XXVII. La invitada especial

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3 de septiembre

POV Pedri

El teléfono no dejaba de sonar y yo solo quería descansar un poco más. Anoche había hablado con mis padres, si todo iba bien podríamos vernos el próximo mes. Fer seguía centrado en Bego y cada vez lo notaba más distante. Deseaba que volvieran a casa y poder tener una conversación con él. Cada vez me gustaba pasar más tiempo con Valentina, no soy mucho de imaginar  el futuro e intento disfrutar del presente, pero me encantaba pensar en situaciones con ella. Viajar a su ciudad, visitar Tenerife, jugar a bádminton, ver el amanecer juntos...
Luego, venía el miedo. Había sido un poco egoísta al ocultarle la verdad y no sé cómo reaccionaría cuando se enterase de quién soy. Aunque confíe en mí, tendría que decírselo en algún momento.
Revisé las llamadas y mensajes del móvil, dos de ellas eran de la madre de Valentina. Me levanté de la cama y la llamé.
-Buenos días, Camila. ¿Me habías llamado?
-Buenos días, Pedri. Sí, gracias. Disculpa si es pronto, quería recordarte que hoy llega Chiara. Estaría bien si vinieras con Valentina sobre las diez, así nos aseguramos que Chiara ya esté en casa instalada y preparada para cenar.
-Sí, mucho mejor. Vale, hasta esa hora no volveremos a casa. Gracias por el aviso. Esta noche nos vemos.
-Gracias, Pedri. Y escucha, sé que mi hija y tú no sois solo vecinos, te pido que por favor vayáis poco a poco.

No sabía que contestar. Pero pensé que el silencio es más incómodo.
-Lo tengo en cuenta, tranquila.
-Gracias de nuevo, nos vemos esta noche vecino.
Antes de ir a entrenar, preparé el neceser para llevar a la playa, hice la mochila y escogí la ropa que llevar. Teniendo todo listo, le pasé una foto a Valentina y la acompañé con un mensaje.
-Ya tengo todo preparado. ¿Y tú?

POV Valentina

Quedaba solo una hora para irnos a la playa y yo no me decidía por el bikini. Me había preparado la mochila ya. Llamé a mi madre y entre el amarillo y el negro, prefería el negro. Era un bikini que tenía hacía tiempo con tiras al cuello y a la espalda. La braguita era brasileña. Le pasé una foto al vecino, no me había contestado al mensaje que le respondí esta mañana.
Me puse los vaqueros cortos y mi camisa de Frah Quintale, uno de mis cantantes favoritos italianos.
Pedri me contestó al mensaje:

- 🤤🤤 Espero que sea el bikini que llevas puesto. Paso ya a por ti.
-Así es.😜😜 Andiamo al mare vecinito.

En la furgoneta, Pedri miraba el móvil hasta que me escuchó abrir la puerta. Lo guardó enseguida y abrió los brazos para acogerme. Lo besé y él me abrazó. Me contó lo que había hecho durante el día y yo mientras me fijaba en sus ojos, sus labios, su mandíbula. Él pareció descubrir lo que estaba pasando y sonrió divertido.
-Puedes tocar, te doy permiso.
-A estas alturas, ¿necesito permiso?
Él asintió con la cabeza, puse mis piernas sobre las suyas y él centró su mirada en ellas.
Llegamos a la playa, era una especie de cala y estaba vacía. Nos sentamos muy cerca de la orilla. Pedri sacó una toalla en la que cabíamos de sobra los dos. Antes de sentarme, me desvestí, él hizo lo mismo.
-Vaya tela, vecinita. ¿Quieres que nos bañemos?
Asentí y corrí hacia el agua. Él me siguió, el agua de la playa estaba tranquila y a una temperatura perfecta. Pedri me abrazó por detrás.
-Eres perfecta, Valentina.
-No mientas, vecino. Está hablando tu calentón por ti.
-Mírame.
Me giré y se lanzó a besarme. Estuvimos bañándonos mucho tiempo. Cuando salimos, saqué mi toalla y nos secamos.
-Siéntate y te seco yo.
Acepté y cogió la toalla, al principio me secó el pelo y lo apartó. Me besó en el cuello. Luego, se detuvo en la parte de arriba del bikini y bajó por el estómago. Cuando llegó a la parte de abajo, extendió la toalla a lo ancho y tapó la zona, antes de que me diese cuenta, su mano estaba dentro de mi bikini.
-¿Qué haces?
-Lo que te mereces.
Mientras pronunciaba esas palabras, noté como su dedo se deslizaba dentro de mí. Inconscientemente, acomodé el cuerpo y me dejé llevar. Pedri se acercó más a mí y acompañaba el movimiento de sus dedos con besos en el cuello.
-Madre mía, Pedri. Sigue.
-Me encanta oírte así, Valentina.
El orgasmo no tardó en llegar. Cuando me calmé, apartó la toalla y la dejó un lado.
Se le veía feliz y yo quería recompensar lo que acaba de hacer.
-Es tu turno, vecinito.
Él abrió las piernas y coloqué la toalla encima de él, echo los brazos atrás. Primero, lo besé, le mordí la mandíbula y fui bajando hasta llegar al bañador. Lo escuché gemir. Levanté la cabeza y me besó en los labios. Metí la mano en el bañador y me encontré con la erección.
-Valentina...
Lo miré fijamente y empecé a masturbarle lentamente. Verle disfrutar era otro nivel. Aumenté el ritmo y empezó a gemir. Una de sus manos me acariciaba la espalda.
-Dios, sigue Valentina, por favor.
Mientras yo alternaba el ritmo, él apartó la toalla y se preparó para correrse. No tardó en hacerlo, me encantó ver su cara de placer. Saqué enseguida pañuelos para que se limpiase y nos acostamos en su toalla. Ambos teníamos el corazón acelerado y un olor a sal que no olvidaría nunca. Así, satisfechos y tumbados vimos el atardecer. Sus manos paseaban por mi cuerpo y yo me sentía feliz. Antes de que el sol se fuese del todo, le pedí que me hiciera unas fotos. Me senté frente la orilla. Pese a estar despeinada y sin maquillaje, las fotos eran preciosas. Le pedí una juntos.
Cuando se fue el sol, me preguntó si me apetecía pasear por la playa antes de marcharnos y eso hicimos. De vuelta a casa, pensaba en la foto del club donde aparecía, me da miedo preguntar y cagar la tarde tan bonita que habíamos pasado. Me ayudó a escoger mi nueva foto de perfil de Whatsapp. Llegamos a casa y abrió mi padre.
-Pasad chicos, ya está todo listo.
-¿Todo listo?
Mi mirada se dirigió hacia el comedor y todas las luces estaban encendidas, al fondo en el jardín había lucecitas colgadas y se escuchaba a mi madre hablar con alguien.
Caminé hacia allí sin darme cuenta que mi padre y Pedri me seguían.
Dios mío. Chiara. Chiara estaba en España. En mi casa. En el jardín. No podía ser.
Al vernos chillamos y corrimos a abrazarnos.
-¡Sorpresa Val!
-Te he echado tanto de menos, Chi.
-Dale las gracias a tus padres que han preparado todo esto.
Nos abrazamos de nuevo y sentí que todo volvía a encajar de nuevo.

La clave (Pedri González) [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora