25. ALEXIA

41 1 3
                                    


Abro los ojos, poco a poco. Reconozco el sitio en el que estoy: es el suelo de mi celda. En cierto modo, me alivia reconocer dónde estoy. Siento que me duele demasiado la cabeza. Estoy tirada en el suelo, bocabajo, y no siento nada en mi espalda. Siento algo en mi brazo, tampoco mucho. Sigo en la nube extraña en la que mi cuerpo me ha protegido.

No sé qué es mejor: seguir inconsciente o vivir.

Frente a mi rostro descansa una bandeja con vendas limpias y pastillas, además de agua, comida. Es arroz blanco con un poco de carne y la boca se me hace agua. También tengo bebida. Agua. Es como si me hubiera olvidado de la sed que tengo. Me imagino que el ansia con el que me quiere Charline con vida.

Intento ponerme de pie. Las piernas me tiemblan. Mis brazos apenas son capaces de aguantarse por sí solos. En el espejo oxidado de la celda puedo ver que mi cuello tiene un par de moretones. La alarma se me dispara cuando empiezo a imaginarme que han abusado de mí mientras estaba inconsciente, pero cuando palpo... Cuando me doy cuenta de que ellos querrían que yo me enterara de todo... Pienso que esto son pinchazos. No sé qué me han podido inyectar y eso me da más pánico.

Noto mi espalda, rígida, herida. Me he hecho esto muchas veces, he lidiado con el dolor, con más dolores como esto, y sé que mi espalda está cosida. No tiene pinta de haber sido con delicadeza, está claro que no iban a tener ningún tipo de cuidado conmigo. Lo único que me consuela es que seguro que está desinfectada correctamente. A Charline no le haría ninguna gracia que me matase una infección en la espalda antes que ella.

Me llevo la mano a la cabeza, palpo poco a poco. El dolor se me dispara por todo mi cuerpo. Es como si mi mente estuviese nublada. Puede ser que las inyecciones consistan en esto, en tenerme totalmente atontada.

Mi espalda está manchada de sangre. El suelo también.

Mi quejido de dolor es tan desgarrador y horrible que daña mi garganta más de lo que me gustaría. Logro ponerme en pie por completo, sin tener que sujetarme a ningún sitio. Mis pies descalzos están manchados de sangre seca. Aguantarme de pie supone más esfuerzo del que me imaginaba. Me tiemblan las piernas, pero me controlo.

Me apoyo contra la pared cuando me doy cuenta de que simplemente no puedo con mi vida. Me duelen las rodillas, las muñecas, la espalda... Decido comer el arroz con un poco de carne después de comprobar que es comestible cuando me doy cuenta de que llevo demasiado tiempo sin comer, tanto como para empezar a marearme y que mi estómago no se rinda en protestar.

Veo las medicinas con desconfianza. Pero me sorprende ver una nota en ellas: te están inyectando Sitamita mezclada con más drogas para terminar convenciéndote de cosas terribles, de que cedas a cosas que nunca podrías permitir. Te van a humillar si no te las tomas, Alexia, quieren anularte como persona, quieren que seas capaz de decir que amas a la gobernadora. Por favor, tómate las pastillas, contrarrestan las drogas, aunque no podrán evitar que el cuerpo esté adormecido, por lo menos no tocarán tu mente. Marion.

Me sorprende reconocerlo. Es el hermano pequeño de Astrid.

Y como le conozco y sé que es probable que Charline quiera dejarme en otro mundo... Me tomo las pastillas sin siquiera dudarlo al momento.

Escucho unos pasos.

Soldados. Tengo miedo, mucho miedo. Tiemblo de miedo. Soy ridícula haciéndolo, pero no tengo nada más que esto.

Los dos soldados, que no son los mismos que recuerdo, abren la puerta de mi celda y entran en ella. Intento alejarme de ellos, pero me apoyo contra la pared y me caigo de dolor. Llevo el torso completamente vendado, por lo que no necesito camiseta alguna. Se me nota todo por completo. ¿Y si quieren tocarme? ¿Es eso lo que quieren de mí ahora que estoy despierta? Uno de ellos me rodea la muñeca con una delicadez impresionante que me recuerda a Julian. A pesar de que tengo todas las de perder, trato de huir.

La Marca del Ejército (#LMDLR2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora