviera tan enfermo. Creo que ni siquiera podría soportarlo. Y Max está ahí... En esa situación y no sé... Hace meses le hubiera matado, pero adora a Rose.

La Marca del Ejército (#LMDLR2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora