I. El inicio

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15 de agosto.

Dos semanas para que acabe el verano. Odio que mis padres hayan decidido mudarse a Barcelona. ¿Por qué esta ciudad? Decido abrir la ventana y contemplar las vistas que tiene mi nueva habitación. La casa de enfrente tiene un precioso jardín con piscina.

-Valentina, no nos hagas esperar más -se escucha desde bajo-

-Calmaos, no hace ni una hora que hemos llegado.

Cierro todas las puertas de los armarios, cojo el móvil y me dispongo a ir al salón. Cuando llego mi madre habla por teléfono con alguien y mi padre va repartiendo cajas según su lugar asignado. Me pongo a ayudarle hasta que se cuelga el teléfono.

-Mañana tengo una entrevista presencial de trabajo, así que hoy tendremos que ordenar todas estas cajas. -mi madre se dirigió hacia nosotros-

-Bien, aunque son 50 euros la hora más la comida

-Valentina, esos modales.

Mi padre ríe y acaba de colocar todo en su sitio. Es hora de ir a comer así que salimos con el coche hacia algún restaurante cercano. Mientras sacaban el coche del garaje, me acerqué a ver la casa que se veía desde mi ventana. Era enorme. No es que la nuestra fuese pequeña, pero era insuperable. ¿Quién viviría allí dentro? De repente aparecen dos furgonetas grandes por la derecha, en una de ellas un chico llevaba la ventanilla bajada y en el momento que llegaron al cruce pudimos intercambiar miradas. 1, 2, 3 segundos y agachó la cabeza...

Qué intensidad con el hijo de los vecinos ¿no?

Me giré para subir al coche y nos pusimos en marcha al restaurante.

-¿Quiénes son los vecinos de la casa del al lado?

-No les hemos visto aún. -respondió mi madre-

-En la inmobiliaria nos dijeron que era información confidencial. En esta urbanización se busca la privacidad. -añadió mi padre-

De camino al restaurante cerré los ojos e imaginé la vida de aquel chico que acaba de ver. 17, vida medio planificada por sus padres, estudiante de ciencias, tímido, pero con gran sentido del humor.

Tras la comida volvimos a casa y conseguimos ordenar todo antes de la noche. Mis padres quedaron satisfechos con el trabajo así que me subí y me di una ducha antes de volver a mi habitación para dormir. Extraño mi habitación en Milán, pero esta cama doble no la cambio por nada del mundo. Noté como la ligera brisa de la tarde se había convertido en una corriente de aire así que decidí cerrar la ventana y allí fue la segunda vez que me encontré con el vecino.

Me quedé petrificada al verlo en bañador y sentado en la piscina. Estaba solo y parecía pensativo. No fui consciente de que seguía mirándolo hasta que la alarma de mi móvil sonó, hora de ir a dormir.

Aquella noche sería la primera que soñaría con aquel desconocido que acabó siendo un perfecto conocido. 

La clave (Pedri González) [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora