LXXXV. El poder de disimulación

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13 de octubre

Volvimos a clase y todo regresó a la normalidad, excepto mi cabeza que seguía estancada en aquella visión de mi padre con otra mujer en el restaurante. ¿Alguien sabe cómo olvidar un momento doloroso? Fingí estar bien delante de mis compañeros, todos contaron sus planes del puente y yo me limité a decir que había estado con mi familia. Cristian me miró al escucharme porque él sabía que precisamente no era mi familia de sangre con la que había estado. El resto del día fue ligeramente normal. Nos avisaron de que teníamos una reunión sobre la Selectividad después de la última clase. Le escribí a mi madre de que no viniese a recogerme a la hora de siempre, vi que tenía mensajes de Pedri, pero no me arriesgaba a abrirlos en clase. Guardé el móvil y volví a mi sitio. Cristian se cruzó en mi camino y me llevó a la puerta.

-Aún no ha venido el profe, así que cuéntame. Me ha encantado tu versión del he estado con mi familia y me encanta pasar tiempo con ella. De Oscar, querida.

Reí.

-Ha sido un puente de altibajos, pero con él todo bien.

-¿Pensáis hacerlo público algún día?

-De momento no. Y espero que así siga.

-Confía en mí, ya lo sabes.

-Lo hago.

Vimos al profesor acercarse a la puerta y nos sentamos en nuestro sitio. Solo quedaba esta clase y la reunión así que me concentré y se pasó el tiempo volando. Ojalá todas las clases fueran así. Cuando sonó el timbre todos nos trasladamos al Salón de Actos, mientras esperábamos a que abriesen las puertas, me separé un poco del resto y vi los mensajes que me había enviado Pedri.

Buenos días, vecinita. ¿Cómo estás? Ya en clase supongo.

Tengo noticias que darte. Si quieres esta tarde, puedo recogerte en Bádminton.

Mira lo que me acabo de encontrar en el sofá.

El siguiente mensaje suyo era una foto con un coletero en su muñeca. Se caería ayer.

La gente empezó a moverse, bloqueé el móvil y entré. Cristian me había reservado un sitio a su lado, delante teníamos a las chicas del bachillerato de letras y no paraban de hablar y comentar fotos. Intenté incluirme en la conversación de Cristian y Enea, pero era imposible no escucharlas. Hasta Cristian se dio cuenta y calló, porque cotilla se nace no se hace. Escuché el nombre de "Gavi", estaba segura de que era el chico que Pedri me había presentado en el restaurante. Empezaron a ver fotos suyas y comentar cosas suyas. Cristian y yo nos miramos y nos reímos. Enea empezó a explicarnos lo que había preparado para el aniversario de sus padres. Lo peor llegó cuando mencionaron a Pedri, de forma inconsciente giré mi cabeza y presté toda mi atención, luego me di cuenta que Cristian me observaba. Enea también las escuchó. Todas resaltaron lo atractivo que era y lo bien que jugaba. Me hubiera gustado ver mi cara en ese momento. Me giré a mirarlos y no esperaba lo que pasó a continuación. Enea se pegó un poco a nuestras sillas y dijo en un tono más bajo.

-A mí no me parece tan atractivo, pero el otro día me enteré de una cosa sobre él.

Cristian la miró y me miró a mí. Me vinieron los nervios de repente, sentía como el corazón se me aceleraba.

-¿El qué Enea? -respondió Cristian-

-Una de las amigas de mi prima trabaja en un buen restaurante de Barcelona y nos contó que lo vieron con una chica guapísima.

Yo no contesté, Cristian se quedó callado un momento.

-¿Pero te ha pasado fotos?

-No, no tuvo la oportunidad de hacerlo.

-Bueno, seguro que será alguna nueva de influencer de su edad o la nuestra.

-Los futbolistas siempre acaban con gente así. Aunque yo sigo soñando con poder abrazar a Riqui Puig algún día.

Cristian rió. Su mano rozó mi rodilla y me intenté tranquilizar, digo intenté porque evidentemente no lo conseguí. Aquella noticia de Enea despertaba mis antiguos temores. Estaba deseando salir de allí y refugiarme en casa. Acabamos la reunión y salí la primera hacia fuera. Mi madre me había traído comida para el camino en coche y fue la excusa perfecta porque no tuvimos que hablar. Llegamos a casa y tomamos el postre juntas. Ella se subió a trabajar y yo aproveché que se puso a llover para trabajar en el comedor, me encantaba el ruido de la lluvia y era el lugar donde más se escuchaba. Antes de ponerme a hacer los deberes, le escribí a Pedri y le dije que seguramente no iría a entrenar hoy, que si quería podía venir a mi casa. Avisé a la entrenadora y a Alejandra.

Una hora más tarde, Pedri llegó a casa. Me besó y paso al comedor.

-Hola, vecinita. ¿Aún estás estudiando?

-Sí y aún tengo para rato. Pero ya lo haré luego, no pasa nada.

-No, no. Si me dejas tu portátil, aprovecho para ver unos partidos que nos tenemos que ver y tú acabas eso. Así luego tenemos tiempo libre.

-Claro, voy a subir a por él.

Iba a salir del comedor cuando noté como me rodeaba con el brazo.

-Estás muy sexy con esos pantalones, Valentina.

-Está mi madre arriba.

Me soltó y me reí.

-Pervertido.

Se puso el partido y se sentó a un lado de la mesa, apoyé mis piernas sobre las suyas mientras trabajaba , él las acariciaba. Si todas las veces que tuviese trabajo fuesen así, estaría encantada de hacerlo. Seguía concentrado en el partido y le hice señas para avisarle de que ya había acabado. Ahora empezaba lo mejor. 

La clave (Pedri González) [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora