XCI. Confiar en el otro

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30 de octubre

Las dos semanas siguientes a mi cumpleaños fueron bastante tranquilas. Por una cosa u por otra, Pedri y yo dejamos de vernos todos los días, pero seguíamos hablando por móvil. Es verdad que eso me ayudo a centrarme más en mis cosas, pero no fui consciente de nuestro distanciamiento hasta que nos vimos ese día.

-¿A Tenerife, mañana?

-Sí, vecinita.

-No me lo habías dicho.

-Seguro que sí y no te acuerdas.

-Pedri de eso me acordaría.

-Hemos estado concentrados los dos, no sé...

Miró hacia otro lado. ¿Sería un despiste nada más? Le resté importancia en el momento, pero después de volver a casa no dejaba de darle vueltas. Le pregunté a Chiara si le parecía normal, ella también me dijo lo mismo. Si solo ha sido una vez...

¿Por qué tenía la sensación de que no había sido un simple despiste?

Al día siguiente, intenté darle una sorpresa y despedirme, pero ya se habían ido al aeropuerto. Mierda.

Desconecté el móvil y pase la tarde leyendo en mi habitación. Fui consciente de las horas que habían pasado cuando mi madre me avisó de que la cena ya estaba lista. Miré entonces el móvil y Pedri me había escrito que habían llegado bien y nada más. Le contesté y bajé a cenar.

Mi madre con su buen radar de madre captó enseguida que algo me pasaba y espero el momento oportuno para preguntarlo.

-Tienes que confiar en él, ¿de qué le serviría engañarte?

En el fondo tenía razón y una parte de mí deseaba creerla como fuese, sin miedos. Luego, me reencontré con mis pensamientos intrusivos, el posible reencuentro con Cris y otros escenarios irreales que montaba en mi cabeza para sufrir aún más. Entonces me vino a la memoria mi historia con Marco, los inviernos en Milán, pero también los veranos.

Aquella noche soñé que Pedri me escribía una carta donde daba por finalizada nuestra relación. Había encontrado un buen motivo para quedarse en Tenerife. Al despertarme, vi que me había hablado ya y me tranquilicé un poco. El resto del día no hablamos casi y yo me centré en leer y acabar de estudiar. Ese día Cristian organizaba una fiesta pre Halloween, pero le dije que no podría ir. Ahora que Pedri se había marchado sería buena idea ir.

Horas más tarde, conseguí un disfraz de bailarina improvisado y mi madre me llevó al sitio donde se celebraba esa fiesta temática. Las mesas reservadas estaban llenas de gente, muchos de ellos besándose. Mientras buscaba a Cristian, subí a unas de las mesas reservadas y sentí a alguien que me cogía y me llevaba hacia un reservado.

-Perdona, estoy buscando a mi amigo. Lo siento.

-¿Eres la amiga de Pedri, no?

Lo miré directamente a los ojos. Una máscara cubría casi toda la cara, excepto los ojos y su sonrisa me recordaba a algo.

-Sí. ¿Quién eres?

-Soy su compañero Gavi, nos conocimos en...

-Sí, sí. En el restaurante. Sé quien eres, encantada.

-¿Qué haces aquí?

-Según mi amigo era una fiesta organizada por él, pero veo que hay mucha gente que no conozco. Estoy buscándolo.

-La excusa perfecta para que vinieses de fiesta. ¿Quieres sentarte un rato y luego lo buscamos?

Acepté. Él se giró y fue a hablar con unos amigos. Enseguida se volvió hacía donde estaba.

-Ven, he pensado que hay una zona mejor para hablar.

Me ofreció su mano y bajamos los dos. Me estaba empezando a agobiar, pero de pronto salimos a otra especie de reservados con mesas más pequeñas. Me señaló una mesa. Nos sentamos.

-¿Y Pedri?

En ese momento no sabía si contestar simplemente a su ubicación o a todas las dudas que tenía sobre él. 

La clave (Pedri González) [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora