2. JULIAN

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Ya sé que Alexia no está del todo bien en lo que se refiere mentalmente.

Sus patadas me habían alcanzado con una potencia que ella nunca había demostrado conmigo. Casi me tira de la cama que compartimos, que no es tan pequeña como aquella que teníamos en la sede de la facción liberal en Roma, así que era una tarea complicada. Me duele todo el costado derecho por las patadas que me había dado. Seguramente me saldrá más de un moratón, pero eso es lo que menos me importa ahora.

Estaba en un estado que no quiero que vuelva a repetirse, nunca más. Las lágrimas corrían por sus mejillas. Ella temblaba de miedo y se tocaba los tobillos con horror, entre sollozos. Parecía desesperada. Por poco se ahoga ella sola. Podría haberle dado algo. No respiraba y encima trataba de hacerlo, no podía. Esa mirada pura llena de miedo y de histeria, el verdadero pánico. Lo entiendo si analizo todo lo que ella ha vivido. Alexia siempre ha vivido rodeada de dolor, al menos en los últimos años. Es casi imposible no tener épocas en las que terminas cayendo.

Me duele verla de este modo. Me duele como nunca me imaginé que me iba a doler. Ya no es el dolor de los golpes que me ha dado, eso no tiene nada que ver. Es ver a la persona que más quiero totalmente ida de la cabeza por culpa de la mierda de vida que le ha tocado. No puedo permitir que Alexia se rompa. Por lo menos un poco más.

—¿Me puedes traer otra mierda de estas? —me dice Rider, enseñándome la lata de bebida energética que tiene en su mano.

Le doy otra bebida, a pesar de que no me parece lo más sano. Las ojeras ya están haciendo acto de presencia debajo de sus dos ojos marrones. Son oscuras y notables, pero Rider actúa como si estuviese tan despierto como cualquier otro. Me da las gracias y le da un largo trago. Por delante de él, las vías son las únicas vistas. No tenemos muchas luces, solo las que tiene el propio tren. Estamos avanzando en la más pura oscuridad.

—Todavía queda un buen tramo para empezar a ver algo de luz solar.

Es lo que me dice Rider cuando me ve desanimado. Siento que no estamos avanzando, como si no hubiéramos salido de Roma. Eso da miedo.

Me doy cuenta de que Alexia no regresa a este vagón. Me asomo a la habitación que compartimos, por si acaso. Quiero asegurarme de que no esté sola, aunque tampoco me hace especial gracia que hable mucho con Astrid. No quiero preocuparme demasiado. La veo estirada por encima de las sábanas, abrazada a la almohada, intentando de manera imposible poder calmarse.

Alexia no está dormida, a pesar de que tiene los ojos cerrados. Su respiración es agitada. Abre los ojos cuando nota que me acerco a ella. Se limpia la cara ella misma y respira hondo. Deja la almohada de lado y es como si nada de esto haya pasado. Pongo mi mano sobre su pelo húmedo por culpa del sudor.

—¿Por qué no me has avisado? —ella no me responde.

—¿Te quedas conmigo hasta que me duerma? —me lo pide en un susurro.

—Claro que sí, pero ven—ella me mira con curiosidad—, deberías darte un baño—está tan sudada que tiene que ser incómodo. No me incomoda a mí, tampoco me asquea, y la gran mayoría de hombres que se imaginan a mujeres sudando lo último en lo que piensan es en la higiene. Además, Alexia tampoco parece cómoda consigo misma—. Seguro que eso te ayuda a despejarte, una buena ducha de agua caliente—me mira de nuevo.

—¿Te importa si dejo la puerta del baño abierta? —me la quedo mirando. ¿Por qué iba a importarme eso? —. No quiero estar encerrada.

—Sí, puedes dejar la puerta abierta, como tú quieras y estés más cómoda—Alexia parece más aliviada—. Yo estaré aquí fuera. Si me necesitas no dudes en llamarme, ¿vale? —Alexia asiente y entra en el baño sin cerrar la puerta.

La Marca del Ejército (#LMDLR2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora