LXVI. La cena de la discordia

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1 de octubre

No tuve noticias de Mateo hasta esa misma mañana. Un mensaje suyo me despertó:

Valentina, acuérdate de nuestra cita. A las 9 pasaré a recogerte.

La alegría que había vivido estos días con la sorpresa de Pedri se esfumó al leer ese mensaje. Levanté la almohada y me la coloqué encima de la cabeza. Estaría bien tener una gemela idéntica para estos días, pero por suerte o desgracia no la tengo. Había calculado todo para que Pedri no se enterase de nada, Cristian me había servido de tapadora. Me sentía fatal engañándole, pero tenía otra opción. Hoy comeríamos con su familia y luego pasaríamos la tarde juntos. Me vestí rápido y bajé a desayunar. Vi que mi madre había dejado el desayuno preparado y se había marchado. Mi padre me llevó al instituto. Las clases pasaron rápidas, en el patio Cristian y yo nos alejamos del resto y repasamos la tapadera y como actuar en caso de que Pedri me llamase. Cada vez que sacaba el tema, me sentía más culpable.

Llegué a casa y fui directamente a la ducha, cuando terminé de arreglarme, le escribí a Pedri. Él quedó en venir a por mí para que fuésemos juntos a su casa. Y así fue. Salí y nos abrazamos.

-¿Estás preparada?

-Si nuestro primer encuentro no hubiese sido con nosotros en una cama, me sentiría más cómoda.

Reímos.

-Va a salir todo bien, chiquita.

Entramos y la mesa del comedor ya estaba preparada. Sus padres me saludaron con dos besos a cada uno. Fer sonreía, seguramente recordando nuestro primer encuentro.

-Venga, siéntense.

Durante la comida, Pedri estuvo atento conmigo. Sus padres parecían felices de vernos a los dos juntos. Su madre me preguntó lo que quería estudiar en un futuro y padre que si me gustaba el fútbol.

-Ya tiene su propia camiseta del Barça, sino no entraba en esta casa.

Todos rieron. Su madre había preparado unas croquetas buenísimas y la felicité. Como postre había flan casero.

-¿No quieres un trozo Valentina?

-No gracias.

-Prueba del mío, vecinita.

-Vale, solo un poco.

No estaba nada mal. Una vez acabamos la comida fuimos todos al sofá y estuvimos viendo un rato la tele. Pedri me abrazó y yo me apoyé en él. Sentía que él era mi refugio y en eso me consolaría esta noche. Al rato, los padres de Pedri se fueron a pasear y Fer tenía planes así que nos quedamos solos.

-¿Qué prefieres hacer, vecinita?

Me quedé mirándole fijamente. Pareció entender mis intenciones y se rió.

-¿Sala de juegos, mi habitación, comedor?

Quería provocarle, así que no le contesté y me levanté. Él me siguió y me cogió de la cintura.

-¿A dónde crees que vas?

Me solté y fui corriendo hacia su habitación. Él intentó atraparme pero fui más rápida. Me metí en el vestidor. Él miró primero en el baño.

-De aquí no tienes escapatoria, Valentina.

Me quité la camiseta y él se quedó boquiabierto. Cerró la puerta del vestidor y se dirigió hacia mí. Antes de dejarle que me besara le quité su camiseta. Él sonrió. Necesitaba sentirlo cerca y poder disfrutar todo el tiempo que estuviéramos juntos. Él se sentó en el sofá que había allí y me pidió que me subiera encima de él. Nos besamos y sentía su respiración cada vez más acelerada.

La clave (Pedri González) [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora