32. JULIAN

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No me mintieron cuando en las calles pregunté por esa chica que llevaba en su cabeza un velo negro, que ocultaba su impresionante pero corto pelo dorado y ese maquillaje que resaltaba el azul de su mirada, coja con un bastón. La veo sentada en una tumba negra. Me acerco a ella, despacio, con sigilo. Y cuando la escucho llorar, se me parte el corazón.

Cuando me siento a su lado y nota mi presencia es cuando se limpia las lágrimas corriendo. Ella empieza a limpiarse la cara con una velocidad impresionante.

La sorpresa inunda su rostro cuando me ve, después del susto de darse cuenta de que no estaba sola. Sigue algo magullada, con el bastón para ayudarla a caminar. Intento ayudarla en todo lo que puedo, en ponerle todo lo necesario para que se recupere del todo. Curé su espalda y su tobillo incluso en el viaje a Túnez. No es capaz de correr, pero al menos el bastón le ayuda a caminar velozmente. En la habitación no se guía por el bastón, lo cual es mucho mejor, para que no lo fuerce y a la vez pueda ir acostumbrándose a no cojear ni nada por el estilo.

Entre las manos de Alexia hay una fotografía, una mujer. Es idéntica, aunque tienen rasgos distintos. La de la fotografía es más esbelta, de cabello más dorado, peinado por los hombros, lo que me recuerda al pelo que ahora tiene Alexia. Los ojos azules de la mujer me recuerdan a alguien, y no es precisamente Alexia, es más bien a Pete. Sé que se trata de Diane Rumie, la madre de Alexia, que falleció dando a luz a Pete.

Parece la foto de bodas, y tiene todas las papeletas a serlo a juzgar por el traje y la mitad evidente que le falta. No soy de aquí, pero un vestido blanco (sea como sea el modelo), un velo blanco y unas flores es sinónimo de boda.

—Ju... Julian—su voz tiembla por las lágrimas y los nervios que la inundan—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo me has encontrado?

—Pregunté por ti en todas partes, no quería dejarte sola en una ciudad tan... Bueno, tan dura para ti—le respondo con calma. Ella me sigue mirando—. Muchos no sabían de quién estaba hablando, pero pasé por un barrio donde me reconocieron. Y me dijeron por dónde habías ido. Me dijeron que era un auténtico milagro que siguieses con vida, al parecer saben todo lo que pasó...—hace un gesto que quiere decir que deje el tema—. Estamos en Túnez, Alexia. Aquí todo son recuerdos de mierda para ti, por eso me preocupo. Lo sé porque es lo que me pasa con Roma—giro mi cabeza hacia la lápida—. Y aunque tú dijiste que no había problema con venir a Túnez cuando Rider lo propuso... Sé que en realidad sí que tenías problemas con esto. Sé que es duro. Y no quiero que estés sola.

Miro el nombre de su madre y la edad con la que esta falleció, inscrita debajo del nombre, el día, el mes, hace diez años. Eso es lo que más me impacta... La edad de Diane. Quiero decir, Alexia nunca me ha comentado la edad de su madre y supuse que tendría una edad similar a la mía en esos días, como unos treinta y cuatro. Pero ver que la madre de Alexia falleció a los veintinueve me toca el alma. Joder. Murió a esa edad, y fue dando a luz al tercer hijo, cuando la mayoría de las mujeres tienen el primer hijo a esa edad.

Y los dos hijos anteriores ya tenían once y nueve años, respectivamente.

¿Tan joven y volvió a ser madre? Porque eso quiere decir que tuvo a Dalton a los dieciocho y que tuvo a los veinte a Alexia. Es muy joven, teniendo en cuenta el mundo en el que vivimos. Hasta para un soldado puro es precipitado. Normalmente, las parejas más ultras se casan a los veinticinco, justo cuando se termina la universidad, o cuando dejan de estar de servicio completo obligatorio en el Ejército.

La semana que viene cumpliré los veintiuno. Sería demasiado raro para mí ser padre ahora mismo de un niño de dos años y de otra de uno.

—Tu madre era una mujer muy joven—le comento, pero Alexia permanece en silencio. Yo la miro de nuevo. Aunque mi vista pasa hacia la tumba que Alexia no se ha dignado ni siquiera a limpiar. Y lo entiendo—. ¿No era demasiado mayor para ella? —miro la edad de él en la tumba. Se llevaban doce años, si hago algunos cálculos, teniendo en cuenta los tres años que él siguió vivo después. Doce años. Y yo que pensaba que mi padre, solo por ser un par de años mayor que mi madre... O incluso Alexia y yo, que soy mayor que ella...—. ¿No crees? —ella mira la edad de los dos.

La Marca del Ejército (#LMDLR2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora