Whiteley

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Eran fines de septiembre y William se estaba preparando para hacer una visita a la casa de los Whiteley debido a la insistencia de Sam, quien dijo que le gustaría mostrarle su mascota y tomar una taza de té junto a él. El profesor accedió pues sería una buena instancia para hablar con el hermano mayor del pequeño para asegurarse de que las capacidades de este para las matemáticas fueran potenciadas de buena manera. Además el rubio admiraba profundamente a Adam Whiteley considerándolo como una de aquellas figuras que estaban destinadas a cambiar Gran Bretaña para mejor y encajaba perfectamente con varios de los ideales que William tenía. Además representaba a una buena parte de la población que sufría necesidad y él a través de su propia voz los defendía en el parlamento enfrentándose a diputados mas conservadores que querían mantener los privilegios de la clase que se encuentra en el poder.

-Realmente un hombre entrañable, será un gusto conocerlo y estoy seguro de que dentro de su hogar también es una gran persona- pensaba William mientras terminaba de ordenar sus cosas pues Sam dijo que lo estarían esperando en la entrada.

Las cosas estaban marchando bien dándole incentivos a Milverton para que creyera que podía chantajearlo. Sin embargo este todavía no descubría su "secreto", aquel que había elaborado especialmente para usarlo como cebo que atrajera la atención del profesor de inglés. Solo unos pasos más en la dirección correcta y lo tendría justo donde lo quiere. La profesora Emma solo tenía que fingir que seguía siendo una mujer indefensa que no haría nada para oponerse a Milverton.

-¿Puedes seguir soportándolo por unos meses más?- le dijo William a la maestra con algo de impotencia ya que si pudiera la aliviaría de su sufrimiento en este mismo instante.

-Por supuesto ¿Qué son unas semanas más? Después de todo han sido unos años horribles y ahora usted se presenta como aquel que me salvará- dijo ella mientras sonreía.

-Lamento tanto que tenga que aparentar que sigue bajo la completa merced de ese sujeto- mientras apretaba los puños pues realmente odiaba ver a personas indefensas sufrir.

-No se preocupe, después de todo lo tengo como mi asesor en el crimen ¿no es así?- dijo ella risueñamente y con complicidad.

-Por supuesto- aseveró mientras sonreía de aquella manera determinada.

William había asumido como misión personal la caída de aquel ser despreciable y cuando se proponía algo lo lograba, además que su gran inteligencia sirviera para mejorar las condiciones de vida de aquellos que necesitaban de su ayuda lo hacía sentir de cierta forma feliz. Antes se contentaba con tener un papel menor pero no menos significativo en esta gran obra que era la vida, sin embargo ahora era necesario que se involucrara mucho más ayudando a combatir los dragones él mismo. Además no estaba solo en esto pues tenía a su Sherly quien lo apoyaba en todo y era bastante curioso pues nunca había pensado en tener un romance antes, pero realmente le estaba agradecido a su novio por demostrarle que hasta el druida podía tener su propia historia de amor. Igualmente tenía a su familia y amigos quienes harían hasta lo imposible por asegurar su bienestar. Además recientemente obtuvo el apoyo de sus suegros y la señora Holmes se encargaba de mandarle mensajes casi diariamente mostrándole fotografías de su Sherly o de sus viajes pues ya no se encontraban en Gran bretaña.

-Muy bien- dijo William al terminar de poner en orden sus carpetas, libros, lápices y otros útiles.

Entonces se dirigió a la entrada del colegio encontrando un automóvil negro muy bonito y frente a este estaba un hombre rubio y de ojos verdes con un porte elegante e imponente, este vestía un traje azul marino y al ver a William hizo una reverencia.

-Es un gusto verlo en persona profesor Moriarty, he escuchado mucho de usted- mientras se erguía nuevamente y le mostraba una sonrisa llena de brillo.

Entre libros de química y matemáticasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora