Preparamos el resto de las cosas. Ni siquiera me molesto en colocar todo bien. Termino de meter toda la ropa de invierno en la mochila, aunque sea de cualquier forma. Julian me da una de las chaquetas que utilizaba para sus misiones en los Alpes, mientras se queda otra para él. Las dos son del Ejército, de camuflaje. Y en las dos está bordado su apellido: Bianchi. Me va como un saco, pero si esto le valió en las montañas de los Alpes seguro que me valdrá en Berlín. Cojo un par de armas y me las cuelgo en la espalda. En la cocina guardo las provisiones que todavía nos quedan.
Salimos corriendo de la casa. No puedo evitar cojear, porque sé que la pierna no se ha curado del todo bien. Tengo una lesión que implica el reposo absoluto o el máximo que se pueda y me he repasado la ciudad de Roma estos días. No es el mejor método para sanar mi tobillo. Julian me toma de la mano para que les siga el ritmo, lo que intento.
Corremos por las calles.
Karim decide venir porque asegura que no piensa morir en Roma por alguien que lo abandonó. La traición de su amante ha sido demasiado grande como para arrastrarse a por ella. No quiere saber nada más de esa tal Aria, que no es más que otro bicho raro como lo es Courtois. Karim se ha enamorado de un prodigio. Los prodigios se enamoran del poder. Él la quiera, pero ya no puede hacer nada por esa persona. Nunca lo valorarán. Es ese tipo de amor que ya no es sano y uno lo sabe.
Karim y Julian son los que nos guían hacia las afueras de la ciudad. Tomamos prestada un furgón de asalto del Ejército en el centro de Roma que nos servirá para llevarnos al aeropuerto, alejado del centro de la ciudad. Julian se sienta en el asiento del conductor y pone en marcha el furgón. A pesar de todo, sus huellas siguen estando en el sistema y el furgón reconoce que lo está pilotando un soldado. Tomo asiento en el de copiloto y pongo el fusil apoyado en la ventana.
Rider en la parte trasera prepara una especie de escudo mientras abre las ventanas para colocar las armas. Tenemos que enfrentarnos al Ejército para salir de Roma porque, aunque la cura se está administrando, la cuarentena no ha sido denegada. Julian conduce como un loco. Los soldados no son amables con nosotros cuando intentamos abandonar la ciudad. A pesar de que Julian conduce haciendo eses, yo no puedo evitar cargar y disparar a los que alzan sus armas contra nosotros. Otros dudan y no lo hacen, mirando el furgón sin ser conscientes de que somos nosotros. Algunos simplemente tiran el arma y alzan las manos.
Pero todavía hay mucha gente que ve mi cara y me quiere muerta.
Hieren a Roxan en el brazo. La chica grita y Jena la recoge en el suelo. Sin embargo, otro disparo, alcanza a Roxan en el estómago. Ella se desploma. Se tira al suelo y se lleva la mano al estómago. La sangre corre. Karim le dice que apriete la herida. Jena la sujeta entre sus brazos y dispara hacia la dirección en la que Rider también. Astrid está agazapada porque no le hemos dado ningún arma. Pero no veo ningún tipo de pena por Roxan.
Me asomo por la ventana con el fusil cargado y disparo hacia la línea de soldados que intentan pararnos. Ellos me importan una mierda. Los soldados caen. Rider dispara también hacia ellos, y a pesar de sus dificultades, acierta más de lo que me esperaba. Jena toma el puesto de Roxan porque Karim se queda con ella. Se pone al lado de Rider, con un fusil de asalto y empieza a disparar. Es entonces cuando veo que Jena sí es una rebelde, y de las peores, de los que salen de la mayor pesadilla de Roma: Nápoles. Ella abre el techo y se asoma por allí con el fusil. Los soldados que están delante de Julian caen al suelo tras un disparo en la cabeza que los destroza. Julian está histérico y pide que Jena baje, pero todos los enemigos caen. Ayudo a Jena disparando por la ventana, asomada.
En el aeropuerto todavía nos esperan más guardias. Matamos a todos los que intentan pararnos, aunque aquí son pocos los que nos dejan pasar. Incluso tengo que ponerme por delante de Julian para que no le den. No son pocos los que siguen siendo tan fieles a Courtois como para dar su vida por ella. Incluso la guerra estalla entre ellos. Cuando bajan el arma al vernos, los otros toman a esos soldados por traidores. La traición solo tiene una salida en la República y es la muerte. En cuanto un soldado es consciente de que alguien ha cometido una traición, incluso siendo un compañero, tiene vía verde para disparar. Por eso se apuntan entre ellos. Y se matan entre sí. Por la mera traición.
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La Marca del Ejército (#LMDLR2)
Science FictionSEGUNDA PARTE DE LA MUERTE DE LA REVOLUCIÓN. ¿Qué estarías dispuesto a sacrificar por lo que más deseas? Tras la ida al Imperio, Alexia cree encontrar las soluciones a sus problemas al encontrarse con sus hermanos, los cuales viven a salvo en el I...