VII. La tormenta

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19 de agosto

Noté las manos del vecino sobre mi piel, estábamos frente al espejo de mi habitación, sus brazos rodeando mi cintura. Dejando besos por el cuello. Nos veía tan bien juntos. Dirigió su mirada hacia el espejo y me susurró: ¿Te gusta, vecinita? De repente escuchamos un relámpago...

Y desperté. El calor que sentía en mi cuerpo contrastaba con el tiempo de fuera. La tormenta que se avecinaba no era pequeña. Cerré la ventana y volví a acostarme. ¿No podía volver al sueño? Abracé la almohada y sonreía por la noche pasada. Al final el verano iba a ser diferente. Diferente a mejor.

Las gotas de lluvia repican en la ventana y presentía que la nostalgia iba a invadir la mañana. Me gusta pasar tiempo sola, pero hoy no era el día apropiado. Cuando entré en el comedor vi a mis padres leyendo cada uno en un sofá y el caballete con un lienzo nuevo preparado.

-Buongiorno, Valentina. Tienes comida en la cocina por si te apetece desayunar. A las dos comeremos y a las cinco tenemos visita en la dermatóloga. Te he dejado el lienzo por si quieres utilizarlo para pintar.

-Gracias, mamma. ¿Para qué preocuparme si ya tengo la vida planificada? Suspiré y me fui a la cocina. No llevábamos ni una semana aquí y ya estaban imponiendo otra vez todos sus planes. Desde pequeña, toda mi vida ha estado cronometrada: extraescolares, cuidadores, excursiones, campamentos, etc. Cuando no eres consciente, te dejas llevar. Son tus padres y ellos saben mejor que nadie lo que es bueno para ti. Cuando tienes 16, empiezas a hartarte de tanto compromiso y tanta actividad. Desde una fuerte discusión que tuvimos hace tres meses, han empezado a ser más permisivos. Dejar que me quedase la noche anterior fue una prueba de ello. Pero no es suficiente.

En la casa del vecino no perece haber movimiento. Me gustaría poder encontrarme otra vez con él. Se hacen las 5, viajamos hasta dermatólogo, la ciudad me impresiona igual que cuando la visité de pequeña. Ascensor. Recepción, consulta, pruebas, resultados. Todo ha salido bien. Volvemos a casa. Tengo ganas de llegar y ver si el vecino está en casa. ¿Debería ir hoy otra vez?

Valentina, no te pases de intensa.

La casa de Pedri parecía vacía. No se veía ningún movimiento. Menudo día para salir con esta tormenta. Cogí el libro que tenía en la mesita, El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald. Es uno de los libros favoritos de mi madre. Empecé a leer.

POV Pedri

Menudo día para ir a entrenar. Llegué a las instalaciones y fui a cambiarme. Todo el mundo era muy amable conmigo y me sentía como en casa. Una vez cambiado, me comunicaron que debía entrenar en el gimnasio. Pues, vamos con ello. No podía dejar de recordar momentos de la noche anterior, Valentina me había roto completamente los esquemas, pero me daba miedo que se enterase de quién soy y todo se fuera al carajo. Me gustaría sorprenderla algún día pero tenía que pensar cómo. ¿Y si no volvía? Espero que ella también sintiera esa conexión. Anoche cuando se fue y me acosté imaginaba qué hubiese pasado si no nos hubieran interrumpido. Tenía sus labios tan cerca, podía haberla besado. Cuando le quité el vestido se me aceleró el corazón y por su mirada juraría que a ella también.

Cuando terminé de entrenar no me encontré con otros compañeros. Efectivamente, me había quedado el último. Cuando abro el móvil veo varios mensajes y llamadas de mi hermanito.

Hermano, cuando salgas de entrenar tienes la furgoneta esperando para ir a la sesión de fotos de la nueva equipación. Después comeremos juntos. Por la tarde, tienes concertada una entrevista con el Mundo Deportivo y luego cenamos lo que te apetezca.

Amaba el fútbol, era increíble todo lo que me había pasado en poco tiempo. Pero no me acostumbraba a la vida tan organizada. Me hacía querer volver a los años en que podía ir a entrenar y a disfrutar sin preocupaciones. Desearía estar frente al sofá viendo una película mientras desde fuera se escucha llover.

A las once de la noche todavía no habíamos vuelto a casa. Terminamos de cenar y mi hermano insistió en tomar unas copas. Yo no pedí nada, mañana entrenaba de nuevo. En medio de aquel sitio recordé las palabras de Valentina: estoy segura de que iba a estar mejor aquí que socializando con gente desconocida. No podía sentirme más identificado. Al final decidí irme antes que mi hermano a casa. Cuando salí del restaurante, aún llovía. Parecía que la tormenta había vuelto. Cuando llegué a casa, miré si Valentina estaba asomada a la ventana, pero la luz estaba apagada.

Me cambié y me fui directamente a la habitación, no tenía ganas de nada después del día tan intenso. Se escuchaba el sonido de la lluvia y abrí un poco la ventana para poder escucharlo mejor. Me encantaba. Cuando de repente pasó. La luz de la habitación de Valentina estaba encendida y ella hablaba por teléfono. Parecía triste. No quiero quedar como acosador, pero seguí mirándola durante un buen rato. ¿Qué podría hacer yo? Y no lo pensé dos veces. En un minuto estaba bajo la lluvia al lado de la piscina mirando hacia su ventana. 

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Siento no haber podido publicar ayer. Hoy intentaré publicar otro capítulo más. Muchas gracias por vuestras lecturas, votos y comentarios. Espero que os guste :)

La clave (Pedri González) [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora