54. ALEXIA

33 1 0
                                    


Definitivamente Rider pilota fatal. No es que los vuelos me gustasen, pero él se había encargado perfectamente de que los odiase. No sé cuántas veces he vomitado durante el descenso a Berlín, pero no tenía nada en mi estómago que vomitar aunque el cuerpo me lo pidiera. El dolor de estómago era terrible y las náuseas eran demoledoras. El bajo del avión se ha destrozado, las ruedas se han reventado y varios se han llevado fuertes golpes por culpa de este aterrizaje de todo menos suave. Casi morimos, pero seguimos vivos.

Roxan sigue respirando débilmente con la herida presionada. Careg y Astrid la sacan corriendo del avión para buscar asistencia médica urgente. Cuando pongo mis pies sobre el suelo del Imperio mi estómago se remueve de nuevo. Me desequilibro. Vuelvo a vomitar. Es un dolor tremendo el de tener que vomitar con el estómago vacío, pero el frío que hace aquí es lo bastante como para calmarme el mareo.

Berlín es una ciudad devastada. Es la Roma del Imperio. Karim es el que consigue que unas mujeres del Imperio se lleven a Roxan para que la atiendan, aunque ella no sea muy consciente de ello. Las mujeres nos dicen que ayudan a todo el mundo, sin bandos y sin tener en cuenta la nacionalidad. Su español es horrible, pero comprensible, lo bastante como para que yo me entere.

Mi objetivo aquí es Pete. Quiero sacarlo de aquí.

La gente nos reconoce mientras nos acercamos al centro de Berlín. Siento que es más grande que Roma. Caminamos todos juntos, con las armas en las manos. Avanzamos por una calle hacia el Parlamento del Imperio, o Reichstag. Un monumento enorme preside el final de la calle. Seis columnas se alzan, y en el techo de estas, una estatua impresionante, de un carro tirado por cuatro caballos, presencian el horror de esta calle. Muchos de los que están aquí no son liberales. Bajo ese monumento veo a gente refugiada y detrás de él hay un parque enorme que se ha vuelto un refugio para los civiles heridos.

No comprendo el inglés que escucho a mi alrededor, solo quiero encontrar a Pete para sacarlo del lado de Dalton.

—No me esperaba ver una ciudad del Imperio parecida a una de la República—es lo que comenta Rider detrás de mí—. ¿Quieres que pregunte o seguimos nosotros? —niego hacia él hasta que me acerco a Astrid.

Desenfundo mi pistola. Hay gente alrededor que se escandaliza cuando lo hago. La apoyo de nuevo donde más le dolería. Huyen cuando ven una pistola. Cuánta inocencia hay en este país.

—No necesitamos la ayuda de nadie cuando tenemos a una grandiosa líder en nuestro pelotón improvisado—es lo que le digo a Rider. Él lo comprende. Astrid va a ser mi guía hacia Dalton—. No me creo que mi hermano esté en el edificio más codiciado del Imperio—señalo el parlamento imperial que queda de espaldas a Astrid—. Ya me estás diciendo dónde coño están mis hermanos. No puede ser que hayáis tomado ese lugar, no me lo creo.

—Créetelo—su voz no es amable.

—Si no me llevas con mis hermanos, le pego un tiro—como parece que eso ya no se lo cree, termino por decirle—. Te entregaré a Courtois después de pegártelo.

—Estarán en el hospital de campaña del Tiergarten—es lo que dice ella, recelosa cuando me mira—. Si el Reichstag sigue en pie, es probable que sea porque Charline quiera vivo a Dalton. La ciudad está plagada de refugios anti-bombardeos.

—Eso es lo que queréis vosotros de ella, que esté viva para tomarlo todo—es lo que dice Careg, con una voz oscura. Astrid pone mala cara—. Ni Charline toca el Reichstag ni Dalton toca el Parlamento, eso es porque los dos pretenden tomar el del otro y cortarle la cabeza al llegar. Que Charline quiera vivo a Dalton no es la mejor noticia. Y si Dalton no ha conseguido ni matarla con vuestra puta plaga, a saber qué podría matarla.

La Marca del Ejército (#LMDLR2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora