Epílogo

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Habían pasado cinco años desde que William y Sherlock se casaron, las cosas no cambiaron mucho entre ellos pues parecía como si casi todos los días estuvieran de luna de miel. Debido a que habían decidido adoptar se mudaron a una casa más grande en un bonito barrio de Londres. Sus mascotas estuvieron muy contentas ya que el patio que tenía su nueva residencia era bastante grande. El lugar contaba con cuatro habitaciones y dos de ellas fueron acondicionadas para transformarse en sus estudios. Prontamente las paredes y todos los sectores de la casa se pintaron con las personalidades de ambos convirtiéndose en su querido hogar.

Por otro lado con cada día que pasaba se amaban todavía más, ya que ambos eran muy cariñosos y detallistas como si quisieran enamorar al otro todas las veces que fuera posible. De vez en cuando Sherlock tenía que hacer viajes a otros países por motivo de trabajo, pero siempre era recibido de manera sumamente amorosa por su amado esposo. Aquellas noches que le seguían a sus regresos eran valoradas enormemente por ambos, pues verse después de un mes o dos los hacia desearse de tal manera que incluso podía ser clasificada como insoportable.

Recorrer la piel de su compañero con ansias, pero con delicadeza, después de no sentirse en un tiempo era una de las mejores sensaciones que ambos podían tener. Sus manos no podían quedarse quietas apenas atravesaban la puerta de su departamento dejando un camino de ropa hasta su dormitorio donde se amaban hasta que sus corazones se sentían satisfechos.

Ahora mismo Sherlock había regresado de un viaje a Lituania en donde su farmacéutica estaba colaborando con otra para crear novedosos medicamentos que revolucionarían nuevamente el mercado. El hombre de cabellos oscuros rápidamente se había convertido en un figura reconocida dentro de ese ambiente e incluso se le llegaba a denominar como un genio de la química. A este no le interesaba mucho aquello mientras pudiera tener a su disposición todos los elementos que necesitase para experimentar. Sin embargo le agradaba mucho presumir de eso frente a su Liam para que este lo elogiase. El rubio solía rodar los ojos siendo plenamente consciente de las intenciones de su esposo, pero igualmente lo felicitaba acariciando la cabeza de este.

-Liam me haces cosquillas, pero no pares- le dijo Sherlock a su esposo quien se encontraba jugueteando con los largos mechones de su cabello mientras descansaban después de una ardua noche de actividades amatorias.

-¿No crees que deberíamos ir a la peluquería, Darling?- mientras seguía enredando sus dedos en el pelo de su Sherly quien se aferraba a su cintura hundiendo su cabeza en su vientre.

-Pero Liam adoro que tengas el cabello largo- le dijo alzando su cabeza y haciendo un mohín.

-Sé que te gusta, me refería a que recortaran las puntas solamente. No seas dramático- le dijo risueñamente- Además... ¿no crees que sería agradable tener un tratamiento especial?

-Sí suena bien- dijo casi ronroneando pues el otro no había dejado de acariciar su cabeza.

-Recuerda que el próximo lunes tenemos que ir a recoger a Jessica al orfanato. Después de varios meses por fin puede venir con nosotros.

-Ustedes realmente se llevan bien- comentó Sherlock.

-Querido a ti también te quiere. Tan solo es bastante seria y un poco tímida- le dijo William mientras le daba un pequeño beso en la cabeza- Ha leído todos tus artículos.

-Le gustará mucho cuando le muestre mi laboratorio- dijo de mejor ánimo.

-En el fondo es muy parecida a ti, secretamente ama las explosiones- dijo riendo suavemente.

-Tiene buen gusto- mientras sonreía de aquella manera orgullosa.

-Te lo advierto: no seas una mala influencia- mientras jalaba suavemente los cabellos de su esposo.

Entre libros de química y matemáticasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora