6. ALEXIA

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Dalton me lleva hasta la primera habitación que está en la planta de arriba. Cierro la puerta. Dalton se sienta sobre la cama. Mi pelo suelto está enredado, así que trato de peinarlo entre mis dedos. Dalton me mira mientras me siento a su lado. Me estiro sobre la cama, como en los viejos tiempos. Él cruza sus piernas sobre ella tras descalzarse.

—Pete no sabe nada de esto—es lo primero que Dalton me dice—. Es demasiado duro como para que un niño como él lo cargue en su consciencia. Imagino que lo sabrá en algún punto, si él quiere, más mayor—asiento con miedo—. Te insistirá, pero niégaselo. No puede saberlo todavía. Cuando lo sepas, me comprenderás—asiento de nuevo. Pete no tiene por qué ser consciente de algo que pueda atormentarle. No ahora.

—Seré una tumba—me mira y suspira levemente.

—¿Español o árabe? —me pregunta.

Si me cuenta en árabe los recuerdos... Me dolerán más.

—Español—Dalton suspira y asiente. Lo asume.

Quiero llorar de alegría y de emoción. Dios... Dalton está vivo. Delante de mis ojos. Alargo mi mano entre las suyas y acuna la mía. Tocarle lo convierte en real. Está vivo. Dalton está vivo de verdad. Esto no es un sueño. Él es real.

Miro al techo. Suspiro un poco.

—Me gustaría decirte que no es peor que todo lo demás, pero lo es—admite, en las sombras, sin ganas—. Tú misma sabes en qué se convirtió ese hombre cuando nuestra madre murió. Tú lo viviste—no quiero ponerme a recordar. Pero la historia de Dalton me obligará a hacerlo—. Todo lo que nuestro padre nos hizo, que nada era bueno, todo eso...—la mano de Dalton está callosa, pero me la acuna como si no hubiesen pasado los años.

Ha tenido una vida medianamente digna en el Imperio. No me hace gracia. Algo dentro de mí se siente molesta. Yo me he partido el lomo en la República, mientras que Dalton vivía aquí, en el Norte, a cuerpo de rey.

—Primero empezó con Pete. Luego fuiste tú, por defenderlo—sigue hablando—. Y luego fui yo. Nos defendíamos mutuamente, eso es lo que hacen los hermanos, lo hacíamos a pesar de que nos estaba matando hacerlo. Vosotros dos sois mis hermanos menores. Mamá me dijo que mi deber era protegeros de todos los males, ayudaros en todo, yo era el ejemplo que vosotros dos seguiríais—de acuerdo. Esto no va a ser fácil—. Os cuidé, no porque ella lo dijera, sino porque era mi deber.

›› A veces le seguía—sigue diciendo Dalton—, para ver qué cosas hacía. Cuando todo estaba asegurado, cuando tú y Pete ya estabais comidos y a salvo de ese cabrón. Se iba con gente peor que él. Decía mil cosas terribles de vosotros—aunque me lo imagine, seguro que es peor de lo que pienso. Odio a ese hombre con toda mi alma—. Si las cosas ya eran feas cuando nos lo decía a la cara, a las espaldas...—se queda en silencio.

—Tómate el tiempo que necesites—le digo. Dalton asiente.

—Juraba que iba a destrozar a Pete por ser el más parecido a nuestra madre—murmura y siento el dolor en sus palabras—. Que era un asesino y que tenía que pagar. El colmo fue...—me mira de reojo. ¿Qué fue el colmo de Dalton? —. Te metió a ti. No en ese sentido, sino que... Ya tenías casi doce años y no tardarías muchos años en buscar novio. Ya estaba negociando con gente para que te casaras con sus hijos y les aseguraba que no dejaría que ningún hombre te tocase. Les aseguraba que eras... Bueno, que te había bajado la regla pronto, así que... No lo sé... Solo recuerdo mil locuras más...—mis ojos se abren de golpe.

Las ganas de vomitar me invaden. Era lo que me temía. Pero eso de que sea real, que pensase eso en serio, que de verdad estuviese negociando conmigo sabiendo que nadie haría nada para evitarlo...

La Marca del Ejército (#LMDLR2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora